martes, 8 de abril de 2014

Un pequeño regalo (8)

Llegaron a la casa casi a las 18h. Habían caminado realmente despacio y se habían parado un par de veces, una de ellas para disfrutar de un helado italiano de tres bolas de sabores diferentes. Al llegar a casa estaban de muy buen humor, todavía riendose de cómo por culpa de un traspiés, Ayrun había tirado su helado sobre la camisa de él. ''Clumsy hands" le había llamado él, un mote que aunque aun no lo sabían, usarían en más de una ocasión.

La casa estaba tal y como la habían dejado, ni una mota de polvo estaba fuera de su sitio. Si no fuera porque sabían lo que ocurría quizá no habrían sabido nunca que alguien había entrado en la casa mientras no estaban. O bueno, quizá sí, al fin y al cabo es de Ayrun y su compañero de quienes estamos hablando. Ayrun señaló a la cortina de su cuarto, él asintió. Al parecer, cuando los intrusos habían entrado en la casa habían dejado entrar una corriente de aire que había movido ligeramente la cortina. Pero eso ellos no podían haberlo sabido. Fueron directamente al salón, donde les esperaba la cajita misteriosa. Él suspiró mirando a los libros del sofá, acercándose y dándole la vuelta a uno, señalándole a Ayrun tres marcas evidentes en el cuero. Había cogido los tres libros mas polvorientos de la biblioteca y había limpiado solo la parte delantera de los mismos, dejando la parte traseram, la que no se podía ver, con toda la capa de polvo propia de un libro que posiblemente hacia décadas que nadie tocaba. No esperaba encontrar ninguna huella dactilar, obviamente llevarían guantes, pero el simple hecho de haber encontrado las tres marcas ya era suficiente, se sentía decepcionado en parte, como si hubiera esperado enfrentarse a un rival más cuidadoso. Ayrun le dio un golpecito en la espalda, adivinando sus pensamientos. ''¿Por qué no nos ponemos más cómodos ahora que estamos en casa y vemos eso?" le dijo mientras le hacía ademán de que le siguiera.

La casa estaría llena de micrófonos, y aunque no les habría costado más de 10 minutos encontrarlos todos, eso no entraba dentro de sus planes. Tenían que ir siempre un paso por delante como mínimo, y ahora mismo estarían dos o tres.
Se cambiaron a ropas más cómodas, ella un camisón blanco y él una camiseta y los bóxer. ''Ni hablar.'' dijo ella al verle ''te he dicho mil veces que no puedes ir por la casa en calzoncillos, ponte algo'' añadió mientras señalaba de vuelta a su cuarto. ''Deberías dar gracias de que lleve algo...'' gruñó en voz baja y para sí mismo mientras volvía al cuarto. ''Te he oídooooo'' fue lo único que le escuchó responder, sacó unos pantalones cortos del armario y se los enfundó con presteza. Eran exactamente igual de largos que los bóxer, qué más le daba...

Se sentaron en el sofá del salón, uno al lado del otro. Ayrun tenía en su regazo un portátil, y él sostenía la cajita. Sin más preámbulos la abrió, rajó el interior y extrajo de ella una cámara del tamaño de un botón grande. No era una cámara en un doble fondo, la cajita se construyó al rededor de la cámara, así que había que destruir la cajita para poder acceder a la cámara. Con la ayuda de un alfiler presionó un botón interior de la cámara y ésta emitió un pequeño flash de luz roja y después se apagó.
La cámara había pasado la información visual directamente al ordenador vía blootooth, y después se había autodestruido, muy útil. Había sido un regalo de Michael por su 25 cumplealos, y tal y como le dijo entonces, llegaría un día en el que le haría falta. Nunca imaginó que ese día llegaría tan pronto, tan sólo una semana después.

''No me gusta nada esta película'' dijo Ayrun cuando salió la imagen de Bagtug en la pantalla del ordenador. Era un chico joven, de no más de 20 años y de tez oscura, con una cicatriz en forma de L en el pómulo izquierdo de su rostro, de rasgos afilados y mirada peligrosa. ''A mi tampoco'' dijo él ''parece que va a ser una película de esas malas''. Ayrun se encogió de hombros y clickó en ''enviar a'', tenían que saber más sobre la gente que les seguía, y seguro que con una imagen tan clara las bases de datos de sus ''colegas'' podría sacar una coincidencia exacta y sin dificultades. Ahora solo tenían que esperar, e ir dejando caer comentarios ambiguos y confusos para que los que les estaban escuchando pensaran estar acercándose, cuando solo estaban quedándose más y más lejos de saber donde estaba escondido el regalo.
Ayrun se giró a su compañero y cerró el portátil sobre sus piernas, jugando con la tapa entre sus dedos. ''Sé que es pronto, pero ¿te apetece que preparemos la comida juntos?" Preguntó finalmente tras dudar unos segundos. Él la miró un poco sorprendido, no lo había esperado. Por un momento ella confundió la cara de sorpresa de él con desgana. ''Bueno es ig-'' pero le interrumpió rápidamente. ''Sería genial, claro, pero esta vez no vale decidir tú todo'' dijo esbozando una sonrisa. ''Eso habrá que verlo...'' contestó ella, riendo y levantándose del sofá un poco más que contenta.

Y así pasaron el resto de la tarde, entre cuchillos, sartenes, verduras, carne y especias, discutiendo entre risas, manchándose deliberadamente el uno al otro cuando menos lo esperaban. Y ellos no lo sabrían hasta bastante más adelante, pero
en esa cocina, ese día, se empezó a cocinar algo más que la cena.

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