martes, 29 de septiembre de 2015

Gente

Creo que conocer gente es lo que realmente hace de la vida una historia para recordar. Es lo que de verdad te hace crecer como persona, lo que nos vuelve más sabios.
A veces nos cruzamos en nuestra vida con la persona adecuada en el momento adecuado, y nos hace entender algo que hasta entonces nadie nos había sido capaz de hacer entender. Quizá simplemente nos recuerde algo que ya sabíamos, pero teníamos olvidado.
Esas personas no siempre se quedan, simplemente están de paso, a veces unos minutos únicamente y otras veces años. Pero el caso es que ahí están.

No hablo de amor, ni de amistad, ni de nada parecido. Hablo únicamente de personas y lo que nos pueden aportar en un momento dado. Yo soy de los que piensa que cuando conocemos a alguien podemos elegir si queremos que esa persona aporte algo a nuestra vida o no. A veces somos tan cerrados a los demás, a abrirnos a otros, que perdemos la oportunidad de aprender o descubrir cosas realmente interesantes... incluso sobre nosotros mismos. A veces es esa persona que de repente aparece en tu vida la que puede darte el empujón que necesitabas, o hacerte ver lo que hasta entonces se te escapa. No se trata de hacer caso a todo el mundo, sino de no descartar la posibilidad de alguien pueda cambiar tu vida para bien.

Mucha gente ha pasado por mi vida de manera temporal, y algunas de esas personas me han aportado cosas que otros que conocía de años no han podido. Simplemente porque he sido capaz de no poner un muro entre la gente y yo. Y al revés igual, he pasado por la vida de gente de manera fugaz, y alguna vez, cuando lo han permitido, he podido cambiar algo en sus vidas, o ayudarles a tomar una decisión importante. Incluso en un lapso de tiempo tan fugaz como el de un viaje de tren desde Nuevos Ministerios hasta Sta Eugenia.

La gente es interesante, la gente tendrá su lado exterior, pero también su lado interior que es el que trae esas cosas que nos unen a todos, esa humanidad encerrada en las vivencias que hemos experimentado cada uno y que nos permiten sentir afinidad con otras personas. Es cuando llegas ahí, cuando una persona te hace crecer como persona, te hace más sabio.

Yo creo que hay que dejarse llevar un poco más por las ganas de conocer, y un poco menos por el miedo a lo que no conocemos. Creo que hay que ir más hacia el riesgo de algo que podría hacernos feliz, que hacia la seguridad de conformarse con quedarse sentado esperando. Sinceramente, prefiero pasar la vida acertando e equivocándome, que solamente esperando. Y cuanta más gente pasa por mi vida, más convencido estoy de ello.

martes, 22 de septiembre de 2015

Para toda la vida.

Para cuando quise darme cuenta, ya era tarde. Me había quedado atrapado en sus brazos, en cada roce de sus manos, en cada beso en la piel, en cada mirada, en cada sonrisa. No había perdido la noción del tiempo, simplemente éste no me importaba lo más mínimo, pues no había nada en el mundo que prefiriera estar haciendo que estar ahí. Nada.

Cada segundo que pasaba, era un segundo más que sentía que quería estar a su lado. Nunca antes había tenido tantas ganas de no separarme de alguien, nunca antes había sentido un cariño tan fuerte que parecía no poder controlarse por ninguna de las dos partes. No recuerdo un sólo instante en el que nuestras manos no buscaran alguna parte del otro, no recuerdo ni una sola mano que no estuviera ansiosa de acariciar. Fue simplemente un abrazo continuo entre dos almas.

Lo que pasó en ese banco, a esas horas, es algo muy difícil de explicar. Yo creo que rocé la absoluta felicidad durante casi 4 horas... aun sabiendo que iba a romperme justo después. Mientras escribo esto, aun puedo oler en mis manos el olor que dejó su piel en ellas, aun puedo recordar cada una de las palabras que hacen eco en mi cabeza. Y no es fácil, porque sé que es algo que no volveré a tener.

Ayer por la noche... descubrí que sí hay gente que es como yo, que sí hay gente que es como yo necesito que sea mi otra mitad, que si hay gente que puede hacerme 100% feliz, sólo hay que buscar. Ayer compartí con esa persona vida y tres cuartos, en tan sólo 4 horas de banco. Ayer por la noche me enamoré de alguien, y alguien se enamoró de mí... pero el miedo a volver a querer que vi en su mirada, le alejó sin remedio de mí.

Ayer por la noche, fue el mejor ayer por la noche que he tenido.
Ayer por la noche... te encontré, me encontraste, y nos encontramos. Para toda la vida. ¿Lo oyes? Para toda la vida.

domingo, 13 de septiembre de 2015

¿Grande o tonto?



Hoy me surge una duda inesperada. ¿Es mi corazón muy grande? ¿O simplemente muy tonto? Parece que nació para querer, lo cual estaría muy bien, si no fuera porque también nació para no olvidar. Y es que mi corazón es así de especial, mi corazón nació con esa manía de sentirlo todo multiplicado por diez. Sea dolor o sea amor, sea alegría o sea tristeza, decepción o ilusión. Y lo más gracioso es que lo único que consigue calmarlo, es lo mismo que lo que le causa dolor…

Bueno y... ¿Que qué hago aquí escribiendo? Pues que la ausencia de tu presencia es la causa de la ausencia de mi esencia. Y sólo pienso en volverte a ver. Y echarte de menos es la única excusa que necesito para sentir que necesito escribir... y por eso borro la mitad de lo escribo, para tener que volverlo a escribir. Y fíjate tú, que yo quería escribir sólo una frase ingeniosa, pero es pornerme a pensar en ti, echarte tanto de menos, que no puedo dejar de escribir hasta que cada poro de mi piel se haya expresado.

No te puedo pedir que vuelvas, no te puedo pedir que me quieras, pero sí quiero pedirte que no olvides nunca que te quiero, sin tiempo ni distancia. No olvides nunca que mi corazón nunca olvida, y que tú sigues siendo parte de todo lo que él ansía. Y si por pedir que no quede... déjame que te pida: Sé feliz.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Y se acababan de conocer

A veces los días traen momentos difíciles de explicar.  A veces, esos momentos pueden significar mucho después, o simplemente quedar como un recuerdo maravilloso. Pero de eso no va esta breve historia que retrata uno de esos momentos. Habla únicamente del momento en sí... fuera real, soñado, o por un loco inventado. =)


Hacía tiempo que las doce de la noche habían quedado atrás. La ciudad estaba tranquila, tan tranquila como puede estarlo Madrid un día entre semana cualquiera a las tantas, y aunque el cielo estaba oscuro como una manta azul marino, las farolas y los fugaces coches que circulaban por las calles iluminaban con más que suficiente claridad.

Caminaban uno cerca del otro, sin prisa y sin mirar atrás, sin tener en cuenta la distancia a recorrer, a veces sin siquiera saber si iban en la dirección correcta. Caminaban escuchando canciones que significaban algo, cantando letras que lo mismo te hacen llorar que te hacen soñar. Caminaban, juntos, cogidos de la mano... y se acababan de conocer.
Sonaba una de esas canciones especiales que sólo de empezar a escucharlas empiezan a erizarse los pelos de tu piel, una de esas canciones que saben a luna y estrellas, a fuego y hielo. Y entonces, entonces ella apoyó la cabeza en él mientras le abrazaba, sonriente, sin previo aviso ni motivo aparente.
Él no dijo nada, simplemente deslizó su otra mano rodeando sus hombros y la apretó con cuidado contra él, inclinando la cabeza hacia la suya y besando su alocada cabeza. Ni siquiera sabía por qué, pero era lo que le había nacido hacer en ese instante. Ni siquiera sabía por qué, pero en el cielo comenzaron a verse estrellas.

Caminaron largo rato, sin contar ni los pasos ni las sonrisas, de tantos que eran, de tantas que había. Caminaron sin separarse en todo el camino, sin parar hasta llegar a su destino. Pero tenían que esperar. Se sentaron en un banco cercano y suspiraron cansados. Ella se echó sobre su regazo, sin preguntar, de nuevo sin avisar... y de nuevo a él le nació actuar, sin saber por qué, así. Comenzó a acariciar su espalda, dibujando sinsentidos en en su camisa, pasando los dedos por las costuras del cuello, rascando la piel en su nuca, deslizando sus dedos por entre su pelo, sólo para después volver a su espalda y volver a dibujar algo completamente distinto. Ella, por ser ella, le había hecho sonreír. Y él, por ser él, en silencio le prometió un recuerdo imborrable en el papel.

Y se acababan de conocer.