lunes, 14 de abril de 2014

Palabras de dentro

Caminaba despacio, con la mirada enfocada en el suelo, evitando levantar la vista y mirar el camino que se postraba ante él. Lo había recorrido cientos de veces y no necesitaba verlo, solo sentirlo en sus pies a cada paso. El crujir de las ramas caídas, la delicadeza con la que la hierba se aplastaba al caminar, el olor a tierra y a pino. Podría haber caminado con los ojos cerrados, y no habría vacilado ni en un sólo movimiento, no habría siquiera rozado el tronco de un árbol por accidente. Tantas eran las veces que había ascendido aquella montaña, tantas, desde que era niño...y sin embargo esta vez era distinta a todas las demás, podía sentir que su corazón palpitaba de forma distinta, no más rápido ni más lento, no más fuerte ni más débil que otras veces, simplemente de una forma distinta, como si cada latido le estuviera empujando a seguir caminando, a llegar a la cima.

Se paró al llegar al último rellano antes de la cima. Sólo le quedaban unos 50 metros, a penas unos pocos pasos más y estaría de nuevo ahí arriba. Echó la cabeza hacia atrás, levantando la vista por primera vez del suelo, ojeando el vasto bosque había dejado atrás, los árboles que parecían todo iguales, y que cubrían de verde la ladera de la montaña. Volvió a encarar los últimos metros de subida y zancada tras zancada recorrió la distancia en poco tiempo, deteniéndose justo en medio de la cima. 1856m sobre el nivel del mar, con el sol en lo más distante del horizonte, anaranjado el cielo y las nubes que se concentraban a su rededor. Tomó aire profundamente cerrando los ojos y estirado sus brazos como si estuviera intentando abarcar el mundo. En todas las direcciones caían cascadas de árboles y rocas con distintas formas, cuyas sombras se juntaban entre sí creando formas que no se habían visto antes. Se acercó a el borde de la montaña, encarado al sol y apoyándose en el único árbol que se atrevía a erguirse firme en lo más alto de aquella montaña. Ya había llegado, y aunque nadie podía saberlo entonces, el estaba convencido, sabía que sería la última vez.


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