martes, 8 de abril de 2014

Un pequeño regalo (7)

La puerta se abrió sin problemas, unos segundos con las ganzúas y el mecanismo había saltado sin ningún  tipo de percance. Entraron uno detrás del otro, los tres, sigilosos como gatos en la noche, cuidando al mínimo detalle cada uno de sus movimientos para no dejar ningún rastro de su presencia. Si movían algo, lo dejaban exactamente en el mismo sitio, en la misma posición, al milímetro. Eran profesionales. Rebuscaron primero en las habitaciones, mirando en los cajones, entre las ropas, en el armario, debajo de almohada...no dejaron un sólo rincón de las habitaciones por inspeccionar, y aun así nadie habría podido adivinar que habían estado ahí, todo estaba exactamente igual que minutos antes.
El resto de la casa sufrió el mismo trato, la cocina, el despacho, el baño....todo. Pero seguían sin encontrar nada. El más joven de los 3, Bagtug, estaba ahora en el salón, se había parado a examinar los libros del sofá a ver si tenían algo de relevante, pero tan solo eran libros en latín y griego que trataban la historia de las antiguas civilizaciones. Se encogió de hombros y continuó examinando la estancia, mirando con detenimiento cada centímetro de superficie y cada recoveco, y entonces reparó en ella. La cajita antigua que entre tazas de té reposaba tranquila sobre la mesa. Bagtug arqueó la ceja sorprendido, era poco probable que lo que buscaban estuviera tan a simple vista, pero era su obligación mirar el contenido de aquella caja. De todas maneras ''ellos no saben que estamos aquí, siguiéndolos, así que no tienen por qué esconder nada'' fue lo que pensó mientras alcanzaba con sus manos la caja. La caja tenía un mecanismo de apertura bastante sencillo, solo había que estirar de una varilla diminuta y muy fina que encajaba con un orificio, y entonces ya quedaba la parte superior libre para ser levantada. Bagtug lo intentó un par de veces, sin nada de éxito, la varilla a penas sobresalía del agujero y era imposible cogerla con los guantes de látex puestos. Suspiró y se quitó el guante de la mano derecha, no pasaba nada, no iba a dejar ninguna huella en un cilindro tan diminuto, además usaría las uñas para extraerlo. Con sumo cuidado pinzó la varilla entre sus uñas y estiró, liberando por fin la tapa y abriéndola para ver el contenido de la cajita. Vacía. Se acercó más, intentando ver si había un doble fondo o falsa pared, pero nada de eso, la cajita simplemente estaba vacía, o eso le había parecido a él.

Mientras, en el restaurante Bonne vie, Ayrun y él disfrutaban de una riquísima comida, con platos muy elaborados y un buen vino francés para acompañar. Como iba siendo costumbre desde hacía unos meses, había sido Ayrun la que había elegido la comida por él, no porque el fuera incapaz de decidir, sino porque estaba intentando ampliar su paladar a cosas que siempre se había negado siquiera a probar. ''Esto está de muerte, Ayrun'' dijo mientras se metía otro trozo en la boca. ''He de reconocer que la cebolla caramelizada le da un gusto muy distinto''. Ella sonrió, le complacía ver que comía sus recomendaciones con gusto y agrado, además había conseguido hacerle engordar un par de kilos al forzarle una dieta más sana y consistente.''Me alegro de que te guste. Ya has visto a nuestros amigos, seguro'' dijo cambiando de tema, sin mirar ni señalar a ningún lado, como si nada hubiera dicho. Él asintió, visiblemente disfrutando de la comida. ''En efecto, pero además te puedo decir que sus compañeros ya han terminado su visita a nuestra casa, pues ya han pedido la cuenta y están a la espera de que nos movamos'' comentó, enguyendo el último trozo que había en su plato. Ayrun llamó la atención de un camarero y éste les trajo la carta de postres, una variedad interminable de postres, calientes y fríos, que cada uno tenía mejor pinta. ''¿Querrías compartir unos profiteroles conmigo?'' Preguntó ella poniendo cara de pena. Él entorno los ojos, el postre era lo mejor, el chocolate, lo dulce... pero cedió. Asintió una sola vez y se deshizo de su carta dejándola cerrada sobre la mesa. Ayrun sonrió ampliamente, y él pensó que el sacrificio, entonces, ya había valido la pena.

Terminaron pronto de comer y salieron a la calle, sin ninguna prisa. Hacia un día de sol espléndido y todo lo que tenían planeado para hoy ya lo habían hecho. ''Ayrun...¿te apetece caminar de vuelta a casa?" Preguntó mientras enredaba su brazo en el de ella. A Ayrun le brillaron los ojos un instante, le apetecía más que nada en esos momentos, caminar con él sin prisa, disfrutando de una agradable conversación. ''Claro, ya sé que quieres lucir traje hoy'' fue lo que contestó. Y entonces se dio cuenta de algo, de que él odiaba ir vestido como iba, que se sentía incómodo con cada uno de los pliegues de esas ropas...y que aun así, había preferido volver andando con ella. Si Ayrun hubiera sido capaz de sonrojarse, lo habría hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario