lunes, 7 de abril de 2014

un pequeño regalo (5)

A penas había entrado el sol por la ventana cuando Ayrun entró en su cuarto y se sentó en el borde de la cama, observando en silencio durante unos segundos a el hombre joven que dormía plácidamente y sin aparente preocupación. Pensó en lo sencillo que sería matarle mientras dormía, indefenso y desprevenido. Pero ella no quería matarle, ni mucho menos, de hecho habría sido lo último que habría querido. Suspiró casi en silencio, despejando de su mente todas esas ideas absurdas y se inclinó para despertarle con una palmadita en la mejilla.

Todo ocurrió en menos de un segundo. Justo en el instante en el que iba a rozar su piel él abrió los ojos de par en par, cogió su mano y deslizó la que le sobraba al rededor de la cintura de ella, forzándola a girar al luxar su muñeca y poniéndose velozmente encima de ella inmovilizándola por completo. Hubo un silencio que pareció eterno. Estaban ahí, inmóviles, mirándose el uno al otro, sintiendo la presión de un cuerpo sobre el otro, sin saber qué decir. Pasaron unos segundos hasta que por fin reaccionó. ''Lo siento...'' fue lo único que supo decir mientras dejaba lentamente de hacer presión y se quitaba de encima de ella. Se giró además rápidamente, dándole la espalda. Se había sonrojado, y lo sabía, pero Ayrun ya se había dado cuenta, y sonrió para sus adentros. En cierto modo le parecía algo adorable. ''No pasa nada, fue mi culpa por entrar así en tu cuarto'' dijo Ayrun mientras se levantaba de la cama. ''Ha sido.'' comentó él mientras cogía la ropa de la silla. Ayrun entorno los ojos y se mordió el labio ahogando un suspiro''Sí, ha sido, perdón''. Mientras salía por la puerta pudo escuchar la respiración de su compañero intentando recomponerse, y estaba a punto de hacer un comentario...cuando se dio cuenta de que su propio corazón estaba algo acelerado. Pestañeo sorprendida unos instantes y abandonó la habitación del todo, yendo a prepararse para su pequeña misión.

Hacía bastante sol, lo cual era una oportunidad muy buena para ponerse sus gafas de sol. Había elegido ropa discreta, pero con un toque de clase. Es cierto que pretendía que la siguieran, pero si lo hacía todo muy fácil sospecharían seguro. Caminó por las calles durante un rato, sin prisa pero sin detenerse en los escaparates de ninguna tienda, quería que pensaran que tenía un destino fijado, ya que era más probable que entonces al volver estuviera yendo directamente a su casa. El típico paseo hasta la tienda y volver. Solo tardaron 10 minutos en aparecer, eran los mismos que el día anterior y parecía que se movían con la misma confianza que entonces. Ayrun no hizo ningún gesto ni aceleró el paso, realmente no reaccionó de ninguna manera al descubrirlos, se limitó a seguir caminando hasta llegar a la librería, sin duda uno de sus lugares favoritos. Permaneció en el interior varios minutos, mirando tranquilamente entre los estantes y las pilas de libros. ''Menuda maravilla" pensó.
Pero ese día no estaba ahi para deleitarse con los libros como muchas otras veces, tenía que cumplir su parte del trabajo, seguro que él ya lo tenía todo casi terminado. Ayrun cogió un libro titulado ''Los secretos que nunca fueron secretos'' de un autor muy poco conocido llamado Oliver Merk. El titulo le había parecido curioso, especialmente para alguien de su profesión, y fue por eso por lo que lo cogió.
Salió de la tienda y se paró en la entrada unos segundos, ondeando el pelo y volviendo a ponerse las gafas de sol que se había quitado al entrar. Seguro que ya habían reparado en ella. Emprendió el camino de vuelta a casa, igual que antes, sin prisa y sin pausa, sin perder ni que le perdieran de vista.

Cuando llegó asintió y sonrió a su compañero, el cual la esperaba en el salón, frente a la mesa, con una caja polvorienta entre las manos y un par de libros visiblemente antiguos sobre la mesa. Ella se sentó en frente y se apoyó en la mesa. ''Así que ya está todo preparado'' dijo, afirmando más que preguntando. Él esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. ''Todo no, mi querida Ayrun, aún tenemos que ir a comer'' comentó él depositando la cajita sobre la mesa y tirando los libros al sofá. Ayrun levantó un dedo, señalando que iba a hablar. ''En el Bonne vie'' dijo sonriendo maliciosamente. ''Pero...'' quiso protestar, pero Ayrun se lo impidió ''ah, ah. Sin discusiones, tú nos metiste en esto'' dijo mientras se levantaba dando por zanjada la discusión. Sabía que contra eso él no discutiría.

 No es que a ella le gustara particularmente ese restaurante, ni que a él le disgustara la comida que allí servían. Simplemente era un restaurante donde había que ir elegante, y él odiaba vestirse como un ''pingüino'', y a ella le encantaba hacerle rabiar.

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