martes, 12 de marzo de 2013

Llama


Sopla el viento en la montaña,
frío y fuerte, después con pena.
Lloran con rabia las nubes,
grises y opacas, en forma de cruz.
Camina un hombre, reflejo de un niño,
sin rumbo fijo, perdido,
buscando una roca, un árbol, un respiro.
Cualquier lugar que sea un refugio.
Despacio levanta la vista hacia el mundo
y no ve más que un helado desierto
sin más árboles que espejismos,
sin más compañía que sus propios latidos.
Entre sus manos, cortadas del frío,
da impasible cobijo a un tesoro.
Una llama que no quema,
que no cree en el olvido.
Mecidos por el triste viento
caen estrellas de fina nieve,
la llama tiembla, mengua
y a duras penas se mantiene.
Un escalofrío recorre su cuerpo,
cierra los ojos y susurra un segundo
palabras que fueron y ya no son,
palabras que nunca dijo aunque pudo.
La llama no aguanta, la llama se pierde.
Y entonces no lloran las nubes,
lloran los ojos de un niño perdido,
y al chocar el agua con sus manos,
explota en la llama y ésta otra vez prende,
otra vez quema, otra vez siente.
La nieve se ahoga,
el viento enmudece.
El chico camina
jamás se detiene.

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