miércoles, 27 de febrero de 2013

En Silencio por ti (14 Final)


14... y final.


Apreté la mano de la piedra en un puño, cerré los ojos y respiré hondo aguantando el aire dentro unos segundos. Tenía algo de miedo, no sabía cómo iba a responder ella. Le cogí la mano, se la abrí y puse la piedra en su mano. – Toma pues- le dije –ahora que sabes lo que significa esa piedra me gustaría que te la quedaras…- tragué saliva, inconscientemente- me gustaría que pudieras sonreír cada vez que la veas- concluí. La miró un poco, en silencio y sin decir nada, yo desvié la mirada y volvía a enfocarla al horizonte. Si iba a decir o hacer algo que no me gustara no quería estar mirando. Llegué  incluso a pensar que iba a tirar la piedra al vacío o a reírse de mí. Nada más lejos de lo que pasó. Se me heló la sangre, se me cortó la respiración, si hubiera querido moverme en ese momento, no habría podido. Me besó en la mejilla -Gracias- me dijo. No entenderíais nunca lo que significaba ese beso para mí. Roxana es poco demostrativa de cariño. Por no dar, no me da ni dos besos cuando hemos quedado por ahí. Ese beso era un regalo suyo, de igual valor sentimental o más que la piedra. Aunque todavía tenía la cara de un bobo sonreí en mi interior. Se apoyó en mi hombro, ya estaba escondiéndose el sol. Al rozar el sol las montañas, las nubes de alrededor comenzaron a hacerse naranjas, los rayos de sol parecían lenguas de fuego que convertían en brillante oro todo el cielo que tocaban. Las sombras que caían en el valle a nuestros pies y en las laderas de las montañas iban alargándose y haciéndose más finas, más delicadas, hasta que al final desaparecían. El sol se escondía lento, pero imparable. El viento había parado, era todo silencio. Se apoyó un poco más en mi, empezaba a refrescar ahí arriba, y me quité la chaqueta, poniéndosela en la espalda y pasándole el brazo por encima para cogerla. Todavía se veía un poco de sol. No dijimos una sola palabra en todo el rato, ni una sola, ni falta que hacía.
Las nubes comenzaron a perder color, a hacerse poco a poco transparente e invisibles… hasta que el sol despareció del todo, y con él las nubes. No sé cuánto tiempo más estuvimos ahí, sin movernos ni un milímetro, buscando cada una de las estrellas que iban apareciendo moteando el firmamento. Miré a Roxana y la encontré con los ojos cerrados, otra vez dormida. Para cuando volví a mirar al cielo, ya había más estrellas de las que me atrevía a ponerme a contar y la luna iluminaba de forma tenue las faldas de las montañas que nos rodeaban. El paisaje era el mismo, seguía siendo espectacular aunque solo fuera por la inmensidad del cielo que se podía observar. Un sitio ideal, con una compañía ideal, en un momento perfecto. Si hubiera podido detener el tiempo en un momento de mi vida ese habría podido ser el más oportuno.
Y sólo entonces lo comprendí: Puede que nunca llegue a tener lo que busco, puede que tenga que guardarme esto tan fuerte que siento sólo para mí, que no tenga la oportunidad de compartirlo con ella. Puede que tenga que seguir escribiendo cartas que nunca enviaré, callarme canciones que lloraron al ser compuestas u olvidar sueños y sorpresas que harían de sí una historia. Puede que cada día la quiera más y no pueda demostrárselo como quisiera…pero siempre que la siga teniendo cerca, sea de la forma que sea, daré las gracias por este regalo que es ella.
La levanté con suavidad, y la llevé hacia el coche. Justo antes de llegar, despertó. Abrió sus grandes ojos marrones, brillando a la luz de la luna, y me miró los ojos. Y entonces, justo entonces… vi lo que yo que había querido ver. El amanecer.

Y aquí y así termina esta historia. Espero que os haya gustado y que hayáis disfrutado leyendo al menos una quinta parte de lo que yo disfruté escribiéndola. Muchísimas gracias a Roxana, sin quien esta historia no habría sido escrita jamás.


--;@

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