Pues aquí está la tercera "entrega" de la historia. A estas alturas me gustaría decir que lo único inventado es la historia en sí. Los personajes no podrían ser más idénticos a los reales. Quizás por eso se me hace tan especial =)
Tardó casi una hora en llegar, creo que era su tío. Si me lo dijo no lo escuché.
Pero sí recuerdo que al salir de las instalaciones del aeropuerto me quedé atónito
ante el paisaje. “No se parece en nada a lo que uno está acostumbrado en
España” pensé. Nos acercamos al coche y dejamos las maletas en el maletero. Era
un coche relativamente antiguo, aunque no recuerdo siquiera qué marca era… pero sí
que recuerdo que no tenía aire acondicionado… tal y como yo quería.
Ella se
acercó a la puerta delantera del copiloto y yo tranquilamente me senté en el
asiento de atrás a la derecha. En ese momento recordé que debía de hacer una
llamada perdida a mi madre para hacerle saber que había llegado bien. Madres.
Marqué el número mirando por la ventana todavía intentando acostumbrarme al
paisaje y miré como la gente cruzaba la calle. Exactamente igual que haríamos
aquí, pero aun así parecía diferente. Un tono, dos tonos, colgar. Suficiente
para que supiera que había llegado bien. Me puse el cinturón y alcé el brazo
hacia delante para tocar a Roxana en el hombro y recordarle que ella tenía que
avisar también en casa, pero no estaba ahí sentada. Había salido del coche
mientras yo llamaba y ahora abría mi puerta mientras me decía – muévete, que me
voy a poner atrás contigo y tú a la derecha no puedes ir- Sonreí. Miré hacia
arriba y ladeé la cabeza un poco. –ah, ¿no? Y eso… ¿Por qué? ¿La princesa tiene
predilección por la parte derecha del coche?- le dije, burlándome un poco. Ella
me miró, seria. Después se rió y se inclinó hacia delante tocándome la oreja
con un dedo. – No, pero según recuerdo, el príncipe es sordo del otro oído-
“Touché” pensé. Creo que me puse algo rojo por ese comentario. No me sentó mal
ni nada parecido, de hecho me hizo gracia, pero no sabía si su tío lo había
entendido y se estaba riendo de mí o si simplemente se reía porque no entendía
nada.
Me desplacé al otro lado del coche y suspiré. Ella me miró riendo y me lo
dijo sin más – Es que eres tonto, te lo has buscado tú solo-. Juro que intenté
pensar en algún comentario ingenioso para salir de esa airoso, pero simplemente
tuve que reconocerlo – Sí, ¡lo sé!- contesté riéndome. Era imposible no reírse
cuando Roxana se reía también. Podía darte la noticia más triste del mundo, que
si ella estaba sonriendo, tú sonreías también.
El viaje duró casi una hora y media y pasamos por muchos, muchos sitios.
Ella me iba explicando más o menos por dónde íbamos, aunque la verdad es que
casi todo lo que había alrededor eran campos. Aun así, tras los campos había
montañas, y las montañas formaban paisajes innumerables y admirables. La verdad es que el tiempo
se pasó rápido, y para cuando llegamos al lago donde paramos a comer ya me
había olvidado de la hora que era. El
lago estaba cerquísima ya de Vaslui, a unos 10km creo recordar.
Paramos por dos
motivos, porque teníamos hambre, y porque su tío no aguantaba más las ganas de
ir al baño. Nos habían preparado un bocadillo a cada uno, de algo que todavía
hoy no he querido saber que era. La verdad es que olía bien y sabía mejor aún. Tenía una textura parecida a la morcilla, se deshacía en la boca, pero no tenía el mismo sabor. En cualquier caso, al mirar dentro del bocadillo, decidí que era mejor comérselo con los ojos
cerrados… no os diré a qué me recordaba aquello.
Y hasta aquí hemos llegado por hoy. Mañana un poco más. Muchas gracias a todos los que me leéis. ¡Un saludo!
--;@
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