domingo, 17 de febrero de 2013

En silencio por ti (3)


Pues aquí está la tercera "entrega" de la historia. A estas alturas me gustaría decir que lo único inventado es la historia en sí. Los personajes no podrían ser más idénticos a los reales. Quizás por eso se me hace tan especial =)



Tardó casi una hora en llegar, creo que era su tío. Si me lo dijo no lo escuché. Pero sí recuerdo que al salir de las instalaciones del aeropuerto me quedé atónito ante el paisaje. “No se parece en nada a lo que uno está acostumbrado en España” pensé. Nos acercamos al coche y dejamos las maletas en el maletero. Era un coche relativamente antiguo, aunque no recuerdo siquiera qué marca era… pero sí que recuerdo que no tenía aire acondicionado… tal y como yo quería.
Ella se acercó a la puerta delantera del copiloto y yo tranquilamente me senté en el asiento de atrás a la derecha. En ese momento recordé que debía de hacer una llamada perdida a mi madre para hacerle saber que había llegado bien. Madres. Marqué el número mirando por la ventana todavía intentando acostumbrarme al paisaje y miré como la gente cruzaba la calle. Exactamente igual que haríamos aquí, pero aun así parecía diferente. Un tono, dos tonos, colgar. Suficiente para que supiera que había llegado bien. Me puse el cinturón y alcé el brazo hacia delante para tocar a Roxana en el hombro y recordarle que ella tenía que avisar también en casa, pero no estaba ahí sentada. Había salido del coche mientras yo llamaba y ahora abría mi puerta mientras me decía – muévete, que me voy a poner atrás contigo y tú a la derecha no puedes ir- Sonreí. Miré hacia arriba y ladeé la cabeza un poco. –ah, ¿no? Y eso… ¿Por qué? ¿La princesa tiene predilección por la parte derecha del coche?- le dije, burlándome un poco. Ella me miró, seria. Después se rió y se inclinó hacia delante tocándome la oreja con un dedo. – No, pero según recuerdo, el príncipe es sordo del otro oído- “Touché” pensé. Creo que me puse algo rojo por ese comentario. No me sentó mal ni nada parecido, de hecho me hizo gracia, pero no sabía si su tío lo había entendido y se estaba riendo de mí o si simplemente se reía porque no entendía nada.
Me desplacé al otro lado del coche y suspiré. Ella me miró riendo y me lo dijo sin más – Es que eres tonto, te lo has buscado tú solo-. Juro que intenté pensar en algún comentario ingenioso para salir de esa airoso, pero simplemente tuve que reconocerlo – Sí, ¡lo sé!- contesté riéndome. Era imposible no reírse cuando Roxana se reía también. Podía darte la noticia más triste del mundo, que si ella estaba sonriendo, tú sonreías también.

El viaje duró casi una hora y media y pasamos por muchos, muchos sitios. Ella me iba explicando más o menos por dónde íbamos, aunque la verdad es que casi todo lo que había alrededor eran campos. Aun así, tras los campos había montañas, y las montañas formaban paisajes innumerables y admirables. La verdad es que el tiempo se pasó rápido, y para cuando llegamos al lago donde paramos a comer ya me había olvidado de la hora que era. El lago estaba cerquísima ya de Vaslui, a unos 10km creo recordar.
Paramos por dos motivos, porque teníamos hambre, y porque su tío no aguantaba más las ganas de ir al baño. Nos habían preparado un bocadillo a cada uno, de algo que todavía hoy no he querido saber que era. La verdad es que olía bien y sabía mejor aún. Tenía una textura parecida a la morcilla, se deshacía en la boca, pero no tenía el mismo sabor. En cualquier caso, al mirar dentro del bocadillo, decidí que era mejor comérselo con los ojos cerrados… no os diré a qué me recordaba aquello.

Y hasta aquí hemos llegado por hoy. Mañana un poco más. Muchas gracias a todos los que me leéis. ¡Un saludo!

--;@

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