12.
No fue una
noche precisamente larga, pues el despertador tenía que sonar a las 8.00 para
poder aprovechar el día. Yo había dormido genial, seguro que había soñado algo
agradable, aunque no podía ni pùedo acordarme. Me desperté 10 minutos antes de que
sonara la alarma, un poco descolocado como siempre que duermes fuera de casa
la primera noche, y notando una extraña presión sobre el pecho. Roxana no había
conseguido echarme de la cama, pero había acabado por confundirme con una
especie de almohada y su brazo estaba medio abrazado a mi pecho y podía notar
como su pelo me hacía cosquillas en el cuello si me intentaba mover. Con la
única mano que tenía libre alcancé mi móvil y miré la hora. Faltaban 5 minutos
para levantarse. Tenía la intención de despertarla suavemente antes de que
sonara la alarma para evitar que se sobresaltara, pero al girar la cabeza para
mirarla la vi ahí, dormida, y sonriendo tan plácida…no pude hacerlo y quité
la alarma.
-Rox,
despierta- le dije moviéndola del brazo con suavidad –es la hora de levantarse,
que hay que aprovechar el día-. Yo habría esperado que gruñera, que se hiciera
la remolona y me costara Dios y ayuda levantarla. Pero no, ella tenía tantas
ganas como yo de ver las cosas y estar en su tierra y enseguida abrió los ojos
como platos. Salí de la habitación y oí como ella se despertaba del todo.
Supongo que miró su reloj y por eso se alarmó y alzó la voz. -¿Qué coño? Raúl que son las 9.00,
una hora más tarde de lo que habíamos di…-. No acabó la frase. Supuse que se
había incorporado en la cama y había visto lo de encima de su mesa. Una
bandeja con un tazón de leche calentita con colacao, acompañado de 5 magdalenas
jugosas y recién compradas sobre las que había una pequeña notita. “Buenos
días, Roxy Foxy, =)”. Así le llamaba yo a veces. Mientras ella
desayunaba yo me tomé la molestia de cerrar los cajones que la noche anterior
había dejado abiertos de la habitación de sus padres, coger un par de botellas
de agua para las mochilas y acabar de meter en nuestras mochilas las cosas que
íbamos a necesitar. Para cuando ella acabó de desayunar y arreglarse ya estaba
todo listo. – ¿Ves?- le dije –no pasa nada, al final salimos a la hora
prevista, las 10.00- sonreí contento mientras recogía su bandeja y la taza.
Como ya he dicho, fuera de casa soy la educación en persona e intenté fregar
su taza, pero no me dejó. Se negó rotundamente e insistió en hacerlo ella. Qué
menos. Cuando acabamos de arreglarnos nos plantamos en el recibidor. Ella
asintió con la cabeza y me indicó hacia la puerta. Palpé mis bolsillos, manía
personal, para ver si llevaba todo lo que tenía que llevar. Monedero, móvil,
piedra. Todo en su sitio. –Oh, sólo una cosa más, espera- dije mientras
rebuscaba en mi mochila. Saqué una cámara de fotos y me puse a su lazo
abrazándola con un brazo mientras sonreíamos a la cámara delante de la puerta.
–Es la foto de antes… y cuando volvamos, ¡la foto de después!- dije riendo
después de hacer la foto. – Estupendo, ¡venga vamos!- dijo entre risas. Y así,
en ese momento cuando salimos por la puerta, empezó el viaje propiamente dicho.
Miré hacia atrás, a la casa de la que prácticamente ya había hecho un lugar
para no olvidar aun con el poco tiempo que había pasado dentro. Pero qué
tiempo, ¿verdad? Sonreí para mis adentros y corrí un poco para alcanzar a Roxana. Me
puse a su lado y comenzamos a caminar. –Raúl- me dijo sin mirarme. Me pilló un
poco ausente, pero me enteré de que había dicho mi nombre.- ¿Qué?- le pregunté
curioso mirándola. Me devolvió la mirada, con lo que yo habría jurado que era
una sonrisa y contestó –Gracias-. Simplemente sonreí en contestación. Todavía
no tengo claro si lo dijo por el desayuno, o en general por estar ahí para
hacer ese viaje. Sinceramente, no necesito saberlo, con saber que le di al
menos un motivo para estar agradecida, ya me hace sonreír.
---;@
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