martes, 19 de febrero de 2013

En silencio por ti (5)


¡La quinta parte ya de la historia! Espero que la disfrutéis. =)

A penas tardamos 10 minutos en llegar a Vaslui. Tengo que reconocer que no era como me esperaba, aunque si me preguntáis no sabría decir qué es lo que esperaba… simplemente sé que eso no lo era. No era una ciudad grande, y tampoco parecía tener mucha gente. Cariñosamente la comparé con Teruel, quizá un poco más poblada. Me pareció una ciudad curiosa y dividida. Por el trayecto que hicimos en coche no pude observar mucho, pero sí lo suficiente para maravillarme con algunas cosas y no tanto de otras.Vaslui es una ciudad con dos caras, o al menos esa fue mi impresión, donde hay gente rica y gente no rica, por decirlo de alguna manera. Había edificios medio en ruinas, y edificios muy nuevos a pocos cientos de metros. Decidí no juzgar sin conocer y borré cualquier pensamiento al respecto de mi cabeza. Culturas diferentes, pensamientos diferentes. Mi cara esbozó una sonrisa mientras circulábamos por las calles. Roxana hablaba sin parar, señalaba a cientos de sitios, o bien para enseñarme algo o para contarme alguna anécdota sobre algo que le había ocurrido ahí cuando era pequeña. ¿Habéis visto alguna vez una niña de 10 años emocionándose al entrar en una tienda de juguetes señalando todo lo que le gusta? Pues Roxana era parecido... aunque no del todo igual. Cuando me indicaba un sitio y me hablaba, le brillaban los ojos, pero no sólo de una manera. Ilusión, sí, pero también nostalgia. ¿Qué cómo lo sé? Porque cada vez que señalaba a un sitio yo miraba por un segundo y luego la miraba a ella, medio a escondidas, porque disfrutaba más viéndola soñar despierta que con cualquier otra cosa en ese momento.

Am ajuns- dijo su tío girando una esquina. No sé si fue mis grandes conocimientos de latín lo que me hizo pensar que eso significaba que “ya habíamos llegado”, o si fue que el coche estuviera parando poco a poco… o que Roxana casi me deja sin mandíbula al girarse bruscamente para señalar su casa con una sonrisa de oreja a oreja. Ni ella se dio cuenta del golpe, ni yo pensaba en el dolor. El coche paró del todo y Roxana bajó rápidamente – ¡baja! ¡baja!- me alentó. Me quejé un poco, por costumbre, y salí del coche estirando los brazos y las piernas. Noté que aun llevaba la piedra y sonreí.
-No está mal- dije – está pasable, supongo…- la miré de reojo, mordiéndome un poco el labio de abajo para no romper a reír a carcajadas. Se rió –eres un “cappuio”- me dijo acto seguido intentando hacerse la ofendida y cogiendo su maleta del coche para dármela a mí –ahora me la llevas-. Cogí su maleta del asa y después la mía con la otra mano. En cierto modo ya había pensado en llevarle el equipaje, así que tampoco me molestó mucho el tener que llevarlo, y además sabía que incluso le molestaría más que lo hiciera sin rechistar. –Así que al final sí que eras princesa…- dije levantando su maleta. Creo que murmuró algo por lo bajo, pero no lo escuché.


La casa por fuera, por no faltar a la verdad, parecía muy vieja y poco conservada, pero una vez dentro la cosa cambiaba bastante. Sin duda lo que más me sorprendió fue la luminosidad de la casa, esas ventanas amplias que dejaban pasar tanta luz. “Seguro que así ahorran en electricidad” pensé. Las habitaciones no eran grandes, aunque tengo que dar gracias de que al menos los techos no fueran tan bajos como para que me diera con ellos. No esperaba que la casa estuviera tan bien por dentro, parecía nueva. Y aunque he dicho que lo que más me sorprendió fue la luminosidad, lo retiro, fue su habitación. La habitación de una persona te puede decir mucho de esta, y la verdad, a mi me gustó lo que vi en la de Roxana. La habitación era pequeña aunque estaba bien arreglada. Las paredes blancas y los muebles y el suelo de madera de color claro. Una ventana muy espaciosa al fondo con cortinas a tiras de color azul clarito, o al menos a mí me pareció azul clarito al verlas atravesadas por rayos de sol. No me quedó ninguna duda de que el color azul debía ser su favorito. La sábana de su cama, los cajones de los muebles, y hasta la silla que había al lado de la entrada eran de color azul, cada uno de una tonalidad diferente, pero que no desentonaba. La verdad es que me gustó esa habitación, pequeña pero acogedora y muy suya. Bueno… sólo había algo que no me acababa de gustar...

Para los más curiosos y curiosas, he de decir que esa habitación existe, y que todo lo que se diga sobre ella ¡es totalmente cierto! Mañana... más. =)
--;@

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