jueves, 21 de febrero de 2013

En silencio por ti (7)

¡La séptima parte! Perdón por el retraso... se me había olvidado por completo. =/


Salimos a la calle y el sol pegaba bastante fuerte. Se puso las gafas de sol y yo fruncí el ceño para protegerme un poco de tanta luz. Cerró con llave y comenzó a caminar, yo a su lado. Quizá fuera el sol reflejado en su cara, o quizá mi imaginación, pero creo que nunca la había visto tan feliz como en eso momento. No caminamos mucho, apenas a unos metros enfrente de su casa se paró al lado de un banco bajando la mirada hacia éste. –Este banco es muy importante- me dijo – a ver, no es el banco en sí, es lo que, bueno ya sabes…-. Le miré con expresión desconcertada pensando “pues no, no sé”. A veces le pasaba. Cuando estaba excitada por contar algo se hacía un lío en la cabeza y no sabía cómo explicarse. Era como si tuviera todas las palabras apiladas en la cabeza y no pudiera ponerlas en orden durante un momento. Sonreí un poco, y aunque no entendía el por qué, ese banco parecía realmente tener algún tipo de valor sentimental para ella. Me senté, estiré los brazos agarrándome al respaldo del banco por la parte de detrás y me puse cómodo. Me miró, le miré, y le hice un pequeño gesto para que se sentara ella también antes de hablarle  –He venido para ver las cosas bonitas e importantes de Rumanía y tú eres mi guía. Si para ti esto es importante, entonces para mí también lo es. Explícame-. 
Sonrió un poco, pareció relajarse al momento en el que se había sentado y entonces, con la mirada un poco perdida en ninguna parte comenzó a explicarme. Yo tampoco miraba a ningún sitio, cerré los ojos para escucharle mejor, para imaginármelo mejor. Me contó que desde siempre había sido como una tradición para ella el reunirse ahí, justo en frente de su casa con sus amigos de allí, los que vivían por su barrio “crucea garii”. Se ponían a comer a pipas hasta largas horas de la noche, hablando, riéndose y haciendo el tonto. Me contó cuantas horas y cuantos días había pasado ahí, y lo mucho que había disfrutado. Entonces pasó algo curioso. Yo no podía verla porque tenía los ojos cerrados, pero juro que lo sentí, sentí como sonreía… y sonreí yo también. En ese momento me pareció el mejor plan del mundo. Me pareció que no se le podía pedir más a la vida. En ese momento habría dado lo que fuera por tener un paquete de pipas que compartir con ella.
Estuvimos en total casi media hora ahí sentados, con mucha tranquilidad y ella contándome y contándome cosas que le venían a la cabeza de momentos que había pasado ahí. Podría haberla escuchado durante horas, pero me levanté. – vaaaa que se nos hace tarde y tienes que enseñarme muchas cosas- le dije estirando los brazos y las piernas. Ella se levantó también y comenzó a caminar, todavía con la sonrisa en la cara, todavía reviviendo aquellos momentos tan especiales que había vivido allí. Durante un tiempo, no hablamos nada. Dejé que ella siguiera soñando despierta y me limitaba a seguirla por las calles de Vaslui, fijándome en cualquier cosa y con la mente en otra parte. No sé durante cuánto tiempo estuvimos caminando, pero no importaba tampoco. Sé valorar el silencio cuando me lo otorgan y yo quise regalarle el mío en ese momento, aunque le habría preguntado mil cosas distintas.

Pues por hoy ya está. Espero que os haya gustado... ¡mañana más!

--;@

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