miércoles, 27 de febrero de 2013

En Silencio por ti (14 Final)


14... y final.


Apreté la mano de la piedra en un puño, cerré los ojos y respiré hondo aguantando el aire dentro unos segundos. Tenía algo de miedo, no sabía cómo iba a responder ella. Le cogí la mano, se la abrí y puse la piedra en su mano. – Toma pues- le dije –ahora que sabes lo que significa esa piedra me gustaría que te la quedaras…- tragué saliva, inconscientemente- me gustaría que pudieras sonreír cada vez que la veas- concluí. La miró un poco, en silencio y sin decir nada, yo desvié la mirada y volvía a enfocarla al horizonte. Si iba a decir o hacer algo que no me gustara no quería estar mirando. Llegué  incluso a pensar que iba a tirar la piedra al vacío o a reírse de mí. Nada más lejos de lo que pasó. Se me heló la sangre, se me cortó la respiración, si hubiera querido moverme en ese momento, no habría podido. Me besó en la mejilla -Gracias- me dijo. No entenderíais nunca lo que significaba ese beso para mí. Roxana es poco demostrativa de cariño. Por no dar, no me da ni dos besos cuando hemos quedado por ahí. Ese beso era un regalo suyo, de igual valor sentimental o más que la piedra. Aunque todavía tenía la cara de un bobo sonreí en mi interior. Se apoyó en mi hombro, ya estaba escondiéndose el sol. Al rozar el sol las montañas, las nubes de alrededor comenzaron a hacerse naranjas, los rayos de sol parecían lenguas de fuego que convertían en brillante oro todo el cielo que tocaban. Las sombras que caían en el valle a nuestros pies y en las laderas de las montañas iban alargándose y haciéndose más finas, más delicadas, hasta que al final desaparecían. El sol se escondía lento, pero imparable. El viento había parado, era todo silencio. Se apoyó un poco más en mi, empezaba a refrescar ahí arriba, y me quité la chaqueta, poniéndosela en la espalda y pasándole el brazo por encima para cogerla. Todavía se veía un poco de sol. No dijimos una sola palabra en todo el rato, ni una sola, ni falta que hacía.
Las nubes comenzaron a perder color, a hacerse poco a poco transparente e invisibles… hasta que el sol despareció del todo, y con él las nubes. No sé cuánto tiempo más estuvimos ahí, sin movernos ni un milímetro, buscando cada una de las estrellas que iban apareciendo moteando el firmamento. Miré a Roxana y la encontré con los ojos cerrados, otra vez dormida. Para cuando volví a mirar al cielo, ya había más estrellas de las que me atrevía a ponerme a contar y la luna iluminaba de forma tenue las faldas de las montañas que nos rodeaban. El paisaje era el mismo, seguía siendo espectacular aunque solo fuera por la inmensidad del cielo que se podía observar. Un sitio ideal, con una compañía ideal, en un momento perfecto. Si hubiera podido detener el tiempo en un momento de mi vida ese habría podido ser el más oportuno.
Y sólo entonces lo comprendí: Puede que nunca llegue a tener lo que busco, puede que tenga que guardarme esto tan fuerte que siento sólo para mí, que no tenga la oportunidad de compartirlo con ella. Puede que tenga que seguir escribiendo cartas que nunca enviaré, callarme canciones que lloraron al ser compuestas u olvidar sueños y sorpresas que harían de sí una historia. Puede que cada día la quiera más y no pueda demostrárselo como quisiera…pero siempre que la siga teniendo cerca, sea de la forma que sea, daré las gracias por este regalo que es ella.
La levanté con suavidad, y la llevé hacia el coche. Justo antes de llegar, despertó. Abrió sus grandes ojos marrones, brillando a la luz de la luna, y me miró los ojos. Y entonces, justo entonces… vi lo que yo que había querido ver. El amanecer.

Y aquí y así termina esta historia. Espero que os haya gustado y que hayáis disfrutado leyendo al menos una quinta parte de lo que yo disfruté escribiéndola. Muchísimas gracias a Roxana, sin quien esta historia no habría sido escrita jamás.


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En silencio por ti (13)


13.

Supongo que ahora esperaréis que os cuente como fue todo, a dónde fuimos, qué vimos y lo mucho que disfrute del paisaje y la compañía. Estaréis deseosos que os explique por qué tuvimos que irnos corriendo de Sighisoara mucho antes de lo previsto o cuánto le costó escalar la roca en Muntii Harghita y lo mal que quedé al intentar fardar de habilidades de escalador. Seguramente también querréis saber porqué acabé totalmente mojado de arriba abajo cuando pasamos por el Sfanta Ana y como tuve que cambiarme a escondidas la ropa mojada por la seca, con pillada incluida, y todo por culpa de la piedra que cogí el primer día; y cuantas veces dije “dios, impresionante” mientras estuvimos en el “Manastirea barsana”  y cómo ella criticó mi falta de originalidad para expresar asombro. La verdad es que fueron unos días llenos de mucho caminar y muchos paisajes y sitios preciosos, pero sobretodo, fueron unos días de mucha alegría y muchas risas. Pero no os los puedo contar, y no porque tenga algo que ocultar, sino porque estoy convencido que ni con mis mejores palabras podría ser justo a la hora de describirlo. Son sitios tan especiales, tan mágicos… y las vivencias que ofrecen tan únicas, que hay que ir allí y verlos en persona. Cada viaje, cada excursión, cada lugar que pisamos… son lugares incomparables que seguro crearán una historia diferente para cada uno de vosotros de los que os decidáis a ir, y os aseguro que valdrá la pena. Entonces, “¿Por qué estás contando esto?” os preguntaréis. Pues bien…porque el último día antes de irnos, paso algo que cambiaría totalmente mi vida, y eso sí que quiero compartirlo y puedo explicarlo bien.


Dejamos para el final lo mejor: Transfagarasan. Sin palabras. Carreteras kilométricas con unas curvas y un paisaje que hacían que te sintieras vivo. Si hay una carretera que te lleve al paraíso tiene que ser esa, sin duda. Por si alguna vez vais tomad nota de cómo se disfruta el viaje. Lo más importante es o ir en un descapotable o tener las ventanillas bajadas. Deja que el viento de la montaña se crezca al tiempo que tú aceleras y que golpee tu cara, siéntete vivo. Lo ideal es poder conducir tú, no digo que no se disfrute de copiloto, pero coger esas curvas con las manos agarradas al volante…es indescriptible. Es un total subidón de adrenalina. Oh, sí, un consejo más… no juegues a taparle los ojos al que conduce, intenta no caer al barranco.
Nosotros teníamos un cometido ya desde el principio del viaje: Llegar arriba del todo y esperar para ver el atardecer. En verdad yo le dije que prefería el amanecer, que me habría hecho mucha más ilusión ver eso que el atardecer que ya lo habíamos visto en el Copou, pero ella protestó muy enérgicamente porque no quería tirarse ahí horas y horas esperando y que luego había que volver y blablablá. Aun así fuimos sin prisa, disfrutando de cada kilometro, de cada curva, con la música puesta y viviendo la experiencia como si no hubiera mañana, como si fuera nuestro último día. Si las palabras libertad y felicidad tuvieran forma física, habríamos sido nosotros ese día. Llegamos arriba del todo cuando aún faltaba 1 hora para el atardecer. Dejamos el coche en un lado de la carretera donde no molestara e intentamos buscar el mejor lugar para sentarnos y esperar. –Ahí arriba- le dije señalando una pequeña roca. –Nooooo, escalar no- protestó ella. La miré frunciendo el ceño – Has venido aquí para ver el atardecer, ¿o para ver el atardecer de la manera más bonita posible? Yo soy el que sabe de cosas bonitas, tú sólo “eres” una- enfaticé. Se rió y accedió a dejarme liderar la situación, así que subimos a lo alto de la roca, fácilmente y sin percances, y nos pusimos lo más cómodos posible. Nos quedamos callados un momento, mirando el paisaje, mirando al horizonte, al infinito horizonte. Interminables montañas e inmensos valles con árboles que proyectaban sombras a capricho del sol que, irónicamente, también era el que le daba color al paisaje. – Es precioso- dijo ella. –Sí que lo es- contesté yo. Estaba todo tranquilo, lo único que yo podía oír era el viento rozando las montañas y los latidos de mi corazón, emocionado por las vistas y el momento de paz y armonía.
Entonces me metí la mano en el bolsillo. Ella me miró un poco y después miró al frente, sonriendo. – ¿Ha llegado el momento entonces?- me preguntó sin dejar de sonreír. Algo tembló dentro de mí por un momento, me quedé helado por un segundo. Reaccioné. –Sí, creo que sí- dije mientras sacaba la piedra del bolsillo, la piedra que había cogido en el lago el primer día. Me quedé contemplándola, sobre la palma abierta de mi mano, sonriendo y sin decir palabra. Ella esperó sin interrumpir mi silencio, lo agradecí mentalmente, giré hacia ella la mirada y finalmente expliqué: -Recuerda, te dije que era una tontería, que no lo entenderías- ella tan sólo asintió. –Pues bien, esta piedra la cogí el primer día, como sabes, y desde entonces ha estado con nosotros en todo momento, en todos los sitios. Estuvo en el Copou, estuvo cuando casi te tiro a la fuente, estuvo de cena, estuvo cuando tuvimos que salir corriendo de Sighisoara y por supuesto en Sfanta Ana... Y es una piedra, las piedras no olvidan. Así que ahora mismo, para mí, esta piedra significa todo lo que hemos vivido en este viaje, todos los momentos y paisajes, todo, todo grabado en esta piedra. Y aunque sé que suena a tontería, cada vez que mire esta piedra voy a recordar todo esto y voy a sonreír, sea cuándo y dónde sea. Por eso la cogí, ya sé que es una tontería- concluí la explicación y volví a mirar a la piedra un momento, después al horizonte infinito de nuevo. Hubo un pequeño silencio, pero ella no había dejado aun de sonreír. –No es una tontería, te entiendo- dijo, sin más, mirando a la piedra y después, como yo, al horizonte. –yo tampoco querría olvidar nada de lo que hemos vivido estos días- añadió.

Mañana más. ¡Queda poquito! =)

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martes, 26 de febrero de 2013

En silencio por ti (12)


12.


No fue una noche precisamente larga, pues el despertador tenía que sonar a las 8.00 para poder aprovechar el día. Yo había dormido genial, seguro que había soñado algo agradable, aunque no podía ni pùedo acordarme. Me desperté 10 minutos antes de que sonara la alarma, un poco descolocado como siempre que duermes fuera de casa la primera noche, y notando una extraña presión sobre el pecho. Roxana no había conseguido echarme de la cama, pero había acabado por confundirme con una especie de almohada y su brazo estaba medio abrazado a mi pecho y podía notar como su pelo me hacía cosquillas en el cuello si me intentaba mover. Con la única mano que tenía libre alcancé mi móvil y miré la hora. Faltaban 5 minutos para levantarse. Tenía la intención de despertarla suavemente antes de que sonara la alarma para evitar que se sobresaltara, pero al girar la cabeza para mirarla la vi ahí, dormida, y sonriendo tan plácida…no pude hacerlo y quité la alarma.

-Rox, despierta- le dije moviéndola del brazo con suavidad –es la hora de levantarse, que hay que aprovechar el día-. Yo habría esperado que gruñera, que se hiciera la remolona y me costara Dios y ayuda levantarla. Pero no, ella tenía tantas ganas como yo de ver las cosas y estar en su tierra y enseguida abrió los ojos como platos. Salí de la habitación y oí como ella se despertaba del todo. Supongo que miró su reloj y por eso se alarmó y alzó la voz. -¿Qué coño? Raúl que son las 9.00, una hora más tarde de lo que habíamos di…-. No acabó la frase. Supuse que se había incorporado en la cama y había visto lo de encima de su mesa. Una bandeja con un tazón de leche calentita con colacao, acompañado de 5 magdalenas jugosas y recién compradas sobre las que había una pequeña notita. “Buenos días, Roxy Foxy,  =)”. Así le llamaba yo a veces. Mientras ella desayunaba yo me tomé la molestia de cerrar los cajones que la noche anterior había dejado abiertos de la habitación de sus padres, coger un par de botellas de agua para las mochilas y acabar de meter en nuestras mochilas las cosas que íbamos a necesitar. Para cuando ella acabó de desayunar y arreglarse ya estaba todo listo. – ¿Ves?- le dije –no pasa nada, al final salimos a la hora prevista, las 10.00- sonreí contento mientras recogía su bandeja y la taza. Como ya he dicho, fuera de casa soy la educación en persona e intenté fregar su taza, pero no me dejó. Se negó rotundamente e insistió en hacerlo ella. Qué menos. Cuando acabamos de arreglarnos nos plantamos en el recibidor. Ella asintió con la cabeza y me indicó hacia la puerta. Palpé mis bolsillos, manía personal, para ver si llevaba todo lo que tenía que llevar. Monedero, móvil, piedra. Todo en su sitio. –Oh, sólo una cosa más, espera- dije mientras rebuscaba en mi mochila. Saqué una cámara de fotos y me puse a su lazo abrazándola con un brazo mientras sonreíamos a la cámara delante de la puerta. –Es la foto de antes… y cuando volvamos, ¡la foto de después!- dije riendo después de hacer la foto. – Estupendo, ¡venga vamos!- dijo entre risas. Y así, en ese momento cuando salimos por la puerta, empezó el viaje propiamente dicho. Miré hacia atrás, a la casa de la que prácticamente ya había hecho un lugar para no olvidar aun con el poco tiempo que había pasado dentro. Pero qué tiempo, ¿verdad? Sonreí para mis adentros y corrí un poco para alcanzar a Roxana. Me puse a su lado y comenzamos a caminar. –Raúl- me dijo sin mirarme. Me pilló un poco ausente, pero me enteré de que había dicho mi nombre.- ¿Qué?- le pregunté curioso mirándola. Me devolvió la mirada, con lo que yo habría jurado que era una sonrisa y contestó –Gracias-. Simplemente sonreí en contestación. Todavía no tengo claro si lo dijo por el desayuno, o en general por estar ahí para hacer ese viaje. Sinceramente, no necesito saberlo, con saber que le di al menos un motivo para estar agradecida, ya me hace sonreír. 


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lunes, 25 de febrero de 2013

En Silencio por ti (11)


¡Y otro trocito más! Que os guste.


Cuando llegamos a su casa, de todas maneras ya no faltaba tanto para la media noche. El cielo estaba tranquilo y despejado, se podían ver algunas estrellas que miraban la escena desde el cielo; la luna, llena y redonda, les vigilaba desde un lado, medio escondida tras una nube. Abrió la puerta de la casa y pasamos a oscuras riendo por lo bajo, a pesar de que no había nadie más en la casa. –A la cocina, que tengo sed- dijo ella tanteando la pared para no chocarse con nada más. Encendí la luz de la cocina al entrar, caminando inmediatamente a por dos vasos y la botella de agua. Mientras llenaba los vasos ella se sentó en la mesa y puso cara de fastidio. Le serví el agua y me senté a su lado – ¿qué pasa?- dije justo antes de pegar un buen trago de agua. Ella bebió también y puso cara de desgana –naaaaaaaaaaaada, que no hemos hecho ninguna cama y hay que poner las sábanas y todo eso-. Sinceramente a mí tampoco me hizo ninguna gracia y gruñí. Estaba cansado del viaje, de caminar, de todo, y si ni en mi casa me nacía hacerme la cama…imagínate fuera de ella. Pero claro… -Está bien, vamos- dije poniéndome de pie en medio salto. Fuimos a su habitación y le ayudé a hacer su cama, sabanas azules, cómo no. Me habría reído o habría hecho algún comentario ingenioso al respecto, pero solo podía pensar en dormir. No sé si tardamos tanto en hacer la cama por eso mismo, o porque es una de esas malditas camas pegadas a la pared en las cuales no puedes evitar rasgarte los dedos al intentar poner las sábanas en esa parte. Fuera como fuere por fin la dejamos lista y después de un pequeño resoplo me dijo –espera, voy a sábanas para la otra cama, están en la habitación de mis padres, creo-. Me senté, cansado, esperando a que me llamara o viniera con las sábanas. No tenía ni idea de dónde iba a dormir, ni se lo había preguntado ni me importaba…sólo quería una cama y unas sábanas limpias. Estaba sentado, pensando en lo bien que me lo había pasado ese día y lo prometedor del día siguiente. Mirando su habitación ahora con más detenimiento, no por nada, sino porque no tenía nada que hacer, me di cuenta de que no era tan desordenada como yo pensaba. Hasta tenía los libros ordenados por colecciones y tamaño. Al cabo de casi 20 minutos me asaltó una duda existencial de primer orden. ¿Cuánto se puede tardar en encontrar unas sábanas? Reí por dentro y me levanté para buscar a Roxana. Lógicamente mi primera idea fue ir a la habitación de sus padres, y en efecto, ahí la encontré. Los armarios abiertos y ella tirada en la cama, boca abajo dormida, totalmente vencida por el cansancio y desde luego… sin mis sábanas. Me acerqué y le toqué el brazo, susurrando su nombre, pero no se movió. Estaba bien dormida. Miré primero si encontraba las sábanas, pero pensé que era mejor dejarla a ella en su cama y seguir yo después con la búsqueda. Le di la vuelta, deslicé los brazos por debajo de sus piernas y el cuello, levantándola con cuidado y despacio para no despertarla. Pese a lo mucho que ella se quejaba continuamente, no pesaba tanto, y así la lleve hasta su cuarto.
No sé exactamente como lo hice, pero conseguí, al ponerme un poco de cuclillas, sujetarla cómodamente con un brazo, mientras con el otro retiraba la sábana de su cama para poder meterla dentro. Iba en shorts y camiseta de manga corta, así que pensé que tampoco le hacía falta un pijama, que por otra parte seguro que sería feo o gracioso y digno de comentar. Le quité las zapatillas y la tapé con la sábana intentando ponerla en alguna cómoda postura. Supongo que no debía de ser una postura cómoda aquella en la que le puse porque la despertó un poco y balbuceó algo, en esa fase en la que estás medio despierto o medio dormido, que quieres decir algo, pero lo quieres decir cuanto antes para poder seguir durmiendo. -¿Qué?- Le pregunté, acercándome para oírla. –Que te quedes aquí- sentenció antes de volverse a dormir, después de girarse contra la pared y dejarme casi media cama. Y digo casi, porque Roxana tenía esa bonita costumbre de dormir plegada en las piernas de manera que ocupaba bastante más de lo normal. Me quité las zapatillas y estiré los brazos hacia los lados para relajarlos. Después la tapé del todo y me tumbé encima de las sábanas con los brazos detrás de la cabeza, mirando al techo. La miré, la vi dormida, tan bonita, tan tranquila, tan de cristal… os puedo asegurar que me habría quedado mirándola, pero el sueño podía conmigo. Miré por la ventana y pensé: “Bonita noche”. Y no me refería a la que había fuera.

Mañana más =)

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domingo, 24 de febrero de 2013

En silencio por ti (10)


Décima parte de la historia. Por petición de una lectora amiga mía voy a explicar brevemente que en Rumanía no se comen bocadillos tal cual, como puede parecer después de leer un fragmento de mi historia, sino que comen "sandwiches". Pero tienen pan y tienen comida, y si los juntan a petición de alguien (¿alguno de los protagonistas quizá?), entonces forman BOCADILLOS.

Espero que ya puedas dormir tranquila, querida lectora.


El primer plato, en verdad, no tenía nada de especial. Era una ensalada bastante abundante, con tomate, pepinos y hasta cebolla. Sí, yo odio la cebolla, lo sé… pero en ese momento… ¿sabéis qué? Todo me sabía bien. –Espero que no te importe que haya pedido por ti- le dije pinchando un poco de ensalada con el tenedor. Le sonreí al camarero que traía la jarra de cerveza bien fría y la cogí para servirle un vaso a ella. Demasiada espuma, pero no se quejó. – No, no. Por ahora bien, ya veremos el segundo.- comentó ella, empezando a comerse tranquilamente su ensalada. Como ya he dicho el restaurante estaba medio vacío, apenas había 5 personas más a parte de nosotros. De todas maneras podría haber estado lleno, que hubiera dado igual. Para mi no había nadie más. Nos reímos mucho durante el primer plato y debíamos de estar realmente sedientos, porque la jarra de cerveza duró menos de lo esperado, obligándome a pedí otra. No sé muy bien sobre qué empezamos hablando, pero acabamos contando cosas de cuando éramos pequeños, caídas, momentos vergonzosos y graciosos. La cosa era seguir riendo, y eso ella lo hacía muy bien.
En honor a la verdad debo decir que alguna de las historias que conté, las exageré… y otras simplemente tenían de verdad lo justo. Pero si vosotros la vierais sonreír… entenderías que todo valía.
-Ahí viene el segundo plato- dijo ella girándose un poco. Velozmente le cogí de la mano, tirando un poco. – ¡No mires! Es una sorpresa. Bueno, algo así- vacilé. – No es una sorpresa, pero no sé… no te gires- Le solté la mano, ella entornó los ojos y espero tranquilamente con un “vaaaaaaale” tan exagerado como las historias que le acababa de contar. Cerró los ojos para seguirme el juego y espero a tener el plato delante de ella. Respiró hondo, levantó una ceja. –Huele bien- dijo –me suena bastante- se paró a pensar. Estiré los brazos y corté un trozo de lo que había en su plato, le dije que abriera la boca y aunque al principio se resistió como era de esperar, al final abrió la boca, todo por seguirme el juego y le acerqué el tenedor. Se acercó muy lentamente, con miedo casi, y al final mordió. –“Ohmygod”- abrió los ojos de par en par – ¡es “mici”! ¡Esto me encanta!- dijo contenta. Sonreí, había elegido bien, menos mal. Me gustaría poder decir que el postre fue todavía más espectacular, pero no lo fue. Mis planes no habían llegado tan lejos, y eso fue todo lo que pude hacer.
Disfrutó comiendo, eso era indiscutible, le brillaban los ojos. Debo de reconocer que el “mici” está delicioso, especialmente acompañado de patatas fritas. No es la típica carne picada que consumimos en España, eso lo puedo asegurar. Tiene mucho más sabor y posiblemente algún ingrediente del que no estoy seguro quiero saber su nombre. Yo y la comida.
Pagamos la cuenta a medias y le di las gracias al camarero, tanto por el servicio como por no habernos cobrado la segunda jarra de cerveza, la cual por cierto cayó entera también. Supongo que os preguntaréis por qué no pagué yo la cuenta entera, gesto típico de un caballero. Creerme, lo intenté, pero Roxana se negó en rotundo, casi hasta enfadarse.
Así que ahí estábamos, en mitad de la calle y un poco más contentos de lo normal. Comenzamos a caminar, yo le seguía, tranquilamente, imaginando que volveríamos andando a casa. Se perdió. De pronto se paró en mitad de la calle y comenzó a reírse. Yo no lo entendía. – Me he perdido- dijo –creo que me he perdido-. La miré un poco sorprendido, pero la verdad es que me dio igual. – Querrás decir perdido- marqué bien la “r” de perdido tal y como debe sonar. –¡Si es lo que digo! – protestó- lo digo perfectamente bien y lo sabes-. Me reí, se rió. Negué con la cabeza y repetí –perdido. Se dice así, perdido. Perdido- vocalicé exageradamente y ella volvió a protestar – que lo digo bien… ¡joder!- dijo agitando el brazo hacia mí. Me aparté y comenté una vez más: - Sí, como pera y perra, jajaja – reí y corrí. Sí, corrí porque Roxana empezó a seguirme con la clara intención de querer pegarme. No hacía muchos días que me había estado burlando de ella porque no sabía pronunciar la "r" adecuadamente y casualmente todo empezó por la palabra pera, que ella hace sonar parecido a perra.
No sé si fue el alcohol en el cuerpo o que jugaba en casa, pero corría más de lo que la he visto correr en mi vida. Agarré mi mano a una farola para dar una vuelta de 180 grados en mitad de carrera. Me habría quedado genial, pero tropecé con el bordillo y nos chocamos estrepitosamente cayendo al suelo. Fue un golpe no muy doloroso en verdad, pero íbamos rápido y fue inesperado. Además debo de recordar que habíamos bebido un poco de más…así que ahí estábamos, tirados en el suelo, riéndonos. Yo había caído primero, que ya iba embalado, y ella había caído después cayendo perpendicularmente sobre mí. Es decir, me estaba chafando. Ambos intentamos hablar en algún momento, pero no pudimos, sólo nos salía reír. ¿Qué fueron, 5 minutos? ¿Quizá 10?... Al final tuve que pedirle que se levantara, ya casi no podía ni respirar. Gruñó un poco diciendo que se había manchado los pantalones. –Pero ¡qué dices! Si llevas shorts…- contesté yo. Volvimos a reír. Realmente no parecía importarle mucho, al fin y al cabo, tenía 14 pares de vaqueros en casa, siempre podía hacer más shorts con ellos. Decidimos hacer una excepción en cuanto al gasto de dinero innecesario y cogimos un taxi para volver a casa. Ella sigue diciendo que era porque se hacía tarde y nos habíamos hecho daño…yo sigo pensando que no sólo se había perdido, sino que no sabía volver. 

Mañana más. Aprovechad el domingo que los lunes siempre se hacen pesados.


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sábado, 23 de febrero de 2013

En Silencio por ti (9)


Novena parte. 


Miré una vez más hacia atrás y me juré que volvería a aquel lugar tan espectacular. Enseguida volvió a hablar animada, contándome más cosas del parque y de lo mucho que echaba de menos un sitio así en Valencia. “Normal”, pensé. -¿A dónde vamos ahora?- le interrumpí cuando hizo una pausa para respirar. –A cenar, que ya es tarde- me dijo sin dejar de caminar y cruzando la calle. -¿¡Qué!? Si son sólo las ocho…- y caí en la cuenta. Eso era Rumanía y en verdad era hasta tarde para ella. Suspiré y levanté los brazos en señal de protesta. –BAH!- fue mi comentario estrella –tú y tus cosas raras- le dije mientras la seguía. –aaaaaah, te jodes, mi país, mis cosas- me dijo sonriendo. La miré frunciendo el ceño –¿Eh?- fue mi réplica, a la altura de la suya… -“Wtf”, que te calles y me sigas. ¿Te acuerdas del restaurante que te dije esta mañana? – me miró esperando contestación. – te he dicho- Respondí. Me miró confundida – que me has dicho ¿el qué?- preguntó. Yo reí, a veces era tan graciosa. – que se dice: “te he dicho”, no: “te dije”- dejé caer. –Ah- fue todo lo que dijo al respecto. –Pero ¿Te acuerdas o no? – insistió ella parándose en una esquina. –No- mentí –no me acuerdo-. Miré alrededor como si eso tuviera que servirme para orientarme o recordar mejor. Ella me dio un suave golpe con el codo. –da igual, porque ya estamos- dijo señalando al restaurante “Bella Roma Copou”. Entramos al restaurante y un camarero se nos acercó. -o masa pentru doua persoane- dijo ella rápidamente. Sonreí e intervine breve pero necesariamente – pe numele lui Raúl Hervás- .

Roxana me miró entre sorprendida y preocupada, pensaría que estaba loco. El camarero, sin embargo, entendió perfectamente y habló en un inglés fácil de entender – of course, sir Hervás, this way-. La cara de Roxana no tenía precio y yo seguía sonriendo. Pasamos a una mesa que se encontraba en una esquina del local. No había casi gente, era de esperar, pero aun así había preferido que nos reservaran la mesa más alejada del resto. Roxana todavía no podía hablar cuando llegamos a la mesa. Yo, por mi parte, llevaba media hora pensando si retirarle la silla para que se sentara, o si iba a pensar que era un idiota. Realmente me llevó más tiempo pensarlo de lo que me costó decidirme. “¿Qué importa? Sé tú mismo, Raúl, haz lo que te nazca”. Le retiré la silla un poco, para que se sentara, y me reí. Quizá la situación nerviosa o quizá por no tener nada mejor que hacer, ella rió también y yo me alegré. Nos sentamos pues los dos. – ¿Algo más que deba saber?- me preguntó cruzada de brazos. –Dios mío, estás loco, ¿cómo lo has hecho, cómo sabías?- me preguntó de sopetón, sin dejarme contestar, aun abrumada y sin saber muy bien cómo reaccionar, mientras se quitaba el bolso y lo dejaba en la silla de al lado. Estábamos uno enfrente del otro y sonreí, sonreí mucho, como cualquiera sonríe cuando algo le sale bien. –Bueno, es posible que haya algo más que debas saber, pero no te lo voy a decir- le contesté sin poder dejar de sonreír. Fue a decirme algo, posiblemente a quejarse por la cara que puso. Pero entonces llegó el camarero y nos trajo algo de beber. Dos cócteles rojos y con azúcar en el borde de la copa, rematados con una sombrillita enganchada entre hielo y hielo –Pruébalo- le dije – están riquísimos, de verdad-. Suspiró, dándose casi por vencida y probó un poco. – Sí, está bueno, blablablá. Ahora dime cómo lo sabías…-  Me di cuenta de que no se iba a dar por contenta hasta que se lo dijera, y realmente… ¿por qué no se lo iba a contar? Le di un sorbo a mi cóctel, medio para aclarar la garganta, medio para hacerme el interesante; me encogí de hombros y le expliqué –no lo sabía. No tenía ni idea. Elegí un restaurante sin más y reservé-. Me miraba boquiabierta y desconcertada, seguí hablando. –Mira, es muy fácil… reservé aquí pensando que sería un bonito detalle contigo- entonces ella me interrumpió –Sí, vale. Pero… hay un montón de restaurantes en Vaslui, ¡¿cómo sabías que vendríamos a éste?!-. Le di otro sorbo al cóctel  –No lo sabía, Rox. Pensé que si no salía, daba igual, nunca te ibas a enterar. Y si el destino decidía traernos aquí, entonces genial. Simplemente arriesgué. ¡Mira! El primer plato, espero que te guste- terminé, sacándole la lengua, haciéndole ver que por absurdo que sonara, lo que había dicho era toda la verdad. O casi. A veces me daba por hacer cosas así. Solía decir que se me iba la pinza, pero más bien era todo lo que llevo dentro intentando salir de alguna manera, una necesidad inexplicable de volcar lo que siento y mis emociones en forma de algún gesto o detalle. Una vez, alguien muy cercano a mi me dijo: “Estar contigo tiene que ser una aventura cada día”. Recordar eso me hace feliz, y me empuja a seguir siendo así.

Mañana más, aunque no sé a qué hora porque tengo un día un poco movidito. Espero que os esté gustando. =)

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viernes, 22 de febrero de 2013

En silencio por ti (8)

La Octava parte de la historia. Espero que os guste =)



Delante de mí había un jardín enorme con muchísimos tipos diferentes de árboles y plantas que además parecían estar totalmente organizados para que el lugar fuera poco menos que perfecto. En una palabra… era precioso. Aquí sí que supe qué quería decir...pero no lo dije. – Dios, qué bonito…- fue lo único que fui capaz de decir. Debió ver en mi cara la sinceridad y lo muy asombrado que estaba porque ella sonrió orgullosísima. –Es el parque “Copou”, es el más bonito de toda Rumania, el mejor cuidado- me dijo mientras caminaba al interior y me invitaba a seguirla con un movimiento de mano. La seguí, todavía maravillado de lo bonito de aquel lugar. Esas hileras de árboles y plantas que parecían no tener fin, esas filas de bancos también, donde seguro que mucha gente se tiraba horas y horas sentados para contemplar ensimismados la belleza del lugar. Podría describir en gran parte lo maravilloso de aquel lugar, pero si digo la verdad… no creo que pudiera ser justo, es demasiado bonito para describirlo con tan sólo palabras. Lo que sí diré es que paseamos largo rato, hasta más tarde del atardecer. Que caminar con ella por aquel parque fue una sensación que no olvidaré en mi vida, tanto por el lugar, como por la compañía. Una mezcla que fácilmente me atrevería a describir como mágica. ¿Que qué pensé cuando nos paramos en mitad del parque para ver el atardecer? Si aun pensáis que en ese momento yo pensé algo es que no habéis entendido nada. Yo ahí no pensé… sentí.

Podríamos habernos ido antes, pero el parque es enorme y había mucho que ver y realmente aun no estaba entrada la noche, había que hacer tiempo. En el Copou no sólo hay árboles, también hay pequeños estatuas y cosas así. Y por supuesto… hay fuentes.
-¡Ah! ¿Qué haces?- protesté sobresaltado cuando noté de repente una mano húmeda y fría en la nuca. Me giré enfadado. Ella se reía con ganas, yo no pude evitarlo, me reí también. –Jajaja, muy graciosa. Prepárate – y comencé a correr hacia ella. Ella soltó un pequeño grito e intentó huir corriendo alrededor de la fuente. Era una fuente con una especie de estatua de dragones por cuya boca salía agua. Tardé un poco, pero finalmente le alcancé y sin pensarlo ni un momento la levanté del suelo horizontalmente. -¿sabes dónde vas a ir a parar, verdad? – le dije sonriendo tranquilamente. Se reía, pero empezó a patalear. – NO. No lo harás, para Raúl- pero seguía riendo. No pesaba nada, no me costó mucho acercarla al agua de la fuente, lo justo para que no se mojara, pero que se pusiera nerviosa. –Sí lo haré. Tú me has mojado, cada acción tiene sus consecuencias- le dije todavía sonriendo. Alargó las manos y se agarró a mi cuello, apretándose todo lo que pudo contra mi pecho. Bajó la voz, ya no pataleaba ni gritaba que la bajara  – Por favor, bájame Raúl-. Me lo dijo bastante tranquila, casi al oído. Un escalofrío recorrió toda mi espalda. Seguramente fue el agua fría en la nuca, ¿no?. Suspiré y moví los brazos fuera de la fuente. Se despegó de mí, y todavía en mis brazos, me miró. Yo le miré. En ese momento no recuerdo en qué estaba pensando, pero fuera lo que fuera ella me despertó del estado de trance. -  ¿Me bajas?-. La posé de nuevo en el suelo y sacudí mi cabeza para despejarme, me había quedado un poco atontado. Ella se sacudió la camiseta y me miró –Idiota-. Reí. Ella comenzó a caminar, la seguí y salimos del parque.

Mañana más.

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jueves, 21 de febrero de 2013

En silencio por ti (7)

¡La séptima parte! Perdón por el retraso... se me había olvidado por completo. =/


Salimos a la calle y el sol pegaba bastante fuerte. Se puso las gafas de sol y yo fruncí el ceño para protegerme un poco de tanta luz. Cerró con llave y comenzó a caminar, yo a su lado. Quizá fuera el sol reflejado en su cara, o quizá mi imaginación, pero creo que nunca la había visto tan feliz como en eso momento. No caminamos mucho, apenas a unos metros enfrente de su casa se paró al lado de un banco bajando la mirada hacia éste. –Este banco es muy importante- me dijo – a ver, no es el banco en sí, es lo que, bueno ya sabes…-. Le miré con expresión desconcertada pensando “pues no, no sé”. A veces le pasaba. Cuando estaba excitada por contar algo se hacía un lío en la cabeza y no sabía cómo explicarse. Era como si tuviera todas las palabras apiladas en la cabeza y no pudiera ponerlas en orden durante un momento. Sonreí un poco, y aunque no entendía el por qué, ese banco parecía realmente tener algún tipo de valor sentimental para ella. Me senté, estiré los brazos agarrándome al respaldo del banco por la parte de detrás y me puse cómodo. Me miró, le miré, y le hice un pequeño gesto para que se sentara ella también antes de hablarle  –He venido para ver las cosas bonitas e importantes de Rumanía y tú eres mi guía. Si para ti esto es importante, entonces para mí también lo es. Explícame-. 
Sonrió un poco, pareció relajarse al momento en el que se había sentado y entonces, con la mirada un poco perdida en ninguna parte comenzó a explicarme. Yo tampoco miraba a ningún sitio, cerré los ojos para escucharle mejor, para imaginármelo mejor. Me contó que desde siempre había sido como una tradición para ella el reunirse ahí, justo en frente de su casa con sus amigos de allí, los que vivían por su barrio “crucea garii”. Se ponían a comer a pipas hasta largas horas de la noche, hablando, riéndose y haciendo el tonto. Me contó cuantas horas y cuantos días había pasado ahí, y lo mucho que había disfrutado. Entonces pasó algo curioso. Yo no podía verla porque tenía los ojos cerrados, pero juro que lo sentí, sentí como sonreía… y sonreí yo también. En ese momento me pareció el mejor plan del mundo. Me pareció que no se le podía pedir más a la vida. En ese momento habría dado lo que fuera por tener un paquete de pipas que compartir con ella.
Estuvimos en total casi media hora ahí sentados, con mucha tranquilidad y ella contándome y contándome cosas que le venían a la cabeza de momentos que había pasado ahí. Podría haberla escuchado durante horas, pero me levanté. – vaaaa que se nos hace tarde y tienes que enseñarme muchas cosas- le dije estirando los brazos y las piernas. Ella se levantó también y comenzó a caminar, todavía con la sonrisa en la cara, todavía reviviendo aquellos momentos tan especiales que había vivido allí. Durante un tiempo, no hablamos nada. Dejé que ella siguiera soñando despierta y me limitaba a seguirla por las calles de Vaslui, fijándome en cualquier cosa y con la mente en otra parte. No sé durante cuánto tiempo estuvimos caminando, pero no importaba tampoco. Sé valorar el silencio cuando me lo otorgan y yo quise regalarle el mío en ese momento, aunque le habría preguntado mil cosas distintas.

Pues por hoy ya está. Espero que os haya gustado... ¡mañana más!

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miércoles, 20 de febrero de 2013

En silencio por ti (6)



Sexta parte de la historia.



-Jajajaja- reí -¿en serio? – le dije mientras sujetaba mi abdomen con las manos como si de tanto reír fuera a partirme en dos. – ¡De qué te ríes idiota!- me contestó alzando la voz, creo que sin saber si enfadarse o reírse también conmigo. Al final optó por reírse también, al menos un poco. – Dímelo, venga, ¿De qué te ríes tú ahora?- me preguntó, mirando alrededor, quizá buscando ella misma algo que pudiera explicar mi risa, la cual en verdad tampoco tenía mucho motivo. Simplemente lo vi y me hizo gracia, mucha gracia.-Nada, nada… que no te imaginaba yo a ti… con un peluche de Mini- dije entre risas mientras señalaba a un muñeco que colgaba de la estantería de encima de su cama. –Pero oye, que no pasa nada, cada uno tiene sus gustos…- le dije sin poder dejar de sonreír. Ella se puso seria, y por un momento llegué a creer que se había enfadado. Se dio la vuelta y resopló un par de veces. Me acerqué para pedirle perdón, ¿le habría molestado? –Oye Roxy, lo sient…- no pude ni acabar la frase, se giró con un almohadón en la mano y me lo estampó en la cara riéndose, blandiendo el almohadón repetidamente contra mí como si de una espada se tratara.-¡Eso te pasa por meterte con mis peluches!- me dijo sin poder aguantar la risa. –Mini es feísima- dije mientras me protegía con los brazos de los golpes. Ella me pegó aún más. – ¡Ni siquiera sabe conjuntar!- protesté –¡va de naranja y verde!- Arremetió contra mí una vez más. – ¡Qué te calles! ¡Qué sabrás tú de conjuntar!- me dijo. Y qué razón tenía. ¿Qué sabré yo? Decidí que ya me había pegado bastante y con un movimiento rápido le cogí de la mano con suavidad y tiré de ella haciéndola rotar, quedando ella de espaldas delante de mí y yo cogiendo sus dos manos para que no me pudiera pegar. – Está bien, lo retiro. Mini está muy guapa, como tú- lo dejé caer, así como dejas caer algo que ni siquiera has pensado, simplemente te ha nacido decirlo así.
Se quedó callada un segundo, aunque pareció casi un minuto. Después simplemente pretendió salir airosa con un “ja-ja”.  La dejé ir y me empujó fuera de su cuarto para seguir enseñándome la casa. Yo creo que aun hoy se pregunta si lo de guapa como tú lo dije en serio o si lo dije con sarcasmo. Quizá algún día se lo diga, quizá lo adivine sola, es lista.

Me enseñó el resto de la casa, de la cual no recuerdo nada más a destacar. Todo lo demás era normal. Muebles de madera, ventanas, lámparas... ese tipo de cosas que hay en las casas. Volvimos a la cocina, donde me ofreció un vaso de agua. Le pedí otro y me sugirió “amablemente” que me lo sirviera yo. No le culpo, no tenía sed y lo había pedido por fastidiarla un poco. Ahí me pilló, pero fingí que no, poniéndome otro vaso de agua y bebiéndomelo sin más. -¿Qué plan hay para hoy?- le pregunté mientras fregaba el vaso que acababa de usar. Quizá en mi casa no sea el hijo más ejemplar, pero cuando estoy en casa ajena soy la perfección de la educación. Miró al techo un momento, pensativa, y al poco rato me dijo – hoy te enseñaré un poco Vaslui y tal, y mañana por la mañana ya iremos a algún sitio de esos que te enseñé en las fotos-. Sonreí ampliamente. La verdad es que me apetecía mucho ver todo aquello y no se me ocurría ninguna persona mejor con la que verlo que con ella.

Y mañana más. Diligentemente subiré la séptima parte. Me pregunto si todavía tendrá ese peluche ahí...


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martes, 19 de febrero de 2013

En silencio por ti (5)


¡La quinta parte ya de la historia! Espero que la disfrutéis. =)

A penas tardamos 10 minutos en llegar a Vaslui. Tengo que reconocer que no era como me esperaba, aunque si me preguntáis no sabría decir qué es lo que esperaba… simplemente sé que eso no lo era. No era una ciudad grande, y tampoco parecía tener mucha gente. Cariñosamente la comparé con Teruel, quizá un poco más poblada. Me pareció una ciudad curiosa y dividida. Por el trayecto que hicimos en coche no pude observar mucho, pero sí lo suficiente para maravillarme con algunas cosas y no tanto de otras.Vaslui es una ciudad con dos caras, o al menos esa fue mi impresión, donde hay gente rica y gente no rica, por decirlo de alguna manera. Había edificios medio en ruinas, y edificios muy nuevos a pocos cientos de metros. Decidí no juzgar sin conocer y borré cualquier pensamiento al respecto de mi cabeza. Culturas diferentes, pensamientos diferentes. Mi cara esbozó una sonrisa mientras circulábamos por las calles. Roxana hablaba sin parar, señalaba a cientos de sitios, o bien para enseñarme algo o para contarme alguna anécdota sobre algo que le había ocurrido ahí cuando era pequeña. ¿Habéis visto alguna vez una niña de 10 años emocionándose al entrar en una tienda de juguetes señalando todo lo que le gusta? Pues Roxana era parecido... aunque no del todo igual. Cuando me indicaba un sitio y me hablaba, le brillaban los ojos, pero no sólo de una manera. Ilusión, sí, pero también nostalgia. ¿Qué cómo lo sé? Porque cada vez que señalaba a un sitio yo miraba por un segundo y luego la miraba a ella, medio a escondidas, porque disfrutaba más viéndola soñar despierta que con cualquier otra cosa en ese momento.

Am ajuns- dijo su tío girando una esquina. No sé si fue mis grandes conocimientos de latín lo que me hizo pensar que eso significaba que “ya habíamos llegado”, o si fue que el coche estuviera parando poco a poco… o que Roxana casi me deja sin mandíbula al girarse bruscamente para señalar su casa con una sonrisa de oreja a oreja. Ni ella se dio cuenta del golpe, ni yo pensaba en el dolor. El coche paró del todo y Roxana bajó rápidamente – ¡baja! ¡baja!- me alentó. Me quejé un poco, por costumbre, y salí del coche estirando los brazos y las piernas. Noté que aun llevaba la piedra y sonreí.
-No está mal- dije – está pasable, supongo…- la miré de reojo, mordiéndome un poco el labio de abajo para no romper a reír a carcajadas. Se rió –eres un “cappuio”- me dijo acto seguido intentando hacerse la ofendida y cogiendo su maleta del coche para dármela a mí –ahora me la llevas-. Cogí su maleta del asa y después la mía con la otra mano. En cierto modo ya había pensado en llevarle el equipaje, así que tampoco me molestó mucho el tener que llevarlo, y además sabía que incluso le molestaría más que lo hiciera sin rechistar. –Así que al final sí que eras princesa…- dije levantando su maleta. Creo que murmuró algo por lo bajo, pero no lo escuché.


La casa por fuera, por no faltar a la verdad, parecía muy vieja y poco conservada, pero una vez dentro la cosa cambiaba bastante. Sin duda lo que más me sorprendió fue la luminosidad de la casa, esas ventanas amplias que dejaban pasar tanta luz. “Seguro que así ahorran en electricidad” pensé. Las habitaciones no eran grandes, aunque tengo que dar gracias de que al menos los techos no fueran tan bajos como para que me diera con ellos. No esperaba que la casa estuviera tan bien por dentro, parecía nueva. Y aunque he dicho que lo que más me sorprendió fue la luminosidad, lo retiro, fue su habitación. La habitación de una persona te puede decir mucho de esta, y la verdad, a mi me gustó lo que vi en la de Roxana. La habitación era pequeña aunque estaba bien arreglada. Las paredes blancas y los muebles y el suelo de madera de color claro. Una ventana muy espaciosa al fondo con cortinas a tiras de color azul clarito, o al menos a mí me pareció azul clarito al verlas atravesadas por rayos de sol. No me quedó ninguna duda de que el color azul debía ser su favorito. La sábana de su cama, los cajones de los muebles, y hasta la silla que había al lado de la entrada eran de color azul, cada uno de una tonalidad diferente, pero que no desentonaba. La verdad es que me gustó esa habitación, pequeña pero acogedora y muy suya. Bueno… sólo había algo que no me acababa de gustar...

Para los más curiosos y curiosas, he de decir que esa habitación existe, y que todo lo que se diga sobre ella ¡es totalmente cierto! Mañana... más. =)
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domingo, 17 de febrero de 2013

En silencio por ti (4)


Cuarta parte de la historia. Hoy sí que he sabido por dónde cortar ;)



El lago era bastante grande y bonito, por supuesto. Había poca gente, aunque eso no era de extrañar teniendo en cuenta la hora que era.
Ella y yo caminábamos por la orilla mientras nos comíamos el bocadillo, el sol se reflejaba en el agua, y su sonrisa en su mirada. Ella parecía realmente feliz y emocionada de estar ahí, pues no dejaba de contarme cosas de Vaslui, de lo que iba a ver cuando llegara, de dónde tendríamos que ir… como por ejemplo el restaurante Bella Roma Copou. Todo sea dicho, lo que más me sorprendió en verdad fue que no se atragantara en ningún momento hablando a esas velocidades, respirando y comiendo al mismo tiempo. ¡Hablaba tanto y tan deprisa! Y no me habría perdido una sola de sus palabras por nada del mundo. Ni una sola.

De pronto me paré y me agaché al suelo. Cogí una pequeña piedra redondeada y aplanada a causa del agua y la lancé con suavidad al aire un par de veces para volverla a coger con la misma mano. Miré hacia el lago, y después hacia ella. En ese momento, la verdad, no supe por qué había cogido la piedra. No sabía ni qué quería hacer con ella, pero ya era tarde para eso y tenía que improvisar. Y dicho sea de paso, ella no me lo puso fácil. - ¿Qué haces con esa piedra, vas a demostrarme lo machote que eres tirándola lejos?- se rió. –No- contesté sin más. No se rindió tan fácilmente –Entonces ¿qué ibas a hacer? ¿eso de que la piedra bote en el agua para demostrarme lo “guay” que eres? – se volvió a reír. Mi primer impulso fue reconocer que me había pillado, pero me contuve porque ya sería la segunda vez en el mismo día, y eso no podía ser. Así que salí con la primera cosa que me vino a la cabeza, no podía dejarle ganar así. – No, la he cogido para llevármela- le dije totalmente serio, sin reír. Se encogió de hombros, con cara de no entender -¿Para qué?- me preguntó aún sin entender. Sonreí un poco, pero muy poco, y tiré la piedra al aire una vez más haciéndome el interesante – Es una tontería, no lo entenderías- dije sin mirar y retomando el caminar. –¡Eso es que te he pillado y no sabes qué decir!- protestó enérgicamente, y aunque se reía, yo notaba que no estaba segura ya de si lo decía en serio o no. – Nop- fue mi única contestación. Mientras caminaba, mi cabeza iba acelerada buscando algo que decir, algún motivo para haber cogido esa piedra, algo que pudiera dejarla en mal lugar y hacer que yo me pudiera reír de ella… y de pronto vino a mí. Me giré y sonreí ampliamente. Me miró y supo que sí había algo, y peor aún… que no se lo iba a decir. Al menos aún. –Va, pesado, vámonos ya que seguro que mi tío está esperando- me dijo cogiéndome del brazo y estirando. No pude más que reírme a carcajadas y seguirle, guardando entonces la piedra en el bolsillo del pantalón.

¡Mañana más! Espero que os esté gustando. Un saludo.

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En silencio por ti (3)


Pues aquí está la tercera "entrega" de la historia. A estas alturas me gustaría decir que lo único inventado es la historia en sí. Los personajes no podrían ser más idénticos a los reales. Quizás por eso se me hace tan especial =)



Tardó casi una hora en llegar, creo que era su tío. Si me lo dijo no lo escuché. Pero sí recuerdo que al salir de las instalaciones del aeropuerto me quedé atónito ante el paisaje. “No se parece en nada a lo que uno está acostumbrado en España” pensé. Nos acercamos al coche y dejamos las maletas en el maletero. Era un coche relativamente antiguo, aunque no recuerdo siquiera qué marca era… pero sí que recuerdo que no tenía aire acondicionado… tal y como yo quería.
Ella se acercó a la puerta delantera del copiloto y yo tranquilamente me senté en el asiento de atrás a la derecha. En ese momento recordé que debía de hacer una llamada perdida a mi madre para hacerle saber que había llegado bien. Madres. Marqué el número mirando por la ventana todavía intentando acostumbrarme al paisaje y miré como la gente cruzaba la calle. Exactamente igual que haríamos aquí, pero aun así parecía diferente. Un tono, dos tonos, colgar. Suficiente para que supiera que había llegado bien. Me puse el cinturón y alcé el brazo hacia delante para tocar a Roxana en el hombro y recordarle que ella tenía que avisar también en casa, pero no estaba ahí sentada. Había salido del coche mientras yo llamaba y ahora abría mi puerta mientras me decía – muévete, que me voy a poner atrás contigo y tú a la derecha no puedes ir- Sonreí. Miré hacia arriba y ladeé la cabeza un poco. –ah, ¿no? Y eso… ¿Por qué? ¿La princesa tiene predilección por la parte derecha del coche?- le dije, burlándome un poco. Ella me miró, seria. Después se rió y se inclinó hacia delante tocándome la oreja con un dedo. – No, pero según recuerdo, el príncipe es sordo del otro oído- “Touché” pensé. Creo que me puse algo rojo por ese comentario. No me sentó mal ni nada parecido, de hecho me hizo gracia, pero no sabía si su tío lo había entendido y se estaba riendo de mí o si simplemente se reía porque no entendía nada.
Me desplacé al otro lado del coche y suspiré. Ella me miró riendo y me lo dijo sin más – Es que eres tonto, te lo has buscado tú solo-. Juro que intenté pensar en algún comentario ingenioso para salir de esa airoso, pero simplemente tuve que reconocerlo – Sí, ¡lo sé!- contesté riéndome. Era imposible no reírse cuando Roxana se reía también. Podía darte la noticia más triste del mundo, que si ella estaba sonriendo, tú sonreías también.

El viaje duró casi una hora y media y pasamos por muchos, muchos sitios. Ella me iba explicando más o menos por dónde íbamos, aunque la verdad es que casi todo lo que había alrededor eran campos. Aun así, tras los campos había montañas, y las montañas formaban paisajes innumerables y admirables. La verdad es que el tiempo se pasó rápido, y para cuando llegamos al lago donde paramos a comer ya me había olvidado de la hora que era. El lago estaba cerquísima ya de Vaslui, a unos 10km creo recordar.
Paramos por dos motivos, porque teníamos hambre, y porque su tío no aguantaba más las ganas de ir al baño. Nos habían preparado un bocadillo a cada uno, de algo que todavía hoy no he querido saber que era. La verdad es que olía bien y sabía mejor aún. Tenía una textura parecida a la morcilla, se deshacía en la boca, pero no tenía el mismo sabor. En cualquier caso, al mirar dentro del bocadillo, decidí que era mejor comérselo con los ojos cerrados… no os diré a qué me recordaba aquello.

Y hasta aquí hemos llegado por hoy. Mañana un poco más. Muchas gracias a todos los que me leéis. ¡Un saludo!

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sábado, 16 de febrero de 2013

En silencio por ti (2)


Aquí va el siguiente trozo de la historia. Es un poco difícil saber dónde parar, la verdad, pero espero que igualmente os quedéis con ganas de más para mañana ;)


Se despertó casi sin inmutarse, estirando los brazos y poniéndose de pie casi de un salto. Cogió su maleta y me dijo –venga, ¿a qué estás esperando? -. No me hice de rogar, me levanté y la seguí arrastrando mi equipaje. Pasamos las maletas y nos dirigimos al avión, el cual cuanto más cerca estábamos, más enorme y peligroso me parecía.
¿Cómo puede volar con lo grande que es? Nos guiaron hasta nuestros asientos e intenté ponerme cómodo. Ella empezó a hacer gestos raros, y tras ver mi cara de confusión, lo acompañó de voz. – tenemos cuatro salidas…-. Cosas de ella, que había hecho un curso de azafata y a veces le daba por escenificarlo. Cosas de ella, sí, pero me hizo reír.
Y quizá eso era lo que más necesitaba, reír. Empezó a llenarse el avión de gente, dentro de poco iba a despegar…y yo ya me empezaba a encontrar mal. Estaba nervioso, no sabía hacia dónde mirar, no sabía si hablar o estar callado, no podía dejar de pensar en mis problemas con los aviones. ¿Me pasaría algo? Yo sabía que no tenía por qué, pero el miedo está ahí, se aferra  a ti como si estuviera hecho a medida, y es muy difícil deshacerse de él.
Empecé a notar como el avión se movía, y todo fue a peor, me puse tan nervioso que me temblaba hasta los párpados. Entonces ella me miró, y sabiendo lo que pasaba, puso su mano sobre la mía. – No te va a pasar nada, tranquilo-… y así, sin más, se me pasó. No me soltó la mano en toda una hora. Si me hubiera soltado la mano antes, no hubiera pasado nada, pero yo no quise decirlo, así me sentía mejor. El vuelo duró varias horas más, era una larga distancia, pero el tiempo se me pasó rápido como nunca.
Hablábamos de cosas sin importancia, de la universidad, de nuestros amigos, de lo increíble que era estar haciendo ese viaje. La verdad es que no me habría importado que el vuelo fuera un poco más largo, no me habría importado nada en absoluto. Aquellas horas fueron buenas, llenas de risas, como siempre que estábamos juntos. Siempre alegre, siempre divertida, esa era Roxana. Creo que era imposible estar triste cuando estaba cerca, pero a lo mejor eso era sólo yo. Fuera como fuere, aquello fue tan sólo el aperitivo de lo que estaba por venir.

Cuando llegamos hacía sol. Mucho sol. Ella se cambió las gafas por las de sol nada más bajamos del avión. Yo simplemente me tapaba con la mano, ceño fruncido. Era medio día, el sol en lo más alto, cuando más calienta, y el hecho de tener un hambre voraz no ayudaba en lo más mínimo con las ganas de andar. Recogimos las maletas sin percances, afortunadamente. Y digo esto, porque al parecer a un señor que viajaba al lado nuestro le habían extraviado la suya y no paraba de gritar en lo que yo imagino que sería Rumano. Nunca sabes a quién le va a tocar. Le propuse parar en el aeropuerto a comer algo, pero ella me dijo que no. – Hay que ahorrar-. Y tenía razón, así que esperamos a que pasaran a por nosotros en el interior del aeropuerto de Bacâu. Tardaron casi una hora en llegar, creo que era su tío, aunque no sé si me lo dijo. Y si me lo dijo, no lo escuché. 


¡Un saludo a todos! Si os ha gustado, no dudéis en compartirlo =)

--;@

viernes, 15 de febrero de 2013

En silencio por ti


¡Hola a todos! Tengo una pequeña historia que quiero compartir con vosotros. Iré escribiendo una página cada día sin falta, para que no os canséis de esperar. No es una historia muy larga, ni tampoco es un "best seller" dentro de las historias cortas, pero aun así espero que os guste. =)



                                                  En silencio por ti


Eran las 5 de la mañana, lo recuerdo así de bien quizá porque yo jamás me levanto tan temprano si no es por una buena razón… y ésta sin duda lo era. Al menos el tiempo acompañaba, no hacía frío, ni tampoco calor, aunque siendo pleno mes de julio como era, no tardaría en empezar a sentir que llevaba demasiada ropa encima.
Estábamos sentados, esperando con las maletas a los lados y los ojos entrecerrados, casi durmiendo. El avión salía a las 6.30 de la mañana, así que aun había una larga espera.
Yo estaba ausente, con mucho sueño y los ojos abiertos pero sin ver. Ella ya los había vuelto a cerrar del todo aunque todavía parecía, de alguna manera, estar despierta. El tiempo pasa muy lento en momentos así, y el aburrimiento es algo que nunca he podido soportar…así que en voz baja, en susurros, me puse a cantar, no recuerdo el qué ni por cuánto tiempo. Normalmente ella me habría reñido, me habría dicho que no cantara, que por qué tenía que ponerme a cantar en ese momento. Quizá fuese por el cansancio, quién sabe, pero el caso es que ese día no se molestó en decirme nada.
Por eso lo recuerdo tan bien.
De pronto, sin avisar, dejó caer su cabeza de golpe sobre mi hombro derecho. Pronto noté que se había quedado dormida. Ella dijo más tarde que se había dormido por el sueño que tenía, yo sigo firmemente pensando que lo hizo para no oírme cantar. A estas alturas, ¿qué más da? Aun faltaba más de una hora para tener que movernos de allí, ¿por qué no dejarla dormir? Seguí cantando, no recuerdo que canciones, ni tampoco recuerdo en qué pensaba mientras cantaba y esperaba. Sólo sé que fuera lo que fuera… no sé puede ni empezar a comparar con lo que viviría después.
Procuré no dormirme yo también, aunque el sueño apretaba. Los ojos se me cerraban de vez en cuando, pero cada vez que eso pasaba ella se acurrucaba un poco más en mi hombro y caía más hacia mi pecho. Si no hubiera sabido que estaba dormida, habría pensado que lo hacía adrede para que no me durmiera. Se le veía tan pequeña durmiendo, tan inocente, tan delicada… como si el mundo fuera una caja fuerte, y ella el tesoro de cristal que celosamente se esconde dentro. Sé que por un momento se me aceleró el corazón, palpitaba fuerte, y tuve miedo de que lo oyera y despertara. Qué cosa más absurda…lo que la despertó fue el altavoz.

“Pasajeros del vuelo 341 a Rumanía, su vuelo saldrá en 30 minutos”. Y lo repitió en 3 idiomas más.

Mañana más... ¡un saludo!

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jueves, 14 de febrero de 2013

San Valentín

14 de Febrero, día conocido como el día de San Valentín, día en el que las parejas de enamorados se hacen regalos, se dicen cosas bonitas y demuestran su afecto de mil y una maneras. Algunos de forma original, otros de forma más clásica.


En primer lugar, aclarar que cada uno tiene su propia opinión de las cosas, y que lo que para mi puede ser una tontería, para otro puede ser la ilusión de su vida. En cualquier caso, si eres un amante del día de San Valentín esta entrada no va dirigida a ti, aunque siéntete libre de leerla igualmente, y comentar si quieres decir algo.

Te paras a pensarlo fríamente y el día de San Valentín es algo vacío de fundamento e incluso bastante artificial. 
Entiendo que las parejas de enamorados quieran demostrarse el amor que sienten el uno por el otro, es algo muy natural y necesario, pero no entiendo por qué esto ha de ser el día 14 de Febrero. Parece que no haya más días. De los 365 días que tiene un año, ¿Por qué iba a conformarme yo con demostrar lo que siento en este día? 
Parece que hoy en día la gente necesita una excusa para tener un detalle bonito, para planear una pequeña escapada, para tener ganas de hacer algo diferente, para sentirse con ilusión de preparar una pequeña sorpresa. 
¿Sorpresa? ¿Qué tipo de sorpresa es hacer algo especial o diferente en el día de los enamorados, el día del cumpleaños, el día del santo y Navidad? ?De verdad alguien no se espera algo en esos días? A eso no se le llama sorpresa, a eso se le llama cumplir.

Sorpresa es que un 13 Abril cualquiera por la tarde, salgas cansada de clase pensando en lo poco que te apetece ahora ir en autobús a casa, y lo encuentres a él esperándote en la puerta, que le preguntes "¿qué haces aquí?" y te responda con una sonrisa "esperarte, esta noche tengo algo especial para ti". Tú le preguntes "¿Y eso, por qué?" y él te responda encogiéndose de hombros "Porque te quiero, ¿Hay mejor motivo que ese?".
Eso es una sorpresa.

Sorpresa es que un 5 de Junio cualquiera ella se despierte por la mañana después de 1 semana sin veros y encuentre un cartel pegado a su ventana que ponga "buenos días, sigue las pistas y descubrirás cuánto te quiero" y que tras pasarse media hora siguiendo pistas y resolviendo acertijos divertidos lo que descubra al final del todo...seas tú.
Eso es una sorpresa. 

Es una sorpresa, porque no se lo esperaba.
Eso es un detalle, eso es demostrar algo fuera de lo común. Porque te sale de dentro, sin más motivo que lo que sientes por la otra persona.
La diferencia está en lo que tú piensas al hacer lo que haces.
No es lo mismo pensar: "Dentro de un par de días -es- San Valentín, -tendré- que comprarle o prepararle algo"
Que pensar: "Mmmm, me -apetece- hacer algo para ella hoy, -quiero- darle una sorpresa"
¿A caso me equivoco? Yo creo que no. =)

No os confundáis. Yo he tenido novia, y he tenido detalles y he regalado cosas el 14 de Febrero como cualquier otro, sería muy cínico por mi parte negarlo. Es cierto que hace ilusión cuando lo puedes compartir con alguien (A unos más que a otros). Pero también he sido un 13 de Abril, un 5 de Junio, un 3 de Enero, un 10 de Julio, un 6 de Diciembre...y muchos más. Y puedo aseguraros que yo cambiaría cinco 14 de febrero por un 5 de Junio, cualquier día y a cualquier hora.

Porque no importa el día en que regalas, ni lo que regalas, ni siquiera a quién le regalas. Lo único que importa aquí, es por qué regalas.


Un saludo a todos, y feliz 14 de Febrero, y 15, y 16 y 17... ;)

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P.D: No dudéis en compartirme con más gente o en seguirme si queréis. ^_^

miércoles, 13 de febrero de 2013

Soledad

Hace no muchos días leí una entrada del blog de una gran amiga mía que hablaba sobre la soledad. Hablaba de una soledad que decía no entender, y que no conseguía llenar... y entonces, de repente, vinieron a mi memoria esas ocasiones en mi vida en las que me he sentido así de solo. En aquellos momentos pensaba que nadie podía entenderme, que era sólo algo que  a mi me pasaba...pero nada más lejos de la verdad.
Y por eso hoy quiero escribir sobre ello, para que todas esas personas que lo lean y alguna vez se hayan sentido (o se están sintiendo) así, sepan que hay más gente que se siente igual, gente que aunque no pueda explicarlo con sus palabras, les entiende de todas formas.


Sentirse solo, con un vacío alrededor, con un vacío interior. Rara vez el sentimiento de soledad viene sin compañía, ¿Os habías dado cuenta?. Normalmente te sientes solo y también abatido, quizá no triste, pero sí desganado o desmotivado.
Es una sensación extraña, que no se acaba de identificar con nada concreto, y muchas veces ni siquiera se sabe de dónde viene ese sentimiento. Estás ahí, en casa encerrado en tu cuarto, y normalmente intentas de forma casi desesperada el iniciar conversación con otros, ya sea por medio de las redes sociales, por teléfono, o hasta con señales de humo si fuera necesario.
Te sientes solo, y es lógico que intentes llenar esa soledad con otras personas, pero lo cierto es que no importa con cuánta gente inicies una conversación, ni cuánto te esfuerces en mantener viva todas esas conversaciones. Esa soledad llega mucho más adentro, es algo que no se sacia con compañía ni viendo películas. En mi caso, ni siquiera con la música. Es cierto que se hace un poco más liviano el peso de esa soledad cuando te intentas mantener ocupado, pero es sólo una ilusión, porque tan pronto como te desocupas reaparece, y te das cuenta que la sensación no es menos fuerte que antes, ni un poquito.
Angustioso, ¿verdad? Lo sé, yo también lo he vivido.

Yo no soy un experto en la materia, de hecho, no soy un experto en nada. Pero aun así, creo que esa sensación de soledad se crea porque llevamos tiempo buscando algo, anhelando conseguir algo más que cualquier otra cosa. Lo hemos perseguido tanto y lo hemos deseado tanto, que ha llegado incluso a formar parte de nosotros. Pero no está ahí, no lo tenemos, y por eso no somos capaces de sentirnos enteros, completos, y por eso sentimos ese vacío que es interior, y que por eso no se puede llenar con algo exterior, creando una sensación de soledad al no estar "acompañados" de esa cosa. Para algunos ese algo puede ser algo tan simple como un amor, para otros puede ser un deseo reprimido de dejarse llevar y hacer algo que nunca se han atrevido a hacer; algunos lo que buscan es un cambio en ellos mismos, y otros incluso no sabrán de qué se trata aunque puedan sentir que está ahí, que les falta.
Esto último es más complicado, y es también lo que me pasaba a mi.

El cuerpo es muy sabio, y también lo es el corazón. Esa sensación de soledad que no puedes llenar con otros es un grito de auxilio para que te sientes cara a cara contigo mismo, para que te hables y te plantees a ti mismo preguntas y respuestas, para que te conozcas un poco más y encuentres eso que tanto necesitas. Lo encuentres, o lo reencuentres, porque a veces es algo que ya hemos tenido y se ha perdido con el tiempo.
Todos tenemos momentos en la vida en los que necesitamos un tiempo para nosotros mismos. Eso evita que nos volvamos locos, eso evita que nos perdamos de nosotros mismos.

Espero que se me haya entendido lo que quería transmitir, y con que una sola persona se haya sentido identificada, yo ya me doy por satisfecho =)

¡Saludos a todos!

--;@

martes, 12 de febrero de 2013

Un poema.

Para romper el hielo voy a empezar con algo fácil y rápido de leer, un poema.

~Es.~


Sol que das la vida,
que haces las flores crecer.
Sol que iluminas al mundo,
que das calor a todo ser.
Tú que eres poderoso,
tú que eres el astro rey,
dime dónde te escondes,
pues yo no te puedo ver.

Luna vestida de plata,
que iluminas callada las noches.
Luna que de noche vigilas,
los besos de ocultos amores.
Tú que eres belleza,
tú que eres inspiración,
dime dónde te ocultas
pues no estás en mi canción.

Mar que mece apacible
las olas cubiertas de espuma,
Mar que alcanza el horizonte,
donde nadie ha llegado nunca.
Tú que reflejas de día al sol,
tú que abrazas de noche la luna.
Dime por qué es el día tan triste
y la noche tan fría y oscura.

Viento de las montañas,
suave brisa junto al mar.
Viento que va por el mundo,
con susurros que se han de escuchar.
Tú que llegas a cualquier sitio
por escondido que esté.
Dime por qué no te siento,
por qué ya no tengo ser.

Viento, Mar,Luna y Sol
¿qué me queda por vivir?
Sólo tengo un deseo, un anhelo,
una pretensión hecha ilusión.
Y humildemente os pido
desde mi condición de mortal,
que hagáis sentir este sueño
a quien le tuviere que llegar.

¡Saludos a todos!
--;@