Muchas veces las cosas que más nos apetecen en un momento dado, son aquellas que en ese justo momento no podemos tener, por mucho que lo queramos.
Mucha gente se conformaría con tan sólo suspirar y seguir deseándolo, resignándose a no poder tenerlo y soñando con el momento en el que por fin lo podrá tener.
Yo no soy mucha gente, yo soy sólo uno, soy yo... y me apetece tanto, me hace tanta falta hoy...que no soy capaz de conformarme con ese suspirar y ese soñar. Y por eso escribo estas lineas, sabiendo que cada vez que lo lea... estaré donde y como quiero estar.
Hacía ya algunas horas que había caído la noche,a penas se escuchaba algo que no fuera su respiración lenta y acompasada, a penas existía algo más que paz y felicidad. Y con las luces apagadas, la luz de la luna que se colaba tímida entre sus cortinas blancas sería la única testigo de aquel futuro recuerdo.
Se acurrucó todavía más, apoyando la cabeza en su pecho, dejando caer su brazo izquierdo sobre su cuerpo y cerrando los ojos tan sólo un segundo, un instante, para poder captar toda la esencia de aquel momento. Sintió como la mano de él alcanzaba su cabeza, como sus dedos se enredaban entre su pelo con lentitud, como el calor de sus latidos calentaba su mejilla... y sonrió.
Acercó su mano izquierda al brazo de ella que todavía reposaba en su cuerpo y con tan sólo dos dedos comenzó a acariciar su piel, a recorrer cada centímetro, como un explorador ávido de descubrir cada recoveco de un lugar en el que nunca ha estado.
-Echaba de menos este momento- dijo él sin dejar de mirar al infinito de la habitación. Ella apretó los labios un segundo, pensando si habría interpretado bien lo que había oído. Decidió salir de dudas. - Pero si es la primera vez que estamos así..- dijo ella acomodando un poco más su cabeza. Él sonrió, rescatando su mirada del infinito para mirarle a ella. -Lo sé- contestó él dejando las caricias en su piel para envolverla cálidamente en un delicado abrazo.-Y aún así, se siente como si lo hubiera echado de menos una vida y media-.
Ella escondió la cabeza un poco más en su pecho, ocultando la sonrisa que se había abierto paso en sus labios y rozándole en caricias con la nariz. "Qué tonto..." pensó, notando como sus mejillas cambiaban de color.
-¿Sabes...? Me acabo de dar cuenta de que nunca te lo he dicho...- dijo ella apoyando la barbilla en su pecho, mirándole a la cara. Él ladeo la cabeza, confuso, expectante. -...pero tienes la más bonita de las sonrisas-. Y ahí, ahí fue él quién murió un poquito de amor.
Estuvieron horas hablando, de todo y de nada, de nada y de todo, compartiendo abrazos, compartiendo risas y caricias, compartiendo mucho más que tiempo y poco menos que una eternidad. Estuvieron horas siendo ellos, siendo aliento, calor y voz. Y si alguna vez alguien buscó la palabra magia...seguro que no la encontró, porque quedó toda guardada en ese rincón de la habitación.
Al tiempo, el sueño se coló por la venta, se filtró por los huecos de las sábanas y se apoyó en los ojos de ella con cuidado, cerrándolos lentamente y silenciando aún más su respiración. Con sumo cuidado ladeó él su cuerpo, dejando que la cabeza de Ayrun se deslizara con la ayuda de su mano hacia la almohada, quedando así en frente de la suya, a escasos centímetros.
Ella esbozó una sonrisa tan tierna que habría derretido un glacial, agarró su mano y entrelazó sus dedos con los de él, recogiendo después ambas manos en su pecho y acercándose un poco más...
-Me quedaría así toda la vida- dijo ella abriendo lentamente los ojos dejando que su mirada se perdiera en su rostro. Él devolvió la mirada, se perdió en su mirada un segundo, sólo uno, pero que le pareció una vida entera... y lo entendió. - Estar así, es ya toda la vida- contestó.
Y así durmieron los dos, que fueron uno. Y así durmieron...y así quedó en su recuerdo.
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