lunes, 29 de julio de 2013

Creo que empieza a llover


¿Quién soy yo para decir que sé lo que es el amor? ¿Quién soy yo para intentar explicarlo aquí, sobreponer mi concepto de amor al del resto, enfundarlo en una capa de irrevocabilidad?
Nadie. Pero lo hago igual.


El amor, al menos en una parte y hasta cierto punto, es como el fuego. El amor puede quemar, puede arrasar bosques enteros de corazones. Eso lo sabemos todos, pero no es esa la comparación que quiero hacer.
El amor es como el fuego porque hay que alimentarlo, hay que darle leña, constantemente, o la llama mengua. Uno mismo, en su cualidad de enamorado, puede ir echando ramitas a la hoguera. Puede ir cogiendo frases y momentos y usarlos como ramas pequeñas para mantener el fuego. Fotos, recuerdos, miradas, canciones... todo lo que te haga sentir lo puedes usar para mantener la llama o avivarla. 
Pero sólo esto no basta, porque el tiempo es agua, y poco a poco va apagando esa llama gota a gota, y por muchos palos pequeños que eches, la leña mojada no prende igual. Y poco a poco la llama calienta menos, y se va perdiendo el interés en seguir avivándola... hasta que un día te levantas y hace un poquito más de frío en tu vida, porque la llama no está, pero entonces ya no te importa, y encogiéndote de hombros recoges las ascuas restantes. Pero no las tiras, las guardas en un rincón, porque aunque tus ramitas no van a volver a avivar ese fuego... en el fondo de tu corazón, en el fondo de ti, sabes que hay una persona ahí fuera que tiene el poder sobre esas ascuas, que puede hacer que arda, que queme, que puede hacer un incendio si quiere.
Aunque tú sólo eches ramitas, la persona por la que existe esa llama siempre puede echar leños grandes. Siempre.

Pero bueno...voy a ir despidiéndome, porque muy a mi pesar, en esta hoguera parece que está empezando a llover ya

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