miércoles, 24 de julio de 2013

¿Por qué? No. ¿Por qué no?



A veces no se puede hacer lo que se quiere. A veces quieres hacerlo con todas tus ganas, porque es lo que te nace hacer, pero sabes que no debes... y ahí queda, en tu imaginación como una sombra de un recuerdo que nunca sucedió. 


Llegó de la calle y entró en la cocina para servirse un vaso de agua fresca. Había estado en la biblioteca escribiendo y de camino a casa le había dado el sol, demasiado, tanto que hasta parecía que se le hubiera quedado plasmado en los ojos. Mientras caminaba para su cuarto oyó la voz de su madre desde el dormitorio "Tienes una carta encima de tu mesa, ¡no tiene remitente! Y arregla tu cuarto un poco". Ella gruñó por lo bajo un poco ante el último comentario, pero carraspeó y suavizó la voz antes de contestar. "Gracias, mamá, ahora lo haré".
Se dirigió a su cuarto y se sentó en la silla de la mesa de estudio. Miró la carta y la cogió con cuidado, como si fuera a morderle. Un sobre blanco con su dirección y nombre escritos en mayúsculas, y nada, absolutamente nada en el lugar donde normalmente escribirías el remite. Una carta que podría ser perfectamente normal, si no fuera porque no tenía sello. "Tendrá que ser de alguien de Madrid. Tendré que abrirla para ver de quién" pensó mientras escudriñaba todavía el sobre en busca de una respuesta que no iba a encontrar.
Abrió el sobre con cuidado de no romperlo, no porque le tuviera un aprecio especial, sino porque ella hacía las cosas con cuidado. Introdujo la mano en el sobre y palpó la carta... un momento, eso no era una carta, aunque indudablemente sí era de papel. Con ojos curiosos extrajo de del sobre el trozo de papel y lo miró con detenimiento. Era una T, una letra T del alfabeto, y era de color azul. Claramente había sido recortada de un folio y la habían pintado con lapices de colores. Por la parte de detrás una cifra en pequeñito, 1/17.
Frunció el ceño brevemente un tanto confusa por la situación y volvió a coger el sobre para inspeccionarlo más detenidamente tanto por fuera como por dentro. Nada. Ahí no había nada más.
No entendía qué podía significar aquello, pero ahora le picaba la curiosidad y quería desvelar aquel pequeño misterio. 
Dedujo que por el momento no podía hacer mucho más que esperar, ya que con una simple letra recortada de un papel y un número grabado en el reverso de la misma poco iba a lograr. Así que sin más dilación comenzó a arreglar su cuarto, tranquilamente. Mentiría si dijera que no volvió a pensar en la carta, porque a decir verdad todo el rato que estuvo arreglando su habitación estuvo imaginando y fantaseando en su cabeza mil y una posibilidades, desde las más absurdas hasta las más posibles. Pero ninguna era la acertada, ninguna le acababa de encajar del todo. "Tendré que esperar" se dijo a sí misma resignándose a la espera.
Dejó el sobre y la carta sobre la mesa, en una esquina para que no estuviera siempre en medio. Y ahí se quedó la T, esperando pacientemente a que algún día, en algún momento, ella le diera sentido...

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