domingo, 23 de noviembre de 2014

Te echaré de menos, Madrid.

Hay cosas que realmente no deberían nunca ser plasmadas en palabras, que se sienten casi insultadas cuando alguien intenta captar su esencia y embotellarla en frases ancladas. Hay cosas... que sólo viven en el momento y en el recuerdo, que parecen languidecer a medida que alguien se empeña en inmortalizarlas en papel.
Pero sé que a ti te gusta leer esto en concreto, y por eso esta vez lo haré. Por eso y porque sé que tú lo que escriba no lo vas a leer... sino a revivir.


"Tócame algo, ¿no?" preguntó él sonriendo y acomodándose en el sofá rojo. Ella le miró desde la silla y resopló levemente, cediendo casi con una queja en los labios "vaaaaale".
Se levantó a coger la guitarra y volvió a sentarse tras alcanzar la cejilla. Carraspeó un par de veces para aclarar la voz y cerró los ojos para concentrarse y atrapar la canción en su interior. Sus dedos se deslizaron por las cuerdas como si las estuviera acariciando, como si las cuerdas fueran las que quisieran tocar sus dedos, y no al revés.
Comenzó a cantar y su voz inundó rápidamente la habitación, una habitación que estaba en absoluto silencio, ausente de sonidos, ausente de todo, sólo ella, él, y la canción. Su voz flotaba en el aire, expandiéndose y resonando en cada punto, cada esquina. Su voz se posaba en cada estante, bailaba su propia canción. Su voz entró por cada uno de los poros de su piel,y entonces algo se rompió, y una lágrima, sólo una, casi invisible, rodó mejilla abajo sin ningún temor. Y volvió a sentir, por segunda vez, que no quería irse de allí, que ese era el lugar donde de verdad quería estar. 

Ella le despertó de su ensimismamiento "Ey, no me pongas esa cara. ¡Te toca!". De pronto le hirvió la sangre, comenzó a ponerse nervioso y respondió con un elocuente y auténtico "No, no... no". Ella sonrió divertida, y con la misma elocuencia le insistió "Sí, sí.. sí". Él Tragó saliva mientras alcanzaba la guitarra. Suspiró resignado y comenzó a tocar. No podía ser tan difícil, era una canción que tocaba todos los días, que cantaba a todas horas, que podría incluso tocar con los ojos cerrados. Y aún así,en ninguno de los diez primeros intentos consiguió arrancar la canción. "No puedo, no puedo" dijo él avergonzado y lamentándose, poniéndose rojo. "No puedo cantarte, a ti no". Ella estaba disfrutando del momento seguro, ella, tan segura de sí misma mientras le observaba desde la silla. "Pero si me estoy comiendo un bol con cereales" contestó ella con total naturalidad. Él no pudo evitar reír " eres tonta...". Respiró hondo una vez más, e intentando centrar su mente sólo en la canción... comenzó a cantar. Con los ojos cerrados, para no verla, con los ojos cerrados, para ver mejor la canción, con los ojos cerrados...para que saliera del corazón. Y por un instante, fluyó.
"Mierda." dijo al llegar al estribillo y equivocarse de acorde y de canción. Se lamentó en silencio por ser tan inútil. Ella tragó sus cereales y le miró. "Raúl, oye, cantas muy bien en persona, ¡muchísimo mejor que en los vídeos esos!". 
Un pequeño silencio se coló en la habitación, y él, como si ya no fuera la misma persona, se relajó en el sofá y se acomodó. Comenzó a tocar la guitarra, a imaginar la canción que quería tocar, y como si hubiera volado aquel miedo estúpido, cantó sin perder la canción. Y aunque se negó a decirlo, y no lo reconocerá jamás, fueron las palabras que ella dijo las que le hicieron cambiar.

Después, cumplidos los formalismos, se dedicaron largo rato a cantar canciones a medias y juntos en el piano. Y digo a medias, porque ninguna llegaban a terminar. Había demasiadas canciones idóneas, demasiado poco tiempo también. No está muy claro cómo ocurrió, que incluso mientras cantaban, él recuerda que siempre encontraban un momento para reír, a veces incluso tanto como para hacerle a ella tumbarse en la cama con las manos en la tripa. "Tiene que haber una canción que te sepas con la guitarra y podamos cantar los dos" dijo ella de repente. Él la miro pensativo unos segundos antes de responder. "Puede Ser, ¿esa te la sabes?" ella asintió y volvieron a por la guitarra. Se miraron un momento. "hmm.. voy a por la camara" dijo ella. Él le miró escandalizado. "Tranquiiiilo, que no lo voy a subir a ningún sitio, es sólo para tenerlo de recuerdo" eso le hizo respirar aliviado.

La canción se cantó, tras varios intentos fallidos, muchas risas y mucha ilusión. Para ella pudo ser una canción más, de miles que había cantado y grabado. Para él... fue un sueño que se acababa de cumplir. Por fin, después de tanto tiempo, ella había querido de verdad cantar algo con él, algo que quedaría guardado siempre en el recuerdo, en algún sitio, para los dos. Y aún sabiendo que tenía que irse, ese día la tristeza no pudo ni siquiera rozarle un poco el corazón.

A los dos días, ella había editado y subido el vídeo, a traición. Él fue a mirarlo, preocupado y temeroso, eso lo iban a ver cientos de personas... y ¿sabéis lo que hizo nada más terminar de verlo? Volverlo a mirar. Y entendió que sus miedos, si ella estaba cerca, no lo podían tocar. 


Muchísimas gracias por todo. Por esas horas que aunque nadie lo entienda, para fueron el mejor regalo que me han hecho jamás. Muchísimas gracias... y te echaré de menos, Madrid.

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