jueves, 20 de noviembre de 2014

Te echaba de menos, Madrid.

Había dejado de llover tan pronto como había llegado al lugar de destino, pero el frío aún se las apañaba para escurrirse entre las varias capas de ropa y hacerle suspirar impaciente. 
Decidió levantarse y acercarse a las escaleras que salían del parque, caminando y dando pequeños saltitos confiando en que así vendría algo de calor a su cuerpo. 
Era un día de otoño como cualquier otro, el viento soplaba intermitentemente arrastrando las hojas caídas y la gente caminaba deprisa, intentando auyentar el frío. El ruido de los coches al pasar parecía eclipsado por el rugir del agua de la fuente que impasible ante el mundo seguía escupiendo agua de forma rítmica e hipnótica... pero él nunca llegó a reparar en nada de esto. Estaba absorto pensando en cuánto más podría tardar, no es que llegara tarde, ni pronto, simplemente es que tenía ganas de verla. Y entonces, como si hubiera percibido su inquietud, apareció a lo lejos y él la vio por el rabillo del ojo, disimulando como si no. "¿Cómo le saludo?¿Qué digo?" pensó para sus adentros. Hacía tiempo que no se veían, y la última vez había sido en circunstancias especiales y por muy pocos minutos. ¿Bajaría ella o subiría él las escaleras?¿Se acordaría de que le había pedido un abrazo? Sí se acordó, y sonriente como siempre que él la había visto, allí se quedó, en el primer escalón, esperando a que el la abrazara. La rodeó con sus brazos y la apretó contra él, levantándola del suelo sin esfuerzo y llevado por el momento. Llevaba tanto esperando ese abrazo. Y entonces se dio cuenta... de que no quedaba ni rastro del frío.

"Oye, no te lo había dicho, pero tenemos que esperar a una amiga... se llama Alba" le dijo él mientras caminaban a sentarse. Ella se quedó de pie, mirándole de forma sospechosa y dubitativa. Él le miró, sin entender, confundido. "En serio, es rubia y con los ojos verdes..." ella entornó los ojos y estuvo a punto de golpearle en el hombro. "Oh, no. Nono" rió él entendiendo la situación. "No es ninguna broma estúpida, de verdad. Esa chica existe, te lo prometo..." contestó mirando con recelo el puño de ella. No había terminado de creérselo, y él lo sabía, pero parecía que ella estaba dispuesta a seguirle la corriente por el  momento. Se sentaron y comenzaron a hablar, sonrientes como nunca, felices y casi como si no terminaran de creer que después de tanto tiempo estuvieran ahí, los dos, cara a cara. Y así pasaron los minutos... hasta que Alba llegó. Iba a ser la primera persona de todas sus amistades que iba a conocerla. Y él no podía estar más contento de que así fuera.

"Ves, te dije que era real" dijo él mientras le daba dos besos y un pequeño abrazo a la recién llegada. Presentó a ambas, y mientras se dirigían hacia un lugar donde comer estuvieron decidiendo como iba a llamar a cada una. "Tú" dijo él señalando a una, "y tú" dijo señalando a la otra. Ellas rieron y él se encogió de hombros "Es lo mejor que puedo hacer".
La comida transcurrió de lo más normal, sentados en la mesa y manteniendo una conversación distendida y llena de risas. Ellas no se conocían de nada, y venían de partes y mundos muy distintos de la vida de él, con lo que a veces le resultaba difícil unir ambas partes en la misma conversación. Estaba hablando con Alba sobre cosas del pueblo cuando de repente sintió algo raro, como si le estuvieran observando. No era un sentimiento incómodo ni molesto, simplemente lo notó. Se quedó en silencio y giró su cabeza hacia ella, y ahí la descubrió, con los ojos perdidos y mirándole como si nunca le hubiera visto antes. El tiempo pareció suspenderse, los sonidos enmudecieron, las personas se borraron, y por una eternidad... se perdió durante un segundo en su mirada.
"Eeeeh, me das miedo. ¿Por qué me miras como una psicópata?" le preguntó él bromeando como reacción. Ella despertó de su ausentismo y protestó sonriendo. "Jolín, no es eso, es que hace mucho que no te veo y como estás hablando con ella por fin puedo fijarme en cosas de ti que antes se me escapaban". Se hizo un breve silencio. "Ok, pero no me mates, por favor." fue todo lo que contestó él, moviendo la nariz divertido por la situación.

Había pasado ya una hora de aquello, Alba se había marchado a casa y ellos estaban caminando por Madrid aparentemente sin rumbo. Y digo aparentemente, porque ella siempre tenía un plan. "¿Te apetece ir al Fnac?" preguntó ella mientras cruzaban la calle. Él se encogió de hombros "sí, claro". Ella sonrió contenta. "Perfecto, porque íbamos a ir de todas maneras".
Él entornó los ojos, ella hizo como si fuera lo más normal del mundo. Que a decir verdad, con ella, siempre había sido así.
Una vez en el Fnac se perdieron entre libros y artículos de papelería. Resultaba reconfortante poder compartir una de sus aficiones de aquella manera, no era habitual encontrar a alguien con quien mirar libros sin tener prisa por irse. Él no dijo nada, pero notó como devoraba las estanterías con la mirada, con ansia. No le cabía duda de que si hubiera tenido el tiempo para ello, se habría quedado ahí mismo leyéndose todos esos libros. Y eso, eso le hizo apreciarla aún más.

"Pues es que eres tan baji-.." no pudo terminar la frase. Un puñetazo en la tripa le cortó la respiración de golpe, haciéndole apoyarse en ella brevemente antes de recomponerse. "Vale, vale, no he dicho nada..." dijo él fingiendo estar asustado y dolorido. Ella rió y le dio una palmadita en el brazo. "Va, que ya hemos llegado". Después de salir del Fnac ella había recibido una llamada de sus amigos de la universidad que estaban en una cervecería pasando la tarde y habían decidido pasarse por allí a saludar. Él no conocía a nadie, y nadie le conocía a él, y aún así estaba contento de estar allí. Estuvieron riendo y hablando durante largo rato, intercambiando opiniones y diciendo tonterías. Nadie que lo hubiera visto desde fuera, hubiera dicho que ese chico no pertenecía allí. Ella miró el reloj y llamó su atención. "Yo en media hora tengo que irme" dijo informativamente. Él la miró "de acuerdo" fue lo único que contestó, aunque su mente dijo otras palabras, otras que no se atrevió a pronunciar su voz. Su mente la invitó a dar un paseo andando hasta la estación de autobuses, los dos, por la noche de Madrid. Pero de eso... ella nunca se enteró.

Llegó la hora y todos salieron a la calle. Hacía algo más de frío que antes y el chispear de la suave lluvia podía escucharse repiqueteando sobre las mesas y las sillas. Desenfundó su paraguas y suspiró una sola vez, produciendo un fino vaho que se elevó unos escasos centímetros antes de desvanecerse en al aire.
"¿Vamos?" dijo ella agarrándole la chaqueta y resguardándose de la lluvia. No se hizo de rogar, ni tampoco contestó a la pregunta. Simplemente comenzó a caminar. Ellos iban adelantados, y el resto los seguía detrás, riendo y hablando mientras ellos caminaban casi en silencio. Quizá podría haber hablado, pero el silencio aquel sentaba tan bien...pocas veces se encuentra un silencio cómodo. Se preguntaba en qué estaría pensando ella, si estaría concentrada en escuchar el ruido de la lluvia al caer, o si simplemente estaba ahí, caminando sin más. De pronto, ella soltó su chaqueta y deslizó su brazo agarrando el suyo, haciendo temblar todos sus pensamientos que se disiparon como una llama en la nieve. Y nada recuerda él de lo que pensó o sintió en ese momento, sólo recuerda que nada más le cogió, la lluvia comenzo a caer fuerte de verdad. 


Y así transcurrió el primero de tres días.


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