Despertó en un hostal cualquiera, de una calle que no había escuchado jamás. Una cama, una mesilla y una pila de dudosa higiene, esa era toda la comodidad ofrecida. Todavía era temprano, y aún faltaban muchas horas hasta que tuviera que encontrarse con ella de nuevo. Aún así se levantó, se arregló y preparó su mochila para poder salir en cuanto le diera la gana. Se quedó pensativo durante un rato, primero recordando el día anterior y luego intentando decidir si quedarse en Madrid unas horas o pasearse por las Rozas. Finalmente se levantó de un salto de la cama y cargó con su mochila al hombro, había decidido ir a las Rozas a esperar. Puestos a esperar, mejor estar ya allí.
"Cuánta gente" comentó él mientras pasaban de largo la cola del cine. Habían comprado entradas para ver una película que a ella le había llamado la atención de forma especial. Ella asintió "Sí, ya te dije que la película era buena". Él se encogió de hombros y pasó por la puerta, entregándole al empleado las entradas y buscando con la mirada la sala en la que debían de entrar. Buscaron sus asientos, tal y como habían pedido, en un lateral, y especialmente cómodos gracias a la barra de seguridad que podían utilizar para apoyar los pies.
"¿Es la primera vez que venimos al cine?" preguntó ella girándose. Él ladeó la cabeza y se encogió de hombros. "No sé tú, yo he ido bastantes vec-" puñetazo en el hombro. "Idiota" dijo ella riendo. Él no pudo más que reír mientras se frotaba el brazo. "Sí, es la primera vez que venimos juntos al cine" sentenció él poniéndose cómodo en su asiento y negando con la cabeza. Él no lo vio, pero seguro que ella le fulminó con la mirada. Seguro.
Aún faltaban unos minutos para que empezara la película propiamente dicha, pero la pantalla ya emitía imágenes de otras películas y anuncios. Un hombre abriéndole la puerta trasera del coche a su perro para que entrara, pero no quiere entrar. Suspira y cierra la puerta, abriendo acto seguido la delantera, y el perro ráudo salta al asiento y se acomoda. El dueño cierra la puerta... y de repente, sobre un fondo negro, aparecen dos coches en pantalla, y uno es amarillo.
En cuestión de una fracción de segundo ambos se giran al mismo tiempo, él y ella, con el puño cerrado e intenciones de golpear al otro. Se paran a mitad, se quedan mirando el uno al otro, simétricamente colocados, se dan cuenta de lo que ha ocurrido y rompen a reír. Y esa sala vacía, por un momento se llenó de un instante de risa y magia.
"Por cierto..." dijo él mientras volvía a su cómoda posición. "Ya veo que la película era súper buena. Esto está abarrotado..." puñetazo en el hombro. "Idiota" fue la única réplica que obtuvo, eso y su cara enfurruñada. 5 personas en toda la sala, y eso era contándoles a ellos dos. No pudo evitar reírse, le gustaba tanto hacerle rabiar. La película comenzó enseguida, una película con sus momentos interesantes, sus momentos críticos... y sus momentos dramáticos. Sabía que ella estaba esperando ese momento desde el principio, era su oportunidad de vengarse de él... y en cuanto derramó la primera lágrima, allí estaba ella para reírse por lo bajo. Él frunció el ceño y le golpeó en la pierna susurrando "no estoy llorando". Ella se volvió a reír por lo bajo y asintió "vale, vale". Y él aparentando compostura, y ella sonriente como ella misma, continuaron viendo la película comentando alguna escena que otra, compartiendo palomitas y alguna que otra mirada de soslayo.
Al salir del cine la lluvia caía ligera sobre las calles ya mojadas de las Rozas. Él sacó el paraguas y lo abrió, invitándola con un leve gesto a ponerse a su lado para resguardarse. Ella le agarró del brazo para no mojarse y caminaron comentando la película, despacio y sin prisa. No había mucha gente en la calle, aunque tampoco parecía que hubieran llegado a reparar en ello de ser así. Ella parecía contenta, él lo parecía también, aunque dentro, donde nadie podía verlo, estaba temblando otra vez. Le habían invitado a cenar en su casa, y no sólo era la primera vez que eso ocurría, sino que tampoco conocía a la madre, y tampoco había pasado nunca del salón de la casa. Era sin duda una tontería, nada por lo que estar nervioso, se le daba genial tratar con personas, no iba a quedar mal. Pero a veces, las tonterías nos vuelven tontos, sin mayor explicación. Y ese día, ese momento, no podía haber alguien más tonto que él.
Mientras esperaban a que fuera la hora de cenar fueron a la sala de estar de ella. Tenía instrumentos, libros, y mil cosas más. Era una sala pequeña, con una mesa de ordenador y un sofá rojo con peluches gigantes y almohadones. Se sentó allí, parecía cómodo. Ella se sentó en la silla del ordenador, en frente, y comenzaron a hablar. Él ni siquiera recuerda de qué hablaron, por mucho que quiso recordar cada palabra, no consiguió recordad ninguna. Sólo recuerda, sólo sabe, que ahí fue la primera vez que lo sintió. Mirando a través de la ventana a la oscuridad de la noche, sólo iluminada por algunas luces de las casas... sintió que no quería irse de allí, que no quería tener que volver.
"¿Estás bien?" preguntó ella alzando una ceja. Él reaccionó de inmediato, sacudiendo la cabeza saliendo de su abstracción. "Sí, sí. Sólo estaba empanado" sonrió contento. "Podemos cenar ya si quieres" comentó ella levantándose de la silla. Él penso que iba a dar igual lo que respondiera, así que se limitó a asentir y levantarse él también. La cocina tenía preparada la mesa para 2, platos, vasos, cubiertos... y un par de mantelitos que le trajeron viejos recuerdos. Sonrió. Cenaron los dos solos, y no dejaron de hablar en toda la cena, como si el comer les hubiera dado fuerzas para seguir hablando. Hablaron de cosas, de muchas cosas. Algunas eran cosas que tenían pendientes de hablar, y otras eran simplemente conversaciones que fluían sin más. Eso era lo que hacía tan genial todo aquello, que por mucho que hubieran hablado ya, siempre tenían algo más.
"¿Quieres media manzana?" preguntó ella cogiendo una grande y verde. Él protestó en su mente, ¡¿media?! Luego pensó que compartir una manzana con ella tampoco era una idea tan mala, se encogió de hombros y respondió. "Claro". Partió la manzana con exactitud, dos partes totalmente iguales. Le acercó a él su parte y comenzó a prepararse la suya. Él ladeó un poco la cabeza "¿Qué pasa, no me vas a dar a mi de eso?" preguntó mientras señalaba a la nocilla. Ella no ocultó su sorpresa "¿En serio?". "¡Desde luego!" dijo él extendiéndole la manzana. "Y no escatimes en nocilla, ¿eh?" sonrió, la verdad que eso tenía que estar delicioso. Los dos se comieron la manzana con nocilla contentos, ella parecía excepcionalmente satisfecha y feliz. "Es agradable poder compartir esto con alguien" dijo ella mientras pegaba el último bocado a la manzana. Él sonrió, de nuevo, contento de verdad. "Está riquísimo". Y donde terminó él la manzana, terminan sus recuerdos de aquel día.
Nada más pasó. Él se había ido apagando por dentro porque se tenía que ir, pero sonriendo por fuera como no podía hacer de otra forma estando con ella. Y cuando llegó a Madrid.. se quedó paseando por sus calles mojadas, sin rumbo y sin saber bien a dónde ir.
Segundo día de los tres.