miércoles, 26 de noviembre de 2014

Abuelita... adiós.



Te lo prometo, abuela. Te lo prometo.

 

Te has ido y lo has hecho sin avisar, sin darnos la oportunidad de despedirnos de ti. Estoy seguro que hasta eso lo has hecho pensando en nosotros, para que no tuvieramos que pasar por eso, para que no tuvieramos que verte marchar. Siempre quisiste a tu familia con todo el peso de tu alma, y nunca te importó tener el mundo a tus espaldas si eso servía para aliviar las cosas a los demás.
No recuerdo ni una sola vez en la que no me hicieras sentir querido, tanto de niño como de más mayor. Sólo de ver cómo se te iluminaba la cara cada vez que nos veías a tus nietos... sólo de ver cómo se te hacía todo más fácil con nuestra presencia... ya sabía que no había nada en el mundo más precioso para ti que nosotros.

"Pispisigaña". "Una señora gorda por el paseo". "Nos iremos a bailar, no abuela?"."Nos ha fotut". "Parece el niño jesús, ¡pero es un diablo!". "¡Yo quiero ese pelo para mi!"


Por el chalet de Llíria, y las partidas de parchís.

Estés donde estés, déjame decirte que dejaste tu marca de bondad en todos nosotros, que para nosotros siempre serás "abuelita" y no "abuela". Y más concretamente, la "abuelita pitanta".

Gracias por todo. Nunca te olvidaré. Y si estés donde estés puedes verme, te prometo que voy a hacer que estés orgullosa de mi.


- Tu nieto más guapo y revoltoso.

Cero absoluto




"No puedo creerme que tú hayas vivido aquí" dijo él murmurando mientras se frotaba los brazos con sus propias manos. Estaba en un lugar desierto, no había símbolos de vida visibles en lo que la vista podía alcanzar a lo lejos. Nieve y hielo era todo lo que se podía ver y tocar, ni siquiera el cielo se llegaba a ver desde su posición por la espesa capa de nieve que parecía estar permanentemente flotando en el aire. A cada paso, la nieve parecía hacerse más espesa, más presente. El hielo parecía más frío, el aire parecía más hielo... había momentos en los que incluso se sentía como si pequeños cristales de hielo se clavaran en los pulmones al respirar.

Siguieron caminando en silencio, sin rumbo, sin tiempo, en aquel lugar donde no había ni noche ni día, donde no había caminos. Tampoco hacían falta, pues no había a dónde ir. El aire se había hecho insoportablemente pesado, sus pulmones parecían que iban a estallar, pero de alguna manera, seguía respirando y caminando. Tomó aire lentamente, pues si lo hacía de forma rápida le quemaban los pulmones del frío. No le cupo duda de que si hubieran hecho un fuego allí, las llamas se habrían helado también.

 

"No entiendo cómo se puede vivir así" le dijo él al borde del llanto y cayendo de rodillas al hielo de repente. Le miró desde arriba, impasible. "¿Te duele algo por la caída?" se limitó a preguntar. Él negó con la cabeza ahogando un sollozo.

"Es por el frío". Y así, sin más, comenzó a caminar, y no volvió a mirar atrás.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Te echaré de menos, Madrid.

Hay cosas que realmente no deberían nunca ser plasmadas en palabras, que se sienten casi insultadas cuando alguien intenta captar su esencia y embotellarla en frases ancladas. Hay cosas... que sólo viven en el momento y en el recuerdo, que parecen languidecer a medida que alguien se empeña en inmortalizarlas en papel.
Pero sé que a ti te gusta leer esto en concreto, y por eso esta vez lo haré. Por eso y porque sé que tú lo que escriba no lo vas a leer... sino a revivir.


"Tócame algo, ¿no?" preguntó él sonriendo y acomodándose en el sofá rojo. Ella le miró desde la silla y resopló levemente, cediendo casi con una queja en los labios "vaaaaale".
Se levantó a coger la guitarra y volvió a sentarse tras alcanzar la cejilla. Carraspeó un par de veces para aclarar la voz y cerró los ojos para concentrarse y atrapar la canción en su interior. Sus dedos se deslizaron por las cuerdas como si las estuviera acariciando, como si las cuerdas fueran las que quisieran tocar sus dedos, y no al revés.
Comenzó a cantar y su voz inundó rápidamente la habitación, una habitación que estaba en absoluto silencio, ausente de sonidos, ausente de todo, sólo ella, él, y la canción. Su voz flotaba en el aire, expandiéndose y resonando en cada punto, cada esquina. Su voz se posaba en cada estante, bailaba su propia canción. Su voz entró por cada uno de los poros de su piel,y entonces algo se rompió, y una lágrima, sólo una, casi invisible, rodó mejilla abajo sin ningún temor. Y volvió a sentir, por segunda vez, que no quería irse de allí, que ese era el lugar donde de verdad quería estar. 

Ella le despertó de su ensimismamiento "Ey, no me pongas esa cara. ¡Te toca!". De pronto le hirvió la sangre, comenzó a ponerse nervioso y respondió con un elocuente y auténtico "No, no... no". Ella sonrió divertida, y con la misma elocuencia le insistió "Sí, sí.. sí". Él Tragó saliva mientras alcanzaba la guitarra. Suspiró resignado y comenzó a tocar. No podía ser tan difícil, era una canción que tocaba todos los días, que cantaba a todas horas, que podría incluso tocar con los ojos cerrados. Y aún así,en ninguno de los diez primeros intentos consiguió arrancar la canción. "No puedo, no puedo" dijo él avergonzado y lamentándose, poniéndose rojo. "No puedo cantarte, a ti no". Ella estaba disfrutando del momento seguro, ella, tan segura de sí misma mientras le observaba desde la silla. "Pero si me estoy comiendo un bol con cereales" contestó ella con total naturalidad. Él no pudo evitar reír " eres tonta...". Respiró hondo una vez más, e intentando centrar su mente sólo en la canción... comenzó a cantar. Con los ojos cerrados, para no verla, con los ojos cerrados, para ver mejor la canción, con los ojos cerrados...para que saliera del corazón. Y por un instante, fluyó.
"Mierda." dijo al llegar al estribillo y equivocarse de acorde y de canción. Se lamentó en silencio por ser tan inútil. Ella tragó sus cereales y le miró. "Raúl, oye, cantas muy bien en persona, ¡muchísimo mejor que en los vídeos esos!". 
Un pequeño silencio se coló en la habitación, y él, como si ya no fuera la misma persona, se relajó en el sofá y se acomodó. Comenzó a tocar la guitarra, a imaginar la canción que quería tocar, y como si hubiera volado aquel miedo estúpido, cantó sin perder la canción. Y aunque se negó a decirlo, y no lo reconocerá jamás, fueron las palabras que ella dijo las que le hicieron cambiar.

Después, cumplidos los formalismos, se dedicaron largo rato a cantar canciones a medias y juntos en el piano. Y digo a medias, porque ninguna llegaban a terminar. Había demasiadas canciones idóneas, demasiado poco tiempo también. No está muy claro cómo ocurrió, que incluso mientras cantaban, él recuerda que siempre encontraban un momento para reír, a veces incluso tanto como para hacerle a ella tumbarse en la cama con las manos en la tripa. "Tiene que haber una canción que te sepas con la guitarra y podamos cantar los dos" dijo ella de repente. Él la miro pensativo unos segundos antes de responder. "Puede Ser, ¿esa te la sabes?" ella asintió y volvieron a por la guitarra. Se miraron un momento. "hmm.. voy a por la camara" dijo ella. Él le miró escandalizado. "Tranquiiiilo, que no lo voy a subir a ningún sitio, es sólo para tenerlo de recuerdo" eso le hizo respirar aliviado.

La canción se cantó, tras varios intentos fallidos, muchas risas y mucha ilusión. Para ella pudo ser una canción más, de miles que había cantado y grabado. Para él... fue un sueño que se acababa de cumplir. Por fin, después de tanto tiempo, ella había querido de verdad cantar algo con él, algo que quedaría guardado siempre en el recuerdo, en algún sitio, para los dos. Y aún sabiendo que tenía que irse, ese día la tristeza no pudo ni siquiera rozarle un poco el corazón.

A los dos días, ella había editado y subido el vídeo, a traición. Él fue a mirarlo, preocupado y temeroso, eso lo iban a ver cientos de personas... y ¿sabéis lo que hizo nada más terminar de verlo? Volverlo a mirar. Y entendió que sus miedos, si ella estaba cerca, no lo podían tocar. 


Muchísimas gracias por todo. Por esas horas que aunque nadie lo entienda, para fueron el mejor regalo que me han hecho jamás. Muchísimas gracias... y te echaré de menos, Madrid.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Pánico

~ Hay cosas que mueren, y cosas que deberían aprender a morir. ~


Fue como un volcán que entra en erupción de forma repentina, la sangre le hervía al tiempo que la sentía helada, corriendo frenéticamente por su cuerpo como si fuera una carrera. El pánico se apodero de sus manos, de su cuerpo, y le trepó por la espalda atravesándole la espina dorsal hasta llegar al cerebro, adueñándose también de su mente. Lo que en otro momento había sido una lúcida maquina de razonar no era ahora más que un lioso laberinto con callejones sin salida a cada paso, no era más que una descuidada sombra trémula que no entendía la luz.

Comenzó a rodar por su mejilla, de forma incontrolada y tranquila, una gota de agua salada que puso rumbo directo a la comisura de sus labios. Ni siquiera entendía por qué estaba llorando, ni siquiera se dio cuenta de que estaba llorando hasta que no notó el sabor de la lágrima filtrándose por entre sus labios. Intentó recoger fuerzas de su interior, averiguar qué tenía que hacer, qué opciones tenía... pero todo resultó en vano, no era capaz de asentar ni apaciguar su mente, no era capaz de frenar lo que él no había querido empezar. Huyo de todo, de todo y de todos. Huyo como un niño desprotegido, como un niño al que nadie entiende, al que nadie extiende la mano que él busca.

Borró toda prueba de que él había existido, borró su rastro en la arena, sus pisadas en el suelo, su huella en cualquier recuerdo. Sopló todas las palabras que una vez dijo, sopló cada letra que alguna vez escribió. Borró su imagen del recuerdo de todos, borró todo, en todos, para que nadie le recordara jamás. Y corrió, corrió sin entender nada, sin ser capaz de comprender. Corrió hasta llegar allá donde nace el olvido, al acantilado de la desesperación. Se paró en seco y miró al vacío, miro a su destrucción...y la lucidez le golpeó de nuevo por un segundo. Miró atrás, através de los bosques y ríos que acababa de cruzar, miro através de los recuerdos que había borrado, de las palabras que ahora flotaban perdidas en el aire, de las letras que el tiempo empezó a borrar... y ahogando una palabra, saltó...

Y no se le volvió a encontrar..

viernes, 21 de noviembre de 2014

Te echaba de menos, Madrid (2)

Despertó en un hostal cualquiera, de una calle que no había escuchado  jamás. Una cama, una mesilla y una pila de dudosa higiene, esa era toda la comodidad ofrecida. Todavía era temprano, y aún faltaban muchas horas hasta que tuviera que encontrarse con ella de nuevo. Aún así se levantó, se arregló y preparó su mochila para poder salir en cuanto le diera la gana. Se quedó pensativo durante un rato, primero recordando el día anterior y luego intentando decidir si quedarse en Madrid unas horas o pasearse por las Rozas. Finalmente se levantó de un salto de la cama y cargó con su mochila al hombro, había decidido ir a las Rozas a esperar. Puestos a esperar, mejor estar ya allí.

"Cuánta gente" comentó él mientras pasaban de largo la cola del cine. Habían comprado entradas para ver una película que a ella le había llamado la atención de forma especial. Ella asintió "Sí, ya te dije que la película era buena". Él se encogió de hombros y pasó por la puerta, entregándole al empleado las entradas y buscando con la mirada la sala en la que debían de entrar. Buscaron sus asientos, tal y como habían pedido, en un lateral, y especialmente cómodos gracias a la barra de seguridad que podían utilizar para apoyar los pies.
"¿Es la primera vez que venimos al cine?" preguntó ella girándose. Él ladeó la cabeza y se encogió de hombros. "No sé tú, yo he ido bastantes vec-" puñetazo en el hombro. "Idiota" dijo ella riendo. Él no pudo más que reír mientras se frotaba el brazo. "Sí, es la primera vez que venimos juntos al cine" sentenció él poniéndose cómodo en su asiento y negando con la cabeza. Él no lo vio, pero seguro que ella le fulminó con la mirada. Seguro.

Aún faltaban unos minutos para que empezara la película propiamente dicha, pero la pantalla ya emitía imágenes de otras películas y anuncios. Un hombre abriéndole la puerta trasera del coche a su perro para que entrara, pero no quiere entrar. Suspira y cierra la puerta, abriendo acto seguido la delantera, y el perro ráudo salta al asiento y se acomoda. El dueño cierra la puerta... y de repente, sobre un fondo negro, aparecen dos coches en pantalla, y uno es amarillo.
En cuestión de una fracción de segundo ambos se giran al mismo tiempo, él y ella, con el puño cerrado e intenciones de golpear al otro. Se paran a mitad, se quedan mirando el uno al otro, simétricamente colocados, se dan cuenta de lo que ha ocurrido y rompen a reír. Y esa sala vacía, por un momento se llenó de un instante de risa y magia.

"Por cierto..." dijo él mientras volvía a su cómoda posición. "Ya veo que la película era súper buena. Esto está abarrotado..." puñetazo en el hombro. "Idiota" fue la única réplica que obtuvo, eso y su cara enfurruñada. 5 personas en toda la sala, y eso era contándoles a ellos dos. No pudo evitar reírse, le gustaba tanto hacerle rabiar. La película comenzó enseguida, una película con sus momentos interesantes, sus momentos críticos... y sus momentos dramáticos. Sabía que ella estaba esperando ese momento desde el principio, era su oportunidad de vengarse de él... y en cuanto derramó la primera lágrima, allí estaba ella para reírse por lo bajo. Él frunció el ceño y le golpeó en la pierna susurrando "no estoy llorando". Ella se volvió a reír por lo bajo y asintió "vale, vale". Y él aparentando compostura, y ella sonriente como ella misma, continuaron viendo la película comentando alguna escena que otra, compartiendo palomitas y alguna que otra mirada de soslayo.

Al salir del cine la lluvia caía ligera sobre las calles ya mojadas de las Rozas. Él sacó el paraguas y lo abrió, invitándola con un leve gesto a ponerse a su lado para resguardarse. Ella le agarró del brazo para no mojarse y caminaron comentando la película, despacio y sin prisa. No había mucha gente en la calle, aunque tampoco parecía que hubieran llegado a reparar en ello de ser así. Ella parecía contenta, él lo parecía también, aunque dentro, donde nadie podía verlo, estaba temblando otra vez. Le habían invitado a cenar en su casa, y no sólo era la primera vez que eso ocurría, sino que tampoco conocía a la madre, y tampoco había pasado nunca del salón de la casa. Era sin duda una tontería, nada por lo que estar nervioso, se le daba genial tratar con personas, no iba a quedar mal. Pero a veces, las tonterías nos vuelven tontos, sin mayor explicación. Y ese día, ese momento, no podía haber alguien más tonto que él.

Mientras esperaban a que fuera la hora de cenar fueron a la sala de estar de ella. Tenía instrumentos, libros, y mil cosas más. Era una sala pequeña, con una mesa de ordenador y un sofá rojo con peluches gigantes y almohadones. Se sentó allí, parecía cómodo. Ella se sentó en la silla del ordenador, en frente, y comenzaron a hablar. Él ni siquiera recuerda de qué hablaron, por mucho que quiso recordar cada palabra, no consiguió recordad ninguna. Sólo recuerda, sólo sabe, que ahí fue la primera vez que lo sintió. Mirando a través de la ventana a la oscuridad de la noche, sólo iluminada por algunas luces de las casas... sintió que no quería irse de allí, que no quería tener que volver.
"¿Estás bien?" preguntó ella alzando una ceja. Él reaccionó de inmediato, sacudiendo la cabeza saliendo de su abstracción. "Sí, sí. Sólo estaba empanado" sonrió contento. "Podemos cenar ya si quieres" comentó ella levantándose de la silla. Él penso que iba a dar igual lo que respondiera, así que se limitó a asentir y levantarse él también. La cocina tenía preparada la mesa para 2, platos, vasos, cubiertos... y un par de mantelitos que le trajeron viejos recuerdos. Sonrió. Cenaron los dos solos, y no dejaron de hablar en toda la cena, como si el comer les hubiera dado fuerzas para seguir hablando. Hablaron de cosas, de muchas cosas. Algunas eran cosas que tenían pendientes de hablar, y otras eran simplemente conversaciones que fluían sin más. Eso era lo que hacía tan genial todo aquello, que por mucho que hubieran hablado ya, siempre tenían algo más.

"¿Quieres media manzana?" preguntó ella cogiendo una grande y verde. Él protestó en su mente, ¡¿media?! Luego pensó que compartir una manzana con ella tampoco era una idea tan mala, se encogió de hombros y respondió. "Claro". Partió la manzana con exactitud, dos partes totalmente iguales. Le acercó a él su parte y comenzó a prepararse la suya. Él ladeó un poco la cabeza "¿Qué pasa, no me vas a dar a mi de eso?" preguntó mientras señalaba a la nocilla. Ella no ocultó su sorpresa "¿En serio?". "¡Desde luego!" dijo él extendiéndole la manzana. "Y no escatimes en nocilla, ¿eh?" sonrió, la verdad que eso tenía que estar delicioso. Los dos se comieron la manzana con nocilla contentos, ella parecía excepcionalmente satisfecha y feliz. "Es agradable poder compartir esto con alguien" dijo ella mientras pegaba el último bocado a la manzana. Él sonrió, de nuevo, contento de verdad. "Está riquísimo". Y donde terminó él la manzana, terminan sus recuerdos de aquel día.

Nada más pasó. Él se había ido apagando por dentro porque se tenía que ir, pero sonriendo por fuera como no podía hacer de otra forma estando con ella. Y cuando llegó a Madrid.. se quedó paseando por sus calles mojadas, sin rumbo y sin saber bien a dónde ir.


Segundo día de los tres.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Te echaba de menos, Madrid.

Había dejado de llover tan pronto como había llegado al lugar de destino, pero el frío aún se las apañaba para escurrirse entre las varias capas de ropa y hacerle suspirar impaciente. 
Decidió levantarse y acercarse a las escaleras que salían del parque, caminando y dando pequeños saltitos confiando en que así vendría algo de calor a su cuerpo. 
Era un día de otoño como cualquier otro, el viento soplaba intermitentemente arrastrando las hojas caídas y la gente caminaba deprisa, intentando auyentar el frío. El ruido de los coches al pasar parecía eclipsado por el rugir del agua de la fuente que impasible ante el mundo seguía escupiendo agua de forma rítmica e hipnótica... pero él nunca llegó a reparar en nada de esto. Estaba absorto pensando en cuánto más podría tardar, no es que llegara tarde, ni pronto, simplemente es que tenía ganas de verla. Y entonces, como si hubiera percibido su inquietud, apareció a lo lejos y él la vio por el rabillo del ojo, disimulando como si no. "¿Cómo le saludo?¿Qué digo?" pensó para sus adentros. Hacía tiempo que no se veían, y la última vez había sido en circunstancias especiales y por muy pocos minutos. ¿Bajaría ella o subiría él las escaleras?¿Se acordaría de que le había pedido un abrazo? Sí se acordó, y sonriente como siempre que él la había visto, allí se quedó, en el primer escalón, esperando a que el la abrazara. La rodeó con sus brazos y la apretó contra él, levantándola del suelo sin esfuerzo y llevado por el momento. Llevaba tanto esperando ese abrazo. Y entonces se dio cuenta... de que no quedaba ni rastro del frío.

"Oye, no te lo había dicho, pero tenemos que esperar a una amiga... se llama Alba" le dijo él mientras caminaban a sentarse. Ella se quedó de pie, mirándole de forma sospechosa y dubitativa. Él le miró, sin entender, confundido. "En serio, es rubia y con los ojos verdes..." ella entornó los ojos y estuvo a punto de golpearle en el hombro. "Oh, no. Nono" rió él entendiendo la situación. "No es ninguna broma estúpida, de verdad. Esa chica existe, te lo prometo..." contestó mirando con recelo el puño de ella. No había terminado de creérselo, y él lo sabía, pero parecía que ella estaba dispuesta a seguirle la corriente por el  momento. Se sentaron y comenzaron a hablar, sonrientes como nunca, felices y casi como si no terminaran de creer que después de tanto tiempo estuvieran ahí, los dos, cara a cara. Y así pasaron los minutos... hasta que Alba llegó. Iba a ser la primera persona de todas sus amistades que iba a conocerla. Y él no podía estar más contento de que así fuera.

"Ves, te dije que era real" dijo él mientras le daba dos besos y un pequeño abrazo a la recién llegada. Presentó a ambas, y mientras se dirigían hacia un lugar donde comer estuvieron decidiendo como iba a llamar a cada una. "Tú" dijo él señalando a una, "y tú" dijo señalando a la otra. Ellas rieron y él se encogió de hombros "Es lo mejor que puedo hacer".
La comida transcurrió de lo más normal, sentados en la mesa y manteniendo una conversación distendida y llena de risas. Ellas no se conocían de nada, y venían de partes y mundos muy distintos de la vida de él, con lo que a veces le resultaba difícil unir ambas partes en la misma conversación. Estaba hablando con Alba sobre cosas del pueblo cuando de repente sintió algo raro, como si le estuvieran observando. No era un sentimiento incómodo ni molesto, simplemente lo notó. Se quedó en silencio y giró su cabeza hacia ella, y ahí la descubrió, con los ojos perdidos y mirándole como si nunca le hubiera visto antes. El tiempo pareció suspenderse, los sonidos enmudecieron, las personas se borraron, y por una eternidad... se perdió durante un segundo en su mirada.
"Eeeeh, me das miedo. ¿Por qué me miras como una psicópata?" le preguntó él bromeando como reacción. Ella despertó de su ausentismo y protestó sonriendo. "Jolín, no es eso, es que hace mucho que no te veo y como estás hablando con ella por fin puedo fijarme en cosas de ti que antes se me escapaban". Se hizo un breve silencio. "Ok, pero no me mates, por favor." fue todo lo que contestó él, moviendo la nariz divertido por la situación.

Había pasado ya una hora de aquello, Alba se había marchado a casa y ellos estaban caminando por Madrid aparentemente sin rumbo. Y digo aparentemente, porque ella siempre tenía un plan. "¿Te apetece ir al Fnac?" preguntó ella mientras cruzaban la calle. Él se encogió de hombros "sí, claro". Ella sonrió contenta. "Perfecto, porque íbamos a ir de todas maneras".
Él entornó los ojos, ella hizo como si fuera lo más normal del mundo. Que a decir verdad, con ella, siempre había sido así.
Una vez en el Fnac se perdieron entre libros y artículos de papelería. Resultaba reconfortante poder compartir una de sus aficiones de aquella manera, no era habitual encontrar a alguien con quien mirar libros sin tener prisa por irse. Él no dijo nada, pero notó como devoraba las estanterías con la mirada, con ansia. No le cabía duda de que si hubiera tenido el tiempo para ello, se habría quedado ahí mismo leyéndose todos esos libros. Y eso, eso le hizo apreciarla aún más.

"Pues es que eres tan baji-.." no pudo terminar la frase. Un puñetazo en la tripa le cortó la respiración de golpe, haciéndole apoyarse en ella brevemente antes de recomponerse. "Vale, vale, no he dicho nada..." dijo él fingiendo estar asustado y dolorido. Ella rió y le dio una palmadita en el brazo. "Va, que ya hemos llegado". Después de salir del Fnac ella había recibido una llamada de sus amigos de la universidad que estaban en una cervecería pasando la tarde y habían decidido pasarse por allí a saludar. Él no conocía a nadie, y nadie le conocía a él, y aún así estaba contento de estar allí. Estuvieron riendo y hablando durante largo rato, intercambiando opiniones y diciendo tonterías. Nadie que lo hubiera visto desde fuera, hubiera dicho que ese chico no pertenecía allí. Ella miró el reloj y llamó su atención. "Yo en media hora tengo que irme" dijo informativamente. Él la miró "de acuerdo" fue lo único que contestó, aunque su mente dijo otras palabras, otras que no se atrevió a pronunciar su voz. Su mente la invitó a dar un paseo andando hasta la estación de autobuses, los dos, por la noche de Madrid. Pero de eso... ella nunca se enteró.

Llegó la hora y todos salieron a la calle. Hacía algo más de frío que antes y el chispear de la suave lluvia podía escucharse repiqueteando sobre las mesas y las sillas. Desenfundó su paraguas y suspiró una sola vez, produciendo un fino vaho que se elevó unos escasos centímetros antes de desvanecerse en al aire.
"¿Vamos?" dijo ella agarrándole la chaqueta y resguardándose de la lluvia. No se hizo de rogar, ni tampoco contestó a la pregunta. Simplemente comenzó a caminar. Ellos iban adelantados, y el resto los seguía detrás, riendo y hablando mientras ellos caminaban casi en silencio. Quizá podría haber hablado, pero el silencio aquel sentaba tan bien...pocas veces se encuentra un silencio cómodo. Se preguntaba en qué estaría pensando ella, si estaría concentrada en escuchar el ruido de la lluvia al caer, o si simplemente estaba ahí, caminando sin más. De pronto, ella soltó su chaqueta y deslizó su brazo agarrando el suyo, haciendo temblar todos sus pensamientos que se disiparon como una llama en la nieve. Y nada recuerda él de lo que pensó o sintió en ese momento, sólo recuerda que nada más le cogió, la lluvia comenzo a caer fuerte de verdad. 


Y así transcurrió el primero de tres días.


martes, 18 de noviembre de 2014

Nada que temer


Cuando sale del tirón... :) 



No entiendo que dejara de entender,
de ser aquella nota que siempre quise ser.
No creo que dejara de creer,
tan sólo es que perdí el rumbo sin querer.

Herido en batalla olvidé
que herida que no curas se abre una y otra vez.
Y fue aquel dolor el que cambió
e hizo que lloviera donde antes veía sol.

Y entonces te encontré
y supe el por qué
no hay nada,nada, nada que temer.

''Tú llegaste de casualidad
afinaste todas mis cuerdas
y me hiciste ser canción de nuevo.

Tú que eras la roca contra el mar
Y yo el inconsciente velero
que buscó hasta estrellarse en tus secretos.

Tú que de todo te escondías
y yo que por todo necesitaba encontrarte a ti.''

No pienso que dejara de llover
el día que por descuido tropecé con tu piel.
No entiendes que la suerte es tener
recuerdos de tu risa provocada por mi ser.

Había olvidado que al final
los sueños son regalos que te tienes que ganar
Y nunca mientras sueñe olvidaré
que contigo todo, todo, todo lo gané.

Y cuando te encontré
supe enseguida el por qué
no hay nada, nada, nada que temer.

''estribillo''


"R" 

domingo, 9 de noviembre de 2014

En el amar hay más que amor.

LLevo mucho tiempo evitando hablar de esto, quizá demasiado... y aunque cueste admitirlo ha sido porque tenía miedo. Miedo a decirlo y que me hiciera daño, miedo a expresarlo... y que se hiciera algo más real. Pero más vale intentar vivir tus sueños, que tus miedos. 


¿Quién no ha amado alguna vez? Todos hemos querido a alguien, todos hemos suspirado por pasar más minutos al lado de alguna persona, todos hemos esperado ansiosos a que llegara el momento de volverla a encontrar. Dicen que el amor es una de las fuerzas más poderosas del universo, porque puede darte la vida... pero también se puede morir de amor. Sé que lo que voy a decir ahora le ha pasado a más de una persona, y sé que muchas de esas personas puede que se nieguen a verlo, por miedo, o porque realmente estén cegados de tanto amor... Pero alguien tiene que decirlo, y ese alguien hoy seré yo. 

Amar no es lo único que existe en el amor. Sé que suena casi estúpido, pero no lo es... En el amar hay dos cosas, lo que sientes por la otra persona, y lo que tú esperas, en general, de tu vida con la persona que amas. Esto último, obviamente, tiene márgenes, es elástico, y puede ir cambiando con los años. Pero ojo, si cambia, será siempre dentro de unos límites, y que sea siempre, siempre... por ti. 

En la pareja se hacen concesiones, no se cambia. Es decir, tú puedes dejar de poner los pies descalzos en la mesita del comedor si eso le molesta mucho a tu pareja, pero no debes jamás dejar de tocar un instrumento como hobby, se ponga como se ponga. Tú puedes ir al ballet de vez en cuando aunque no te guste demasiado, pero no debes dejar de jugar los partidos de los viernes con los amigos. 

Pero no sólo se limita a eso. Si tú siempre has soñado con estar con alguien que sea capaz de despertarte cada día con un "buenos días princesa", ¿por qué deberías conformarte con alguien que a veces ni se acuerda de ti?. Si a ti te gustaría estar con alguien que comparta tus aficiones contigo, ¿por qué ibas a quedarte con alguien que cuando tiene tiempo libre prefiere dedicarlo a otras actividades en las que tú no vas a estar implicado? Si tú quieres a alguien que te abrace y te de un beso después de hacer el amor, ¿te vas a conformar con aquel que se enciende un cigarro después de cada polvo y se olvida de que estás? Solo porque quieres a alguien, sólo porque amas a alguien, no significa que tengas que conformarte con lo que te da... a veces esas personas que queremos, no son capaces o no están dispuestas a darnos lo que nosotros buscamos, y entonces hay que saber dejarles marchar, o irnos. 

¿De qué sirve estar con alguien, y quererle tanto, si luego vas a estar triste cuando no demuestre acordarse de ti? ¿De qué sirve estar con alguien, y quererle tanto, si luego vas a ponerte a hacer lo que te gusta, y vas a pasarte la mitad del tiempo sintiéndote incompleto porque quisieras estar compartiendo esos momentos con él? ¿De qué sirve, dime tú, de qué sirve estar con alguien, y quererle tanto.... si cada dos por tres vas a estar pensando en lo que te gustaría que fuera y no es....? 

No mal interpretéis mis palabras. Si amas a alguien, lucha por esa persona, con todas tus fuerzas, hasta tu último aliento. ¡Maldita sea, si no lo haces eres un completo estúpido! Pero si esa persona no va a ceder, y no va a hacerte vivir lo que tú querrías vivir aunque hayáis intentado cambiarlo... entonces... entonces ha llegado el momento de separar caminos. 

Que hay más peces en el mar, y más estrellas en el cielo. Pero sólo hay una vida, y quiero que sea, como yo la quiero.



viernes, 7 de noviembre de 2014

Grandes aventuras, mejores misterios.

El otro día estaba mirando el facebook, como casi todos nosotros hacemos a diario, y de pronto vi la foto de una chica que hacía años que no veía. La vi cambiada, pues la última vez que supe de ella era una chiquilla adolescente y no la mujer en la que parece haberse convertido ahora. Una pequeña sonrisa saltó a mi cara, sin motivo aparente, sólo de pensar en el cambio que había pegado, en cómo pasa el tiempo.

Me dio por escribirle, ya sabéis cómo soy, tan movido por impulsos como siempre. Estuve hablando con ella un rato, una conversación agradable, principalmente porque aun se acordaba de mi y es una chica muy simpática. Y fue mientras hablaba con ella... que caí en la cuenta:


Todos conocemos personas, todos tenemos la fortuna de conocer a gente que se queda, y la desdicha de conocer a gente que se va. Pero hay personas que nunca han estado realmente, que nunca llegaron a ser amigos o amigas del alma, que simplemente fueron personas a las que saludar con una sonrisa, con las que bromear y pasar un momento agradable mientras caminabas de aula a aula del instituto. Y como nunca estuvieron realmente, entonces... nunca se pueden ir.

Es gente que nunca tuvo oportunidad de decepcionarte, tampoco de ser tu salvación. Es gente que, aunque en su día no tuvo la oportunidad de demostrar nada, ni bueno ni malo, te la cruzas un día y te alegras de verdad. Gente que después de años vuelves a hablar con ellas, y ya hacen que tu día haya sido un poco mejor. Y entonces te planteas... ¿Qué amistad podría haber llegado a surgir si los planetas se hubieran alineado para que en su día alguno diera el paso de abrirse al otro un poco más, de acercarse más? Y es ahí cuando sonríes, porque sabes que no hay manera de saberlo, que podría haber pasado cualquier cosa... que en esta vida no hay libros escritos que leer, sino libros en blanco que escribir. 

¿Querrá esa otra persona saber de ti? ¿Se habrá alegrado también de volver a verte? ¿Habrá olvidado ya siquiera que llegasteis a volver a hablar? Ahh... ¿quién lo sabe? Y según te de ese día, quizá decidas intentar volverle a hablar, o quizá decidas que ya da igual.
O quizá... quizá sea la otra persona la que te sorprenda y te vuelva a alegrar. Que al final, lo bonito de la vida es la incertidumbre, no tener claro qué va a pasar, vivir un poco de aventuras e historias que contar.

Que en esta vida el mayor misterio, tesoro y aventura... no es más que las personas. Cada persona que aparece en tu vida, es una puerta a una aventura distinta. Unas más largas, otras más cortas... unas con mejor final, otras sin final.  Que lo bonito de esta vida... son las personas.