viernes, 20 de febrero de 2015

Sofá rojo

El sofá rojo nunca había estado más nervioso que entonces. Sobre él, y tan sólo separados por unos pocos centímetros, había una persona que quería amar con toda su alma, y otra que se negaba por su vida a dejarse amar. Los dos eran conscientes de aquella curiosa e incompatible situación, y sin embargo ahí estaban, sentados en aquel sofá rojo.

- Explícamelo anda- le dijo ella mirándole a los ojos un instante. Quizá ella no era consciente de aquello, pero cada vez que sus miradas se cruzaban explotaba en él un universo entero, con todas sus constelaciones, estrellas y planetas, y también su vacío.

Suspiró y apartó la mirada, nervioso. - Ya te lo he explicado muchas veces, jo- Ese jo le sonó mucho a ella. Y ella lo supo y sonrió, pese a que él no lo vio.

- Una vez más, la última, lo prometo... ¿qué significaba eso que escribiste? - la curiosidad brillaba tan fuerte en sus ojos que podrían haber iluminado la habitación aun con la luz apagada.

Tragó saliva, miró inquieto hacia todos los sitios... y por una fracción de segundo, por un sólo instante que podría no haberse ni notado...se sintió valiente, se sintió más grande que el mundo, que el miedo, que todo. - Está bien. Será la última. ¿Me oyes? Vaya que si será la última, eso seguro, heh.- dijo él mientras se sentaba adecuadamente y le miraba a la cara. Se mordió el labio y aún tuvo que resoplar una vez antes de comenzar a hablar. Ella, simplemente, le miraba expectante, y un muro infranqueable protegía sus gestos y facciones para no mostrar ningún tipo de emoción. El sofá rojo moría de tensión.

- Como es la última, lo haremos bien. No regrets. ¿Te parece?- dijo él mirándola con media sonrisa en la cara. No era una sonrisa de seguridad, ni una sonrisa de felicidad, era simplemente una sonrisa, tan insegura como resignada, tan indiferente como inusual. Ella simplemente asintió.


En ese momento, él hizo algo que nunca había hecho, algo que había querido hacer desde el primer día que la vio, pero que no se había atrevido jamás. Estiró lenta pero decididamente su mano hasta alcanzar la suya que reposaba en la rodilla y la cogió. La cogió con delicadeza, poniendo su palma en la de ella y sujetándola muy suavemente con el dedo pulgar. Se estremeció por dentro de tantas formas y maneras, que sería inútil intentar describirlas aquí. Ahogó lágrimas que peleaban con fiereza por nadar mejilla abajo, calmó un corazón que parecía latir como si no hubiera mañana, porque quizá, para él, no lo hubiera. Ella habría apartado la mano de casi cualquiera, se habría puesto nerviosa y le habría dado la risa, o vete tú a saber. Con ella todo podía ser. Pero ese día, en esa ocasión, no se movió ni un milímetro. Él sólo supo que aun estaba viva por el suave mecer de su pecho respirando, el brillo que surcaba sus ojos, y el ligero color rojizo que habían adquirido sus mejillas al juntarse las manos. Entonces se miraron, el uno al otro, y para evitar volverse a perder en su mirada, en ella, comenzó a hablar.

- Significa que tú no fuiste el principio. Eso sería mentir, pero sí que eres el final. El horizonte que nunca se acaba. Significa que lo que yo siento por ti, roza la locura extrema, pero que si estar cuerdo significa estar sin ti, entonces que me internen de por vida. Lo que leíste, significa que todo lo que yo podría ser, lo que yo podría dar de mí por ti, existe, y es algo tan mágico y especial que no se puede contener en un sólo corazón. Y por eso, por eso existe, pero no es real, porque para que se hiciera real, tendrías que dejarte amar, compartir tu corazón conmigo. Y mientras eso no ocurra, nada de esto que tengo dentro y existe podrá tener vida propia. Nade de esto... ninguno de estos sueños, de estas historias que me escribo para aguantar la realidad de estar sin ti, ninguna de las promesas que me hago a escondidas, ninguna de las promesas que, sin tu permiso, te hago a ti.- clavó su mirada en su pupila, entrando tan adentro que casi podía ver a través de sus ojos-

Lo que leíste, significa que no me planteo el cambiarte por nada, que ya no gira toda mi vida y mis decisiones entorno a ti, he aprendido a vivir sin ti, pero queriéndote a rabiar. Las ideas y metas personales más altas que he tenido jamás, el futuro más deseado que he escrito en mi mente en una eternidad... todo él pasa por ti. Hay futuros alternativos, claro que sí, pero ninguno me hará sentir tan pleno como aquel que imagino contigo. Y es por eso, por eso que tú eres el final, que me niego en rotundo a cambiarte por nada, por nadie. Ni siquiera por un reflejo tuyo. - paró de nuevo, brevemente, para tragar saliva y dejar que el aire llenara contento sus pulmones- y es que...a veces pienso, que si me preguntaran, diría que nunca antes me había enamorado de verdad. Porque tú, tú has marcado cada parte de mí, tú has tocado mi esencia y la has dejado impregnada de ti. Tú vicias el aire que respiro aún sin estar físicamente ahí, ¿entiendes lo que te digo?.

Siento que podría estar una vida entera mirándote, y aún me quedarían ganas de ti. Eso es lo que significa.-


Le soltó la mano con delicadeza, y recogió la suya propia hasta su lado del sofá. El silencio se expandió como el fuego, no sólo en la habitación, sino en toda la casa, incluso en la calle parecía haber enmudecido hasta el sutil sonido del viento silbando entre las hojas de los árboles. Incluso el sofá rojo aguantaba la respiración para no romper aquel momento. Ella todavía le miraba, con esos ojos que dejaban a los más bellos poemas en la más grande miseria. Ella se acercó en el sofá, se puso a escasos centímetros de el y le abrazó lentamente, fundiéndose por unos instantes. Sus corazones, como si hubieran hecho un pacto, no se dejaron oír ni sentir.

Ella le susurró algo al oído, y la luna, que por la ventana había estado presenciando todo aquello.. fue la única que a el le vio llorar.

Y el sofá rojo, nunca volvió a ser el mismo.

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