martes, 11 de marzo de 2014

Una vida en un regalo.



Las cosas pasan, a veces no pasan. Pero siempre hay un motivo para ambas. Sin embargo, hasta que pasan...los motivos quedan en un segundo plano, y la ilusión es todo lo que importa. Dicen que los mejores regalos son los que 'no valen dinero'... no se si serán siempre los mejores, pero algunas veces...son los únicos que sueñas con recibir.





- María y yo tenemos una noticia que dar, y me gustaría decírtelo a ti cara a cara- sonó al otro lado del teléfono mientras yo todavía me esforzaba por abrir los dos ojos a la vez mientras me incorporaba en la cama. -aja... y tenía que ser a estas horas, supongo- proteste veladamente. Escuché como se reía - pero qué dices, que son las 11, cualquiera diría que son las 5 de la mañana por tu contestación. Deja de llorar y levanta, a las 12 pasaremos a por ti-. Gruñí y carraspeé para aclarar mi cargada garganta, suspiré y desistí de discutir - como quieras - contesté y le colgué. Y de todas formas, la verdad es que me apetecía mucho verle, fuera la hora que fuera.

Me levanté lentamente de la cama y pegué un trago de agua para refrescarme por dentro y comenzar a despertarme de verdad. Mientras me preparaba el desayuno me perdí en los pensamientos de qué era aquello que querrían decirme. ''¿Se van a casar? No creo, no hasta que no tengan los dos trabajo. Se van a Alemania a vivir...eso sería más plausible, pero tampoco creo que sea eso'' pensé, terminando de beberme la leche y marchando a mi cuarto para vestirme. No tenía ni idea de qué podrían querer decirme, además el día de antes, viernes, había sido mi cumpleaños y nos habíamos visto, y aunque me había pedido perdón por no haberme regalado nada, tampoco noté que estuviera guardando nada por decirme. Muy raro.

Ya estarían al llegar. Me apresuré al cuarto de baño a arreglarme y lavarme los dientes, aunque conociendo a Carlos no esperaba que llegara puntual o especialmente rápido. Me equivoqué. Todavía estaba enjuagándome la boca cuando sonó el telefonillo de la calle. Gruñí de nuevo, apresurándome para secarme y ponerme las zapatillas, coger mis cosas y salir por la puerta como un rayo. Mientras bajaba por el ascensor le escribí un mensaje a Nuria ''Buenos días.'' Y muchos emoticonos de besos. Pero no le llegó, así que deduje que estaría todavía durmiendo, y siendo aún las 12, era algo normal.
Guardé el móvil en el bolsillo y empujé la puerta del ascensor, dirigiéndome a la salida al tiempo que me pasaba una mano por la barba. ''Hmmm, tengo que recortarla ya'' fue lo que me saltó a la mente, y reí.

Abrí la puerta de la calle y ahí estaba Carlos, apoyado justo en la esquina del portal.  -Mira que hacerme esperar...- me dijo sin moverse del sitio. Entorné los ojos y miré para arriba. -creo que es la primera vez en la vida que me esperas tú a mi, deja de llorar- contesté, sonriendo - bueno, y...¿María dónde está?- le pregunté, algo impaciente por saber qué tenían que contarme. Carlos sonrió -Al final no ha podido venir, así que ha venido otra persona en su lugar- me dijo. No entendía, y mi cara lo reflejaba perfectamente. Estaba a punto de preguntar o de quejarme por lo absurdo de todo aquello, pero entonces apareció de detrás de Carlos, con una sonrisa capaz de romper las olas, con una mirada capaz de atravesar las rocas. Se paró a medio metro de mi, mirándome con ganas, con ilusión. Entonces lo entendí todo, el por qué no había tenido regalo de cumpleaños, el por qué no le acababa de llegar el whatsapp, el por qué Carlos me había despertado a esas horas. Juro que intenté contenerme, que quise actuar con normalidad. Pero... ¿Cómo controlarse cuando cada poro de tu piel te grita que la abraces, que la beses, que te dejes llevar; cuando cada músculo de tu cuerpo sólo busca moverse hacia ella, cuando todos tus pensamientos, aunque arreemolinados, se centran en su presencia, cuando tu corazón se olvida de latir, y sólo sabe sentir? Cómo controlarse, digo, cuando te acaban de regalar el mejor regalo de tu vida, cuando aún sin saberlo ella, acababa de hacer aquello con lo que llevaba yo soñando una vida y media? Era mi ilusión más recurrente, lo había soñado durmiendo y despierto, y nunca nadie lo había hecho por mi, nunca, nadie. Hasta hoy, hasta ella. Y entonces...rompí a llorar, me abracé a ella como si fuera un niño, escondiendo mi rostro en su pelo, noté sus labios en mi cuello, un beso y una sonrisa que no pude ver, pero sí sentir. Y lloré más, lloré de la emoción, de la felicidad, de todas las cosas que quería expresar en ese momento y no era capaz, sólo con lágrimas. Me separó de su cuerpo y me cogió la cara con sus pequeñas manos, mirándome a los ojos todavía sonriente. - Don't cry, silly- y me besó todas y cada una de las lágrimas que rodaban aún por mis mejillas. Le besé, fuerte, como si tuviera que comprobar que aquello era real, como si no hubiera nada más en el mundo que quisiera hacer. Y es que en ese instante, así era.

-Te dije que no me olvidaría de tu regalo- me dijo todavía esperando en la pared. No se había movido, sólo había estado ahí, esperando a que pudiera reparar en él de nuevo. - Eres un capullo, y te odio por hacerme esto- le dije, con tanta seriedad como tendría un payaso en mitad de actuación. Se acercó a mi y me dió un abrazo, se lo devolví, apretando más que de costumbre, y sólo pude decir, en voz baja. - Gracias -.
Carlos me dió un par de palmaditas en la espalda y se despidió de Nuria, y mientras caminaba sin prisa y visiblemente contento hasta su coche, yo noté unos dedos ansiosos de cogerme, una mano que buscaba completarse. Carlos arrancó y pasó por delante de nosotros, pitando y saludando con la mano. Y así, nos dejó solos, a mi y a ella, a nosotros. Y él ni se imaginaba hasta qué punto yo estaba agradecido por lo que había hecho, pero pronto, unos años más tarde, lo iba a descubrir.

Imagino que algunos querrían que contara qué más pasó ese día, a dónde fuimos y qué nos quedó por decir. Pero no puedo, no debo contar lo que no tiene palabras para ser descrito, no sería justo para lo que yo viví ese día, para lo que nosotros vivimos.
Sólo diré...que nunca más creí en el miedo, nunca más perdí mi pasión por soñar, y que desde ese día, he vivido con la única idea en la mente, de regalarle cada día felicidad.





~Some day~

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