sábado, 14 de septiembre de 2013

Porque me apetecía escribir


Los sentimientos no son racionales, por definición. Y por lo tanto es inútil intentar racionalizarlos e intentar adelantarse a sus cambios. Simplemente no se puede, porque son incontrolables, y eso es lo que los convierte precisamente en sentimientos, en algo humano y mágico.


Pues bien. Aquí me encuentro yo, medio tumbado en la cama con el rostro ausente. Esto es, sin sonrisa ni mueca, sin ninguna desviación de mis rasgos que desvele mi estado de ánimo.
Estoy en un estado de concentración bastante inusual en mi. Podrías decirme que el amor de mi vida está llamando a mi puerta, y yo me limitaría a decirle a mi madre que le dejara pasar y se sentara en algún lado mientras yo continuo con lo mio. Escribiendo.
¿Por qué me encuentro así ahora mismo? Para poder ser objetivo. Una cosa es no poder racionalizar los sentimientos y otra no poder objetivarlos. 

Todos conocemos la sensación que se siente cuando pierdes algo que quieres. Aunque no fueras consciente que lo querías hasta el momento en el que lo pierdes, es igual, la sensación es exactamente la misma. Y es horrible, es una angustia profunda que se esconde detrás de cada recuerdo, detrás de cada pensamiento. 
Y cuando tienes miedo de llegar a sentir esa sensación, es que algo te importa.

Y por qué no decirlo sin rodeos. Y por qué no decirlo sin tanta tontería y tanto palabrerío. Pues que así sea:
Me he dado cuenta de que sí que me importas más de lo que yo en un principio pretendía. Me he dado cuenta de que pensar que te puedo perder, que esto se puede terminar, me da miedo. 
Cierro los ojos y puedo verlo, veo que somos dos personas muy diferentes, que venimos casi de mundos opuestos... pero que ahora mismo, a día de hoy, yo no quiero vivir sin saber que estás ahí. 


Donde menos lo esperaba lo encontré, una flor en el desierto, un vacío que se fue.

1 comentario: