Porque a veces todo lo que necesitamos es saber que alguien está ahí, aunque sea en silencio, aunque no crea poder ayudarte, pero está ahí.
Hoy ha sido un día extraño, largo y poco cómodo. Además ha estado lleno de incertidumbres y de cambios y decisiones de última hora... pero al final, supongo que no ha sido un día tan malo, y todo porque te has portado genial conmigo y me has ayudado a aguantar esas bombas que me explotaban durante la tarde.
Te has sentado a mi lado porque te lo he pedido, y la verdad es que si no hubiera sido por eso no me habría quedado en clase. He estado nervioso, he estado a punto de romper a llorar, he estado totalmente desconcentrado y a veces hasta catatónico diría yo. Y tú seguías ahí sentada, y no sabes cuanto te agradezco eso.
Es cierto que me has preguntado y te he contado, que has intentado hacerme ver y que has intentado saber qué decir, que has intentado animarme y que has sabido guardar silencio cuando creías que que era mejor dejarme estar. Pero por curioso que parezca, hoy era uno de esos días en los que nada de eso era lo importante para que yo estuviera mejor, lo único que yo necesitaba, era saber que estabas ahí sentada, a mi lado, sólo porque te lo había pedido, que podía contar contigo en cada segundo de la tarde y tú estarías ahí al instante, que podía girarme cuando quisiera y verte empanada mirando al infinito pensando y sonreír yo por ello.
Hoy no quería escribir, hoy no era día de nada, de nada. Pero hoy has estado ahí, y así te quiero dar las gracias.
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