Apareció como tantas otras veces, sin avisar, cuando le venía en gana. Estaba yo tranquilamente sentado en la cama, recostando mi espalda en la pared y con la mirada perdida en el techo y ella se sentó a mi lado, mirándome de frente, ladeando la cabeza curiosa y sin poder ocultar su curiosidad. Hacía tiempo que no se pasaba, que no indagaba sobre mis razones y mis por qué, pero hoy estaba ahí, y no dudaba que iba a buscar respuestas.
- ¿Qué te trae hoy por aquí?- le pregunté, indiferente. En verdad, no era indiferencia lo que yo sentía, me gustaba saber que estaba ahí, pero no podía hacerle ver eso o si no ganaría poder sobre mí. Ella me miró, o más bien, me escudriñó arqueando una ceja. Después sonrió y fingió no saber lo que yo sentía. Puso las manos detrás de su cabeza, apoyándose también en la pared y poniendo sus piernas sobre las mías. Entorné los ojos, pero no me moví.
- ¿Por qué? Necesito que me digas el por qué, esta vez te aseguro que no lo entiendo - preguntó mirando ahora también al techo como yo. Parecía casi como si no fuera con nosotros la conversación. Me encogí de hombros levemente, tardé a penas unos segundos en responder.
- ¿Por qué, qué? - contesté sin ninguna esperanza de que se diera por vencida y cambiara de tema. Suspiró y me pegó en el hombro un golpe seco y sin maldad.
- Sabes perfectamente a lo que me refiero. ¿Por qué la dejaste ir así sin más? ¿Por qué no hiciste nada? Podrías haber ido a verla, podrías... podrías haber intentado convencerla para que no se marchara...¡podrías haber intentado cualquier cosa! - exclamó, aunque sin alterarse- Es que tan poco significaba par.. - No le dejé terminar la frase, levanté la mano rápidamente con el índice levantado y frunciendo el ceño, pero sin apartar la vista del techo. No quería llorar.
- No te atrevas. No te atrevas siquiera a insinuar que no significaba tanto para mí. Tengo cada uno de los recuerdos clavados en el alma, y sabes perfectamente que ella es la razón de que tú existas y estés aquí. Y te necesito y te quiero como el aire que respiro, así que... - tragué saliva - así que cállate y no digas más tonterías-
Ella se mordió el labio de abajo un poco avergonzada y bajó el tono de voz...
- Entonces, explícame por qué- me volvió a preguntar, mirándome a mí esta vez. Y como si los soles de sus ojos pudieran atraer mi mirada, giré la cara yo también.
- ¿Por qué? - le miré con la mirada llena y vacía - pues porque ella lo habría querido así, de mí. Si quiere volver, volverá con o sin mi ayuda, pero no volverá por mucho que vaya y se lo pida. Así que....
- Así que... ¿qué? - preguntó ella asustada. Tragué saliva, era difícil pronunciar esas palabras.
- Así que se acabó. Fue ella la que dio el adiós, y sólo ella tiene derecho a cambiarlo por un hasta pronto - sentencié, como si no hubiera absolutamente nada más que decir al respecto. Ella se quedó callada y me miró durante largos segundos, parecía que eso iba a ser todo. Pero aún tenía una pregunta más.
- ¿Y si alguna vez te necesita?- arqueo de nuevo una ceja, aguardando mi respuesta.
Sonreí, volví a mirar al techo, contento.
- Ahí estaré, hasta el final de los días-
Y cuando volví a mirar, ella ya se había marchado, aunque su presencia seguía exactamente a mi lado.
~Quiero aprender de ti~