miércoles, 28 de mayo de 2014

Un pequeño regalo (17 - Final)

Cuando salieron de del túnel Ayrun no tenía ni idea de dónde se encontraban. Era un recinto cerrado, de aquello no cabía duda, pero la luz era muy tenue y a penas se podía distinguir más allá de lo que enfocaba su luz. Él, sin embargo, se movía confidente, sabía dónde estaba y la guiaba cogiéndole de la mano. Cruzó con ella la habitación y le dio a un interruptor, encendiendo la lámpara del techo e iluminando toda la habitación en un instante.
Era una habitación grande y con una ventana acristalada de gran tamaño, había una cama cerca de la ventana, pero la luz no daba directamente encima. Una mesa ancha y larga, decorada con grabados aparentemente antiguos y caprichosos, acompañada por una silla de madera de apariencia cómoda y elegante. Ayrun miró maravillada la enormidad y dedicación en la decoración de aquella habitación, durante unos momentos soñó que esa habitación era suya. "Parece la habitación de una chica con clase y buen gusto" comentó sonriendo mientras seguía escudriñando cada rincón de la habitación. Él soltó una carcajada distendida y se encogió de hombros un instante. "Bueno, es tu nueva habitación, así que creo que has dado en el clavo" contestó él sin darle mayor importancia.


Ayrun se giró hacia él de golpe, mirándole fijamente y en silencio, y de pronto comprendió qué quería decir su compañero. Recordó cada conversación que habían tenido, cada monólogo sobre arte que le había brindado a su compañero. En su mente aparecieron todas esas pequeñas cosas que había mencionado en algún momento, como aquella vez en la que dijo que una habitación decente debía de tener una ventana amplia por donde entrara luz natural, o cuando se había quejado porque su habitación era muy estrecha para poder bailar cómodamente, o incluso algo tan aleatorio como aquella vez que, caminando por la calle, comentó a cerca de cuál era su estilo de arte favorito...y muchas cosas más. Vio todo aquello reflejado en la habitación, en cada cuidado detalle. 
"¿Por qué....?" fue lo único que atino a preguntar Ayrun en ese momento. Y en su mente flotaban una y otra vez las palabras "You low shite, how did you...".
Él se encogió de hombros de nuevo, como si la respuesta fuera obvia. 

"Ya sabes que el plan de evacuación lleva existiendo desde que empezamos esto. Lógicamente había que tener un sitio dónde quedarse, y ya que tenía que hacerlo, supuse que por qué no hacer del nuevo sitio un sitio que nos gustara". Lo dijo como si la explicación fuera irrefutable, como si no hubiera sido nada más que el procedimiento lógico a seguir ante la situación. "¡Si hubiéramos tenido que evacuar hace 6 meses, me parece que esta magnífica silla no la habrías encontrado aquí!" exclamó él apoyándose en su respaldo. Realmente parecía estar diciendo la verdad.
Ayrun se resistía a pensar que simplemente se hubiera basado sólo en la lógica y el procedimiento más lógico para decidirse a realizar todo aquello. Memorizar o simplemente advertir todos esos detalles que había ido dejando ver desde que se conocieron tenía que haber supuesto un esfuerzo, y no uno pequeño. 

"Hmm.. esa cajita encima de la cama...." pero él no le dejó terminar la pregunta. "En efecto" contestó "es lo que imaginas, tu regalo". Ella se acercó a la cajita, despacio. Todavía no era su cumpleaños, aún faltaban algunas horas para eso. Recostada en la cajita, había detrás una pequeña nota de papel. A penas era una linea. Miró a su compañero como si le pidiera permiso para cogerla, el se encogió de hombros, como si quisiera decir que daba igual, sólo era una nota. La cogió con delicadeza y leyó para sí misma. Una sola frase, cuatro palabras... y se puso a llorar. 
Ya no le importaba todo el peligro que habían pasado, ya no le importaba las veces que había tenido que aguantar sus manías, ni la ropa que se había quemado en el otro edificio. Las lágrimas rodaban por sus mejillas despacio, como si se resistieran a caer de su bonito rostro. En cuanto leyó esas cuatro palabras, había sabido de la enormidad de su significado, de todo lo que ello implicaba.

"Para Ayrun de Raúl" dijo con la voz entrecortada. Le había dado lo que a nadie le dio antes. Por fin él... le había dado su nombre.
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Supongo que muchos os quedaréis con las ganas de saber qué había en la cajita. Yo me habría quedado con las ganas, sí. Quizá algún día continúe la historia, con nuevas historias, nuevas aventuras y nuevas tonterías de esta singular pareja. No lo sé, el tiempo dirá, pero sí que puedo decir que he disfrutado mucho escribiendo todo lo que he escrito, hasta el último momento, y que debo gran parte de todo esto a la persona que me ha inspirado a escribir la parte de Ayrun. Gracias.

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