sábado, 5 de noviembre de 2016

La caja de la felicidad (Capítulo 1)

Cuando salió a la calle no sabía muy bien cuando volvería. Era una de esas veces que hacías un viaje de ida... sin un billete de vuelta. Pese a ello, no se podía decir que llevara un gran equipaje. A parte de la ropa que llevaba puesta, una pequeña maleta colgada a la espalda le acompañaba, y ni siquiera la había preparado él. Esto es lo que había en ella:

Una linterna pequeña, para jugar al escondite con las luciérnagas; cubiertos de imanes que se abrían y cerraban, de colores brillantes para comer estrellas; Una manta, suave y morada, que al abrazarla de noche se convertía en su amada. También tenía una libreta pequeña y discreta, en cuyas paginas guardaba sus sueños; viandas, nada hay más sano, regalices, lacasitos y también algún helado; y bolsillos secretos, en dónde en cada uno había un deseo.
Y entre todos los cierres y capas de cremalleras, al fondo se ocultaba su compañera.

Como podéis observar, era una maleta bastante peculiar, y seguro que os preguntáis a dónde iba que necesitaría semejantes cosas. Pues no iba a un lugar concreto, ni a un tiempo definido, sino en busca de un tesoro del que poca gente había oído hablar, un tesoro que cualquier persona que hubiera sabido de él, habría querido conseguir. La caja de la felicidad. Había muchas leyendas e historias sobre esta caja. Algunas dicen que en ella se esconde el motivo de la felicidad de cada persona del mundo, otras dicen que hay tantas riquezas como para comprar un planeta, otras incluso dicen que te da el poder de cambiar el mundo a tu alrededor a como tus sueños se les antoje. En lo único que coincidían todas las leyendas, era en que para encontrarla había que arriesgar algo más que tiempo y vida, y que sólo un gran sacrificio podía abrirla. ¿Para qué quería él semejante tesoro, y por qué arriesgaría su existencia por él?
Pues bien... dicen que el amor te hace hacer locuras... y nadie, nadie amaba más que él.

Se ajustó las cuerdas de la maleta en los hombros, tomo aire con mucha profundidad y después lo dejó salir lentamente de sus pulmones mientras se empapaba de aquel ambiente que no volvería a ver en mucho tiempo. Sonrió para sí mismo, y avanzó hacia el camino de tierra que se extendía a sus pies. Supo que ahí estaba el principio.. pero, ¿dónde quedaría el final?

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