jueves, 4 de septiembre de 2014

Como una bola de cristal

Él no sabía cómo aguantar todo aquello, no sabía cómo podía llevar sobre sus hombros todos esos sentimientos que se clavaban en su pecho a cada momento del día, con cada suspirar. No sabía cómo dejar de sentir algo tan pesado y tan fuerte, tanto que le arrastraba irremediablemente de forma incontrolable, que le partía la sonrisa cuando menos lo esperaba, que le cortaba las alas cuando quería echar a volar...
 
No sabía que hacer con todo aquello, y decidió escribir una carta que jamás llegó enviar.

"Hola, sé que me prometí a mí mismo que no haría esto nunca más, pero me parece que tanto mi corazón como mi mente me urgen a no cumplir esa promesa. Créeme, lo he intentado, y muchas otras veces ha funcionado, muchas otras veces todo ha sido infinitamente más sencillo...pero esta vez parece que no es así.

Hace ya más tiempo que dejé de estar contigo que todo el tiempo que llegué a compartir a tu lado, y aún así no consigo quitarme esta sensación de encima. Todo empezó de casualidad, todo empezó sin buscarlo y sin intención de que llegara a tanto, lo juro. Y ¿qué culpa tengo yo de que para mí llegaras a ser tanto? ¿qué culpa tengo yo de que fueras capaz de llenarme de ilusión y de ganas de cambiar y de ser mejor yo? ¿qué culpa tengo yo.... si me hiciste enamorarme hasta el punto de ser incapaz de olvidarte jamás?.

No pasa ni un sólo día sin que me acuerde de ti, sin que se me erice la piel recordando cada una de las veces que nos hemos visto, cada una de las veces que hemos reído, que nos hemos besado. No sé si alguna vez has visto como se quiebra una bola de cristal cuando cae al suelo, en tantos pedazos que no sólo es imposible volver a juntarlos, sino que al romperse, muchos de esos pequeños pedazos quedan perdidos en rincones en los que nunca se les vuelve a encontrar. Y así es como me siento yo hoy, resquebrajado, y aunque he podido reconstruir mi corazón en parte, noto, siento que hay trozos que faltan, y que no soy capaz de encontrar. ¿Sabes qué? sospecho que los tienes tú. 
Y lo peor es... que aunque pudiera pedírtelos... no los querría si no vinieran contigo también.

No puedo explicarte bien con palabras lo que fuiste para mi. Tú, con tu risa tan fácil, tan bonita, tan genial. Tú, con tu curiosidad y ganas de saber, con tu manera de emocionarte al hablar de esas cosas que te apasionaban, con tu manera de compartir esos conocimientos con la ilusión y las ganas más contagiosas que se han visto jamás. Realmente conseguiste hacer que me interesara por esas cosas yo también.
Tú, con tu tímida manera de expresar lo que sientes, con tus caricias que significaban un mundo entero, que llenaban un mundo entero, el mio.
Tú, que podías estar hablando horas y horas conmigo y siempre teníamos de qué hablar, de qué reír, sobre qué conversar y debatir.
Tú, con tu ingles tan oportuno.

Quiero que sepas que hice cosas que siempre había querido hacer, que todas y cada una de esas sorpresas o gestos que tuve contigo, me nacieron del alma y del corazón, todos y cada uno de ellos, desde el más pequeño e insignificante, hasta el más elaborado. Que hice y haría todo lo posible por recordarte que pese a la distancia, yo seguía estando ahí, para ti, para siempre, porque te quería con locura, y con locura me quedé por ti.
Quiero que sepas que me diste algunos de los mejores momentos que he tenido jamás, que me sentí querido, y con ello me sentí feliz. Que me hiciste sentir tanto, que creo firmemente que compuse las mejores canciones que he compuesto jamás, que escribí los mejores versos y textos que han salido de estas manos y esta mente, y que todo, todo...lo hice en gran parte gracias a ti.

Se me acaban las ganas de escribir, lo sé porque ya no me tiemblan las manos, y ya no me lloran los ojos. Debe ser que ya he dicho todo lo que tenía que decir, que ya he plasmado todo lo que siempre quedó por decir. O casi todo...

Perdóname por no haber sabido guardar el tesoro que tú eres, por no haberlo sabido cuidar lo que tú estabas dispuesta a dar. Perdóname por haberme dado cuenta de todo tarde, por haber forzado el cambio sólo después.

Perdóname...y recuerda que te quise como nadie, que te sigo queriendo hoy, y que seguiré con el tren de mi vida, sí, pero siempre habrá un sitio guardado para ti junto a mi."

Él miró la carta una vez más, secándose las lágrimas con las mangas de la camisa y respirando profundamente. Había vaciado su alma y su corazón en aquella hoja, pero esa hoja iba a ser efímera. Normalmente habría arrugado el papel y lo habría tirado a la basura, pero esta vez era diferente, esta vez no se atrevió a tirarlo, igual que no había tirado los recuerdos.

Y bajo una carpeta en lo más hondo de un cajón, quedo sellada la carta, con todo lo que había en ella, con todo lo que nunca llegaría a olvidar.

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