A veces miro alrededor y me pregunto si no soy un extraño en un mundo de extraños. Me pregunto si es posible que mi percepción de las cosas, mi manera de sentirlas... diste tanto de la de los demás que no se llegue a corresponder con nada que otro ser viviente pueda comprender como yo. Es como ser una onda de radio en una frecuencia que nadie más puede sintonizar. No importa cómo ni cuándo suene, así nadie la escuchará jamás.
¿Significan las cosas que se viven tan poco para los demás? ¿Se pueden olvidar tan rápido las palabras, caricias y miradas que un día parecieron tan sentidas como el aire que roza la piel? Quizá a otra gente le ocurra, yo sé que a mi no. Que yo puedo cerrar los ojos y recordar cada uno de esos momentos, cada uno de esos gestos que se han quedado grabados en mi retina, que reviven en mí recordándome exactamente el por qué en ese momento, ese día, quise dar ese beso que di, quise regalar esa sonrisa que vi. Yo no sólo lo recuerdo, porque cuando es algo que ha significado algo, no sólo se recuerda, se revive.
Yo creo que los recuerdos no sirven sólo para sacarnos sonrisas al cabo de los años, sino para que seamos capaces de recordar las cosas que van unidas a esos recuerdos de manera continua, para no perder las cosas importantes, para no perder a las personas importantes.
~Pero que sabré yo de un mundo que no he creado, en el que sólo estoy porque me ha tocado. Qué sabré yo de lo que significan las palabras, los gestos y las miradas.
Retroceder en el tiempo, es todo lo que en la noche esperaba.~
Retroceder en el tiempo, es todo lo que en la noche esperaba.~
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