lunes, 30 de junio de 2014

En el mundo de los cuentos (2)

No era un árbol, era una criatura mucho peor que las anteriores dos, era Oso de la ciénaga, tres veces más violento que un oso de montaña y dos veces más grande. En lugar de pelaje, debido al entorno en el que se habitaban, los osos de la ciénaga tenían una piel parecida a la de una serpiente, salvo que no mudaban de piel. Ese oso era el motivo por el que ya no le perseguían, y fácilmente podría ser el motivo por el que perdiera ahí mismo la vida... pero escuchó atentamente, sin moverse ni un sólo centímetro. En su mano retumbaban los latidos lentos de la criatura, podía sentir también su respiración abrupta, pero acompasada. Estaba dormido. En ese momento tenía la sangre helada y la garganta seca como como una lija, pero aun así no se atrevió a tragar saliva. Retiró lentamente la mano del lomo del oso y, todavía conteniendo la respiración se apartó unos metros, sin poder dejar de mirar a la inmensa y temible criatura. Si se despertaba, quería saberlo de inmediato para comenzar a correr... el mínimo parpadeo, y él ya estaría corriendo como alma que lleva el diablo. Retrocedió un par de pasos más, pero no contó con lo estúpido que era caminar sin mirar donde pisas, sobretodo en aquel valle. Su pie se hundió más de 20cm en la tierra, y aunque consiguió ahogar el grito que quería salir de su garganta, no pudo hacer lo mismo con el ruido de su cuerpo al caer de espaldas sobre el lodo.

Se quedó inmóvil durante un par de segundos, un par de segundos que parecieron una eternidad. No quería moverse, no quería hacer más movimientos o ruidos que pudieran alertar al oso de su presencia... y sin embargo tendría que moverse tarde o temprano, no podía permanecer ahí de por vida, no, porque tenía algo que hacer, y no iba a echarse atrás ahora nada más empezar. Tomó todo el aire que pudo, una inspiración profunda que llenó sus pulmones al máximo y contó para sí mismo.. "una, dos.. y ¡tres!". Se impulsó con fuerza y presteza para ponerse de pie de un salto y comenzó a correr, de nuevo. No le hizo falta girarse para saber que el oso de la ciénaga había despertado, el estruendoso y sonoro rugir de aquella criatura, resonó por todo el valle y más allá. Y era lo único que se oía, pues el resto de seres vivos había enmudecido al advertir que la bestia había despertado.

Esta criatura no era cómo las anteriores, esta criatura tenía tal fuerza es sus extremidades que corría con facilidad a mayor velocidad que un humano. A penas tardaría un minuto en alcanzarle, no más. Y eso si tenía suerte y no caía en ningún agujero primero o tropezaba con algo. Pero no podía mirar atrás, y no podía dejar de correr y correr... las zancadas fuertes del oso de la ciénaga eran cada vez más ensordecedores, cada vez se sentía más cerca... casi podía sentir su aliento en la nuca. Eso debía ser el fin, no podía creerlo... en qué momento había pensado que podría lograrlo, en qué momento había pensado que él, un sólo humano, podría haber completado semejante misión. Sonrió para sí mismo cuando se contestó en la mente. "¿Y qué otra cosa podía hacer si no?".
Y entonces cayó. Sintió que no hacía pie en el suelo, que su cuerpo perdía apoyo y se precipitaba hacia delante...


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