miércoles, 29 de diciembre de 2021

Feliz año nuevo. (Reflexión)

Todos los años suelo escribirle a la gente que me importa un mensaje, relativamente extenso, felicitándoles estas fechas. Y más importantemente aún, para mí al menos, diciéndoles lo mucho que significan para mí.

Este año no me ha apetecido. Y ha sido ahí cuando realmente me he dado cuenta que algo iba mal.
Y entonces, pensando en ello, me he dado cuenta de que no sólo no me ha apetecido hacer eso, sino que de forma genérica no me han apetecido muchas cosas durante muchos meses.

Con pinzas, y con todo el respeto del mundo a las personas que han sufrido depresiones profundas, diría que estoy pasando por una en estos momentos de mi vida. Una sutil, leve, o quizá sea un indicio. O para ejemplificarlo de forma más clara, si la depresión clínica fuera estar sumergido en un lago profundo, yo tengo ahora el agua por las rodillas.
Y no quiero que suba más.

Dos años de pandemia no solo afectan a la salud física. Yo tengo la certeza de que mi apatía y falta de ilusión por hacer nada se han visto impulsadas mayormente por la situación. Soy una persona muy emocional y me encanta dar y sentir cariño por parte de aquellas personas que quiero. Desde el cariño más íntimo y directo como un abrazo, hasta el cariño más sutil como el que desprende una mirada o una sonrisa. Y eso me ha faltado. Y me ha faltado mucho. Y poco a poco ha hecho herida, al principio invisible, y ahora a piel viva.

Y esto que me está pasando, seguramente le estará pasando o le habrá pasado a muchos otros. Así que creo que ahora más que nunca deberíamos esforzarnos por ofrecer un poquito más de comprensión a los demás y aprovechar cualquier excusa para decirle a alguien que les amamos, que les queremos, que les apreciamos, que nos cae genial, o simplemente que nos hemos acordado de ellos. 
Un minuto de nuestro tiempo puede levantar el ánimo de alguien por un día entero. Y eso es algo que vale la pena. Y es algo que todos podemos dar y merecemos recibir.

Dicho esto. Yo mismo quiero aprovechar para decirle algo a esas personas que han estado o están en mi vida:

Gracias. Gracias por haber impregnado mi vida con, como mínimo, un poco de vuestra esencia.
Y no importa si compartimos camino hace mucho o si fue algo fugaz. Quiero que sepas que, si alguna vez me importaste y te quise de cualquier forma, sigues teniendo un hueco en mi vida para ti. Porque yo sí creo en los para siempre cuando el cariño es de verdad. Porque puede que los caminos que seguimos cada uno se separan en algún momento...pero las huellas de los pasos que dimos juntos, siguen marcados en el recuerdo.


Feliz año a todos/as. 

jueves, 26 de agosto de 2021

Fuego

No sé qué me quemó más.
Si el color de su pelo
o la intensidad de su mirada.
Ni sé cuánto tiempo pasé,
horas, creo, ido en su balada.

A solas, mirándola en silencio,
sin más intención que admirarla.
A solas, como temiendo,
que de verla... se acabara.

jueves, 12 de agosto de 2021

Reencuentro.

Sólo se habían visto en persona en una ocasión, hacía un par de años, en un evento que tuvo lugar en la capital, Madrid, donde hoy volverían a encontrarse. Estaba inquieto, jugando con el reloj de su pulsera, mirando a los distintos semáforos y pasos de peatones desde los cuales pudiera verla llegar. No estaba nervioso, estaba entusiasmado, emocionado. Ella era un tipo de persona muy especial. Era una persona de esas que llevan una mochila llena de felicidad y van repartiendo de ella entre aquellos que se le acercan. Ella era como ese primer rayito de luz que se cuela por la ventana y te despierta con calidez. Ella era muchas cosas, pero la más importante para él, era que ella... era ella. Y no intentó ser nadie más.

La divisó en la otra parte del paso de peatones, a la salida del metro de Atocha, justo en frente del Hotel OnlyYou. Se levantó y, sonriente, agitó el brazo para que le viera. Él era un chico alto, así que enseguida lo vio y le devolvió el saludo con la mano de forma efusiva. Desde ahí no podía verlo, pero él estaba seguro que también estaba sonriendo. Siempre era así. 

Se apresuró hacia el paso de peatones y le levantó la mano con la palma abierta para que parara. Ella no lo entendió, se encogió de hombros y siguió caminando por el paso de peatones, hasta juntarse con él justo en medio. Se abrazaron. Y os aseguro que, incluso si todo el viaje hubiera sido solo para ese momento, habría valido de igual manera la pena.

La estrujó en sus brazos, contento, y le dio un beso en la mejilla, uno sonoro y cargado. Ella sonrió de nuevo, y cuando estaba a punto de hablar, se escuchó el pitido de los coches. Estaban ahí, parados, en mitad de una de las calles más centrales, entorpeciendo el tráfico. “¡Corre!” - le dijo. Y entre carcajadas huyeron al trote hacia la acera. 

- ¿Qué plan has preparado? - preguntó él mientras se alejaban un poco del alboroto de la calle principal. Ella le miró extrañada, señalándose a sí misma y protestó - ¿Yo? ¡Pero si acabo de llegar a esta ciudad, no conozco casi nada! Di tú qué te apetece hacer conmigo-. Él se rió - ¡excusas, mimimimi, excusas! Pero no te preocupes, tengo el plan perfecto, pues, de lo que más me apetece -. La cogió del la muñeca, tirando levemente de ella para evitar que se chocara con una persona que venía a toda velocidad desde la otra dirección y llevándola hacia una cuesta próxima.

- Vamos por aquí-. Dijo él. Y ella, ella se dejó llevar.

Llegaron enseguida al Parque del Retiro, lleno de césped, árboles, sonidos de pájaros, aire fresco y tranquilidad. - Pero... ¿qué plan ese ese tan fantástico? - preguntó ella mirando alrededor. Ya había estado antes, pero seguía gustándole ese sitio. Era como encontrar un oasis verde en un vasto desierto de ruido, metal, y cemento. Era como un lugar donde poder desconectar del ajetreo constante que embargaba la capital. Él la miró brevemente, negó con la cabeza y siguió caminando. - Si te lo digo no tiene gracia, pero créeme, que es un plan genial. ¡Al menos para mí! -rió.

A los pocos minutos caminando hacia el interior del parque, se pararon en frente de un bordillo alto que separaba el camino de los viandantes del césped. volvió a acercar su mano a su muñeca, la cogió con solo los dedos, y se la alzó levemente mientras hacía una reverencia señalando con el brazo hacia el césped. - Si la señorita me permite - comentó, divertido. Ella se rió, y después intentó ponerse seria - Cómo no, faltaría más - respondió mientras se ayudaba de su mano para subir el escalón. Ciertamente no le hacía falta la ayuda, pero así era más divertido.

Se sentó en el césped, y la invitó con otro gesto más a sentarse ella también. Ella le miró, alzando una ceja mientras se sentaba. 

- ¿Y bien? - preguntó ella.

Él se encogió de hombros, mirándola tranquilamente, y sonrió. - Este es mi plan. Lo que más me apetece hacer contigo - dijo mientras volvía a encogerse de hombros. 

- ¿El qué? ¿Sentarte en el suelo? - preguntó ella aguantando la risa.

- Nooooooo - respondió él. - Ya sabes. Estar. Simplemente estar, hablar contigo - estiró las piernas a un lado y se dejó caer un poco, colocando las manos en la nuca para que la cabeza quedara un poco más levantada y no tocara el suelo. Quedó mirando el cielo mientras proseguía - Eres sin duda alguna, una de las personas más interesantes mentalmente que conozco. Tu forma de ser, tus pensamientos, tu manera de expresarlo, tu saber estar, tu inteligencia emocional. Es fascinante, ¡de verdad! Y quiero disfrutar de ello. Aquí, así, hablando contigo, sin más preocupación que conseguir poner una palabra después de la otra al hablar -.

Ella le miró en silencio unos segundos, luego, ya también un poco sonrojada, echó la cabeza para atrás y negó con la cabeza velozmente un par de veces - Naaaaaah, qué dices, pero qué lindo eres. Ayyyy, ¡te como! - respondió, riéndose ya. Él se rió también, era difícil no hacerlo con esa risa tan contagiosa que ella tenía, y más si usaba una de sus expresiones tan típicas.

Y así pasaron el resto del día. Hablando, conociéndose un poco más. Descubriendo ideas, disfrutando puntos de vista, formando opiniones, compartiendo momentos y sueños, recordando historias, vivencias, y cualquier otra cosa de la que se pueda hablar. Rieron mucho, y también lloraron un poco. Pero sin duda alguna, al terminar el día, lo que sí tuvieron, es que los dos eran un poquito más.

martes, 26 de enero de 2021

Normalicemos el querer.

Normalicemos ya no sólo el querer, sino el decirlo. Normalicemos que no sólo se quiere a tu familia y tu pareja, sino también a amigos y amigas, a perros y gatos, incluso a intangibles. Normalicemos que sea algo que digan tanto chicos como chicas, independientemente de a qué sexo se dirijan.

Normalicemos que sentir es humano, que es esencial para ser personas, y que es motivo de felicidad y no de vergüenza.

"Querer" según la RAE: "Amar, tener cariño, inclinación a alguien o algo"

¿Puede haber algo más puro y bonito que tener cariño por alguien o algo? Así que, no seas tonto y díselo. A él, a ella, a ellos. Seguro que tienes más de una persona en tu vida por la que sientes inclinación, a la que le tienes cariño, ya sea por unas cosas u otras.
 

No siempre se trata de amar, de querer compartir una vida romántica con alguien. A veces es simplemente que hay alguna persona que siempre está ahí para ti. O incluso simplemente es alguien con quien hablas sólo de vez en cuando, pero que siempre que lo haces te sientes sonreír por dentro. Quizá gente con la que tienes muchas vivencias pasadas acumuladas y que por la nostalgia te hace sentir así. O quizá gente que por su caracter te inspira a sentirte bien. Quizá, no quizá, quién sabe. Pueden ser mil cosas... pero si lo sientes... díselo. 

Toda la vida me han considerado, y con razón, enamoradizo. Pero a parte de eso, también he sido muy de querer a las personas, de encariñarme; de sentir que formas parte de la vida de otras personas y que esas personas forman parte de la tuya. Saber que hay gente que te lee o te escucha y es feliz solo por ello, y al revés. ¿Soy sólo yo el que piensa que esto es maravilloso y da a la vida mucho más color y calidez?

En serio. Normalicemos que querer, es la mejor cualidad del ser humano.