Todos los años suelo escribirle a la gente que me importa un mensaje, relativamente extenso, felicitándoles estas fechas. Y más importantemente aún, para mí al menos, diciéndoles lo mucho que significan para mí.
Este año no me ha apetecido. Y ha sido ahí cuando realmente me he dado cuenta que algo iba mal.
Y entonces, pensando en ello, me he dado cuenta de que no sólo no me ha apetecido hacer eso, sino que de forma genérica no me han apetecido muchas cosas durante muchos meses.
Con pinzas, y con todo el respeto del mundo a las personas que han sufrido depresiones profundas, diría que estoy pasando por una en estos momentos de mi vida. Una sutil, leve, o quizá sea un indicio. O para ejemplificarlo de forma más clara, si la depresión clínica fuera estar sumergido en un lago profundo, yo tengo ahora el agua por las rodillas.
Y no quiero que suba más.
Dos años de pandemia no solo afectan a la salud física. Yo tengo la certeza de que mi apatía y falta de ilusión por hacer nada se han visto impulsadas mayormente por la situación. Soy una persona muy emocional y me encanta dar y sentir cariño por parte de aquellas personas que quiero. Desde el cariño más íntimo y directo como un abrazo, hasta el cariño más sutil como el que desprende una mirada o una sonrisa. Y eso me ha faltado. Y me ha faltado mucho. Y poco a poco ha hecho herida, al principio invisible, y ahora a piel viva.
Y esto que me está pasando, seguramente le estará pasando o le habrá pasado a muchos otros. Así que creo que ahora más que nunca deberíamos esforzarnos por ofrecer un poquito más de comprensión a los demás y aprovechar cualquier excusa para decirle a alguien que les amamos, que les queremos, que les apreciamos, que nos cae genial, o simplemente que nos hemos acordado de ellos.
Un minuto de nuestro tiempo puede levantar el ánimo de alguien por un día entero. Y eso es algo que vale la pena. Y es algo que todos podemos dar y merecemos recibir.
Dicho esto. Yo mismo quiero aprovechar para decirle algo a esas personas que han estado o están en mi vida:
Gracias. Gracias por haber impregnado mi vida con, como mínimo, un poco de vuestra esencia.
Y no importa si compartimos camino hace mucho o si fue algo fugaz. Quiero que sepas que, si alguna vez me importaste y te quise de cualquier forma, sigues teniendo un hueco en mi vida para ti. Porque yo sí creo en los para siempre cuando el cariño es de verdad. Porque puede que los caminos que seguimos cada uno se separan en algún momento...pero las huellas de los pasos que dimos juntos, siguen marcados en el recuerdo.
Feliz año a todos/as.